domingo, 27 de mayo de 2012

El silencio de las margaritas

El silencio se escucha con los ojos. Las margaritas recién cortadas tintinean como campanillas púberes sobre la madera de la mesa de la sala. La naturaleza, aún inerte, se hace oír estruendosa como los fuegos artificiales de mayo.

Sabrina mira por la ventana de hace veinte años. Al otro lado del cristal del cuarto donde dormía en casa de su abuela, acierta a ver los fuegos más altos lanzados desde el colegio salesiano de la manzana contigua. Sabrina recuerda cómo decidió entonces que a partir de ese momento amaría por siempre la pirotecnia resuelta en formas fantásticas. Mira, y oye a través del cristal con lágrimas del polvo de los años, el restallido de los colores intensos. Escucha al tiempo el bombear rápido de un corazón de polluelo que por primera vez se da cuenta de que la magia solo acontece en los nidos entrelazados con la argamasa del amor.

El reloj antiguo continúa martilleando rítmicamente en la pared de la sala mientras la abuela se aplica concienzuda en su solitario juego de cartas. Ras, ras, gruñen los naipes. Ay, señor, se lamenta doña Brígida. Sabrina vuelve la vista distraída a las flores. Le parece que de cada brasa amarilla saltará en cualquier momento una ráfaga pirotécnica que anegará sus oídos ávidos de palabras  sin letras.

Sabrina mira el silencio porque quiere oír. Sabrina busca la vida, y la encuentra en los bodegones inmóviles. Por la mañana caminó hasta la pradera. El verde de mayo ocultaba como una moqueta inglesa la acostumbrada dureza adusta del secarral. Dejó a las familias con niños jugando al balón en el bajo, y evitando a los excursionistas de fin de semana, subió hasta el yelmo por el viejo sendero sin señalizar. Sabrina no se lo reconocía a sí misma, pero no podía sino despreciar los hitos del camino, los montones de piedra en los que el caminante inseguro busca la confirmación de que existe un camino cierto.

A Sabrina le gusta el silencio de la soledad. No siempre era fácil escuchar en medio de la gente. Sin embargo, Sabrina había conocido el amor, sabía –ahora que caminaba sola—que la naturaleza se dirige a las almas que copulan en luz con la sencilla excitación de una niña que relata parlanchina y excitada su juego último, aún sudorosa por la pasión de la carrera. Sabrina corre por el goce puro de sentir el viento, juega con la naturalidad con la que un funambulista camina por la cuerda floja, ama como si bastara respirar para que la vela alumbre en medio de la oscuridad. Sabrina había querido como si por siempre se hubiera hecho la luz.

Sabrina vuelve a mirar las margaritas, y en ese momento resuena proveniente del pasado el estallido primero de los fuegos artificiales. Rápidos zig-zags verdes, blancos y amarillos caen sobre la amplia azotea. Sabrina y Hermés se dan la mano y se apresuran escaleras arriba, las sienes de Sabrina palpitando ante el presentimiento de luces entrelazadas, de rayos lanzados  al unísono con el cantar del trueno atinando en la diana de un corazón de dos. Sabrina sabe que cada año desde que descubrió los fuegos en casa de su abuela podrá volver a recordar que es el amor quien provoca la magia. Cada mayo, también desde la azotea con Hermés, los fuegos del santo inauguraban los corazones en verano.

Esta mañana Sabrina se ha visto en lo alto del yelmo, tras ascender las escaleras naturales de piedra entre las flores salvajes que escupe la jara. Solo durante este mes las enormes flores blancas, de una enormidad amorfa y chirriante, acompañan a los pedruscos de tristeza perenne en su ascensión infinita. Son estas flores de corta aparición como coronas que inútilmente tratan de prestar vida al cadáver que marcha en su ataúd en busca de paladas de tierra que acaben por sepultar sus ojos cegados al fin por tanta vida desnuda.

