sábado, 14 de noviembre de 2009

El arte y el misterio

Deberíamos, al menos una vez al día, oír una pequeña canción, leer un buen libro, contemplar un cuadro bello y, si fuera posible, pronunciar algunas palabras razonables, de forma  que las preocupaciones mundanas no hagan desparecer el sentido de lo bello que Dios ha implantado en el alma humana.
Goethe

Fui a la exposición de San Boal sobre el hiperrealismo, antes de que la quitaran. Mereció la pena. Estas exposiciones las organiza la Caja Duero, ¿no? No entiendo mucho de la polémica de la Caja Duero, le tendré que preguntar a mi prima que conocerá la verdad desde dentro. Dicen que si la sede de Caja Duero se va de Salamanca, entonces no organizarían cosas en nuestra ciudad, pero eso no parece que tenga mucho sentido, cuando las actividades llegan hasta Extremadura.

En fin, las exposiciones de San Boal son pequeñitas, pero aunque no haya mucha cantidad, siempre está asegurada la calidad. Hay siempre dos, tres cuadros que son un regalo para los sentidos.

Vayas donde vayas hay siempre algo, si mantienes los ojos abiertos, que se te agarra a las entrañas. E ir a una exposición asegura que de la mirada cuelga un gran cartel que dice "Abierto porque ya toca".

Ayer hubo varios cuadros que me gustaron, pero uno me golpeó de repente, se abrió paso con violencia y se me metió en las tripas. Ahí sigue, como una radiografía de mi estomágo. Se titutalaba "Sevilla la Nueva", y sin embargo era el Puerto, la sierra recortada en el horizonte, los anchos campos de encinas vistos desde la carretera que lleva de Salamanca a Tamames, a la altura de Berrocal.

No he encontrado el cuadro exacto en internet, pero os dejo con otros dos que son del estilo. Son de Isabel Quintanilla.








Había un par de frases en la exposición que debería haber copiado. Aunque no importa, me sé la esencia. Una decía que hay un lenguaje para cada experiencia, de forma que el lenguaje de la pintura nos explica una parte de la realidad y de nosotros mismos que nunca otra forma puede apresar. La pintura recoge ciertos aspectos del mundo, y nos los devuelve en forma de experiencia, experiencia pictórica de la realidad. Una experiencia en un museo, la de la serenidad de la sierra a la que ya voy llegando siguiendo la carretera en mi cochecito, que es una experiencia de vida, de alma. Un cuadro de Sevilla que sin embargo me acerca a casa.

La otra frase está muy relacionada con esta idea, pues decía que el arte desvela el misterio. No sé si era exactamente que lo desvela. Probablemente será más bien que nos acerca a él. Nos permite intuirlo, saber que existe, y como un fogonazo recordamos en medio de la banalidad de nuestras vidas que el camino sólo tiene sentido si tratamos de acercarnos a él, al misterio.

Por la noche, al llegar a casa, no me duermo. Será el café del que disfruto calentita y en orden los días de academia, será la emoción del misterio. Me pongo a leer. Ángel González. Al princio paso páginas. En este momento de mi vida no me identifico como antes con la nostalgia y con la melancolía. En mi vida ha habido dos cambios importantes, dos cambios de personalidad que vinieron sin buscarlos, y que crearon cosas buenas en mí, me mejoraron. El primero cuando te conocí; me acuerdo de mi amiga C, diciéndome que había cambiado mucho. Es cierto, llegó alegría, orden, fuerza y esperanza. El segundo cuando fui, o más bien cuando vine, de Estados Unidos. Antes el futuro era negro, o más bien inexistente, los días simplemente pasaban porque nunca habría una meta, un lugar al que llegar. Fui a Estados Unidos y resultó que salió a la luz que yo en el fondo era el  backbone de la esencia americana. Los americanos se levantaban por la mañana y se iban a correr. ¿Dónde se ha visto eso? Si corres, si te esfuerzas, si luchas, si tienes metas... acabarás por llegar a ellas.

Pero seguí leyendo el libro de poemas, buscando el autor que me explicara, que me llenara de verdades, que me interpretara, que me leyera a mí y me desarrollara, como en su día lo hacía Cernuda, siempre la realidad y el deseo, hasta que lo acepté, hasta que pude librarme del llanto y de la nostalgia de lo que nunca será, hasta que la sensibilidad se atemperó y se convirtió en una lucha por la serenidad, hasta que mi idea de vida llegó a ser una balsa en un lago entre las montañas.

Y entonces lo encontré, el poema que me golpeó, el cuchillo que se me clavó en el costado, y que al sacármelo me dejó la sangre de estos versos:

¿Qué sabes tú de lo que fue mi vida?


Ahora sólo ves estos últimos años
que son como la empuñadora de un cuchillo
clavado hasta el final en mi costado.


Arráncalo de golpe y un borbotón de sueños
salpicará tu rostro.


Podría dejarte ciega. Ten cuidado.

A veces veo la vida como la historia de la lengua, primero en su movimiento diacrónico, las generaciones sucesivas, las historias que se repiten a lo largo del tiempo, y entonces en su movimiento sincrónico, la historia en este preciso momento, la historia que discurre frente a mi ventana, los movimientos de la gente y los animales a través del cristal. Y yo ahí, en medio de todo. El mundo se para ahora mismo, yo en la madurez que empieza, mis mayores con la bolsa de sus sueños ya hecha un hatillo, reducidos a cuatro harapos que se cargan a la espalda. ¿Y qué sabemos nosotros de lo que fue su vida? Pero hubo un borbotón de sueños, el mismo borbotón que debe explotar en mí ahora.

¿Qué sé yo de lo que será mi vida? Pero es época de simiente ahora. Quiero sueños, quiero misterios, quiero versos, quiero auroras.




2 comentarios:

  1. Que sepa usted que la leo siempre, aunque nunca me lance al ruedo. Y que me sigue gustando mucho leer todo lo que usted escribe.
    A la espera de ese primer libro...
    Por cierto, ¿quien es esa "misteriosa" amiga C?

    Carlos.

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