A Sabrina le gustaría mirar hacia el llano, hacia el lago tras la verdura del valle que desde aquí se abarca en toda su extensión, y escucharlo restallar en un loco proferir de fuegos cuya algarabía se abriera paso entre las rocas de sonrisa petrificada. Pero las flores blancas permanecen mudas, el lago continúa inmóvil como un bebé al que su madre asustada se apresura a escuchar para comprobar si aún respira. El sol del mediodía impide cualquier sombra, y bajo su luz omnipotente las flores blancas palidecen. Sabrina se tapa los oídos al tiempo que se tumba sobre una piedra: una sábana marrón en la que jamás se marcará  la huella de un cuerpo, en la que no permanecerá la mancha del sudor de un hombre y una mujer  licuándose al unirse.

Sabrina al fin decide desasirse de los recuerdos, pasa la mano sobre la ardiente superficie rugosa extrañamente acogedora en su desnudez, y se dispone a escuchar la respiración de la piedra. La muerte súbita no ha sorprendido a la madre, que escucha aliviada el ciclo rítmico de la inspiración y expiración del bebé.  Sabrina escucha el silencio, y comprueba que la piedra respira acompasada.

Sabrina detesta el ruido; en él se siente diluir, empequeñecer, disminuir. En las palabras huecas, en las conversaciones de terraza frente a un plato de aceitunas, en el vociferío de los programas de televisión Sabrina no se encuentra, cree que desaparece, le cuesta encontrarse como tras un mal sueño. Hermés dejó de escuchar su silencio, olvidó buscarla con los ojos abiertos, quería adorarla en medio del ruido como a un becerro dorado.

Y Sabrina desapareció, se palpaba y no se hallaba, miraba su imagen congelada en el ruido y no se reconocía. Durante un mayo enteró aguardó cada día los fuegos artificiales. Y solo escuchó un aullido eterno, terrible, un alarido sin fin que abrió la tierra y engulló a la Sabrina que desaparecía en el ruido.

No volvió a saber de Hermés. Ahora sube al yelmo entre flores salvajes, larguiruchas como niños con bigote que han extraviado la belleza en el inicio de la adolescencia. Sabrina arranca las flores con las manos, y la resina atenaza sus palmas. Tumbada en la roca de fuego, en silencio coloca sus manos pegajosas sobre la llama y siente que las flores ablandan el alma de las piedras. Con compasión por las palabras muertas antes de nacer en el ruido que aturde a los hombres, las piedras arrullan a Sabrina con ternura. Escucha, Sabrina, tú que huyes de los caminos señalados, tú que escalas paso a paso a través de caminos desnudos, tú que te dejas arañar por la jara ruda, escucha.

Y Sabrina desparrama la vista por las rocas que se vuelven caras que le cantan canciones sobre las almas que vagan entre ellas. Escucha, niña, en nosotras está la verdad, escúchanos, escúchate, oye el canto de la naturaleza, la canción de los seres sin ánima. Más allá de las rocas, el lago inerte hipnotiza una vez más los ojos de Sabrina que escucha en trance como si mirara las serpientes sobre la cabeza de una medusa.

Sabrina cree que flotar sin vida sobre un lago no sería morir, sino vivir como lo hacen los objetos inertes de la naturaleza. Descansar en un lago significaría comulgar vida sagrada, interpretar la oda del silencio, volar sin ser escuchada como lo hacen los buitres que anidan entre las rocas milenarias.

Aquello que se ve en el silencio es siempre inmenso, piensa Sabrina. La mancha fresca del lago, solo abarcable desde la cima del parduzco yelmo; los buitres situándose en las alturas por encima de la muerte. Los pájaros carroñeros se atracan de muerte, y así es como hacen para seguir viviendo. Sabrina escucha el planear inaudible de las poderosas aves, la calma inmóvil de la superficie del lago que sin embargo late en la profundidad divina. En completo silencio, estallan los primeros fuegos de artificio, verdes, blancos y amarillos como las margaritas del ramo que después regalaría a su abuela.

Sabrina sabe que lo que arrastra el ruido nunca vuelve a resurgir en el espacio diáfano y claro del silencio. Más allá de las rocas, por encima de los buitres, contra el horizonte dibujado por el inmenso lago del valle, las formas fantásticas de los juegos pirotécnicos se escuchan con los ojos del silencio. Entre el yelmo y el horizonte, entre su mirada y el borde último del lago, solo el vacío y el silencio, la claridad y el canto.

Sabrina se lanza colina abajo. Observa ahora una vez más en la sala las margaritas que arrancó en el valle, a los pies del sencillo regato que acaba por desembocar en el soberbio lago. Las margaritas no empapan de resina las manos. Sabrina despega las manos de las rocas y se las lleva al corazón. Sabe lo que aprendió de su abuela, a quien ahora acompaña en su vejez. Con la abuela aprendió que la magia existe donde ocurre el amor, que es en el silencio donde se escuchan los fuegos artificiales.

Sabrina se pone en pie y camina tomando las margaritas, porque sabe que no hay camino, que solo hay ruido y hay silencio. Sabrina, con el ramo asido,  está segura de a qué lado de la barrera del sonido se encuentra ella: del lado donde se camina de la mano del amor, la magia y los fuegos de artificio.







martes, 15 de mayo de 2012

La crisis que achicharra

Dicen que por la noche no se deben escuchar malas noticias: alteran el sueño. Yo evité leer el periódico antes de acostarme; aún así no he pegado ojo. Le echo un vistazo por la mañana: no me despierta mucho su lectura. Busco una noticia positiva; no encuentro ninguna. Me cambio al google reader: en los blogs han optado por hablar de cupcakes y colores pastel, así como por debatir sobre los nuevos clones de Amancio.

Decido irme a la ducha para despejarme y vestirme para salir a la calle y airearme por el mundo. Contraviniendo las recomendaciones de las nuevas gurús de la moda, me pongo lo primero que pillo. Regreso al poco sofocada. Con este calor asfixiante definitivamente se esfuma nuestra última oportunidad de pensar.

No escribo últimamente porque solo tengo un pensamiento en la cabeza: crisis-pesimismo social, crisis-desánimo, más crisis-impotencia/ parálisis. Todo lo que se me ocurre es seguir los pasos del rey. Me monto en el ave y me voy a Barcelona a hacerme un traje como quien se va a África a matar elefantes. Como si no hubiera un mañana. O más bien, como si no hubiera... un hoy de crisis, recortes, austeridad, precariedad, inestabilidad y un sucesivo etc de palabras acabadas en -dad.

Hoy me pongo a escribir porque no queda más remedio que encontrar algún brote verde de la izquierda, algún hilo de luz de la derecha para poder seguir hacia adelante. De lo contrario corro el riego de dejarme caer al suelo y de acabar incinerada por el sol achicharrador. Pensando en aceras hirviendo: en mi corto paseo por necesidad he visto sobre una acera, enfrente de la nada, un cartel rojo brillante, nuevecito, con letras blancas resplandecientes recién salidas de la imprenta o del 20 duros que formaban la anacrónica frase: "Próxima apertura".

¿Qué será lo que se abre? ¿Un campo de concentración para la ciudadanía deshauciada? ¿Un centro donde eliminar ciudadanos protestones o simplemente molestos? Quizá un viaducto para que resolvamos el problema de forma individual y callada. Estoy un poco apocalíptica, pero en realidad no creo que exagere tanto. La esteticien al lado de la panadería debe de haber cerrado hace un tiempo, después de mi última limpieza de cutis hace ya un año. El local sucio y vacío se erige como un féretro abandonado que no proporciona pista alguna sobre el muerto que alberga.

Me siento como un profeta que avista el fin del mundo y en vano trata de avisar a sus coetáneos de que es necesario cambiar de vida y de prioridades antes de que sea demasiado tarde. Quizá soy solo un loco que a veces no logra conciliar el sueño porque lleva en su mano la flor del mal, en el pecho el cáliz de la crisis de España y de Europa entera. Al resto del mundo, especialmente las tierras situadas en el hemisferio sur, que lo arrastre otro, que los pobres de verdad son demasiado pesados para cargar con ellos como quien arrastra un saco vacío y sin embargo rebosante de piedras sin valor alguno. No pegaría ojo.

Ahora sigo escribiendo, y cada vez estoy más asada. Voy a buscar un momento un sitio fresco donde recostarme. Trataré de que me venga la inspiración antes de que el sol cambie de posición y me deshaga como un plástico. Por el momento, me declaro vencida. Aún así tengo fe en el despertar, y la convicción de que aquí la lucha no acaba.

jueves, 3 de mayo de 2012

"Confianza en el futuro"

Tecleo en google "confianza en el futuro". Me sale un anuncio patrocinado de una vidente y su consulta de tarot. También me he enterado de que algunos afortunados hacen cursos llamados tal que "Los caminos hacia la felicidad". Y resulta que en el apartado imágenes aparece la ubicua Esperanza Aguirre con un cartel de propaganda bajo el lema "confianza en el futuro".

¿Será que tenemos la doña y yo la misma idea sobre la confianza? Yo buscaba soluciones a mi desazón, pero mucho me temo que esta señora acaba de desintegrar mi último átomo de... pues eso, de esperanza (que la debe de haber acaparado toda su nombre propio).

Pero tiene que haber vida más allá de la espe. Sigo con mi búsqueda de planetas exteriores. A ver, Zapatero también aparece declarando en algún tiempo pasado su fe en el futuro, y efectivamente ZP da el perfil de extraterrestre. Pero, Google del alma, no es esto lo que ando buscando. Tú que eres el arma del futuro, actualízate un poco. No te me quedes obsoleto, que el mundo no espera a los tardíos. (Te diría que tengas confianza en el futuro, pero me parece un poco fuera de lugar).

Anda, vaya, aquí aparece la frasecita en un blog de psicología. Consejitos sabios, a buen seguro. Echemos un vistazo. Umm, un resumen: si la vida te va mal, acuérdate de cuando te iba bien y te sentías capaz. Pero bueno, que eso es el pasado. ¿Qué hay del futuro? Que te relajes y dejes que la vida te dé sorpresas, recomienda la bitácora sobre "psicología para ser feliz". Paso, hay sorpresas que me recuerdan a Gila: sí, murió, pero... ¿ y lo que nos reímos?

Sospechosamente empieza a aparecer la consabida expresión de forma recurrente en entradas del 2011. Mira tú, el año pasado, anda qué. Pues resulta que el futuro ya está aquí, en el año presente, y seguimos a la espera de la confianza.

De igual manera, la frase "confianza en el futuro" se asocia en la mayoría de los casos a nombres de políticos, bancos y países. Perú parece tener confianza en su progreso, y Argentina también, puesto que ha expropiado no sé que empresa española. Esto comienza a escamarme ligeramente...

Resulta que el Papa también tiene mucha confianza en el porvenir de la humanidad. El Papa está muy lejos, pero un poco más cerca tenemos a Rajoy y al Rey, que dice que ha vuelto para quedarse. Se han juntado ambos líderes como quien queda para echar la ouija y nos han traslado el mensaje ultraterrenal de que la solución pasa por que los españoles tengamos confianza en el futuro. Pero esto me suena un poco tautológico, ¿no? O sea, que para tener confianza en el futuro es necesario... ¿tener confianza en el futuro? Muy bien, pero yo necesitaría una razón con un poquito más de peso.

Tampoco pido tanto, solo una pista, una pequeña indicación, una revelación remota que me ilumine y me indique a mí y a los futuros seis millones de parados a quién o qué encomendarnos. México por lo visto también ha perdido la confianza en el futuro. Bueno, eso no me resuelve nada. No, no me consuela. Y encima ya no pienso ir a México ni aunque me dieran una cosa de esas que antes se llamaban becas o intercambios de trabajo.

Supongo que lo mismo están pensando muchos extranjeros ahora sobre nuestro país: nada de ir a España, que parece que está la cosa muy mala. En las escuelas no caben, y en cambio los hospitales están vacíos, que las camas se venden a precios prohibitivos. ¿Sería una solución utilizar los hospitales caídos en desgracia para acoger a los alumnos enjaulados? Rajoy, le echo creatividad e imaginación a la crisis, que tenemos que ser emprendedores y buscar alternativas. Lo que no sé muy bien es si la idea es ponerse a buscar un nicho por aquí (un nicho de empleo, no seáis malpensados, que aún no está cerrada la búsqueda), o si eso ya vamos a Alemania, que allí nos dan una escoba y para algo valdremos.

Y mira, justo leo que las empresas alemanas sí que tienen confianza en el futuro. ¿Será una señal? Jope, que ya me voy por la página ocho de google y esto es todo lo que he encontrado. Me doy de plazo hasta la página diez, que por mucha necesidad que haya de respuestas y certezas, tampoco es cosa de perder el tiempo por caminos errados. Dos páginas más: voy a prestar atención a la letra pequeña.

Con mil ojos, no se me escape la clave del misterio. La vidente insiste con el tarot. Y... ¡eureka! En el sector avícola hay confianza en el futuro (eso sí, la noticia habla sobre Argentina, parece que están en racha estos muchachos). En todo caso, tengo que decir que yo siempre he tenido mucha confianza en las gallinas y sus posibilidades. Alimento fresco y de calidad asegurado. Al menos por huevos no va a quedar.

Estoy en la página diez: ¡mi última oportunidad del día! La religión católica considera pecado querer apropiarse del futuro. Muchos dirigentes del mundo parece que no hacen mucho caso. ¿Quién se ha llevado el futuro y nuestra confianza en él? Que lo traigan de vuelta, que es de todos, si el capitalismo y la falta de leyes no muestran lo contrario. (Bueno, vale, puede que ya lo hayan dejado claro, pero yo no quiero darme por enterada, ¡que todavía me quedan unas pocas entradas por consultar!)

Anda, una página con un nombre raro, así como espiritual, y tiene una mariposa. Me gustan las mariposas. No sé qué tendrán que decirme las mariposas sobre el futuro, pero lo cierto es que embellecen el presente. Tic tac, tic tac. Dadme un poco de tiempo que tengo que leerlo detenidamente. Sí, ya sé que estamos ansiosos, pero por eso mismo hay que actuar con calma. Es el momento de la sangre fría. Un poco de paciencia, que seguimos en el tiempo presente.

Primera decepción: que dice la página espiritual... ¡que el futuro no existe! Ya, ya, muy bonito, pero el casero es un poquito más terrenal, y creo que ya tiene planeado pasarme la cuenta del mes que viene. Siguiente idea: el karma. Si haces bien, recibirás bien, y si eres malo, pues te irá mal. ¡Pero esto qué es! Eso sería antes, en la gran tradición hindú, pero en los tiempos modernos la verdad cósmica ha cambiado: roba y manga, y vivirás en la abundancia; sé honesto y escrupuloso, y te hundirás en el pozo.

Y cuando hablo de futuro tampoco estoy refiriéndome a la otra vida ni por el momento me interesa la reencarnación (aunque siempre la dejo como último recurso). Señores que dictan las leyes espirituales: tenía en la cabeza algo más a medio plazo...

Llego a la última entrada, y me parece un chiste malo. Se trata de un estudio bastante sesudo que analiza la confianza en el sistema de salud. En tiempos mejores, los doctos investigadores se ganaban la vida llegando a conclusiones como esta: "la buena calidad puede aumentar la confianza del pueblo en la atención de la salud pública". No me lo invento; he citado textualmente.

O sea, que a tenor de la disminución de la calidad va a ser verdad que el futuro cada vez existe menos...

Y eso es todo, fin de la búsqueda. Al menos puedo comunicaros que la confianza en el futuro no está en google. No perdáis el tiempo tecleando la frase. Buscad debajo de la alfombra, entre los visillos, detrás de la tele. La respuesta no está en el mundo virtual.

Quizá ha llegado la hora de dejar de copiar y pegar, y ponerse a buscar la solución en el mundo real. Puede que el camino no se descubra, sino que haya que crearlo. Eso sí, no se os ocurra colocarlo en la comunidad de Madrid, que seguro que nos cobran el peaje.

the place where i belong

the place where i belong
harbor and dock
        at once
fellowship and solitude

i take you all along the solo trail
there's no way i could forget who stood by
who cared and loved
who still do

now i carry on my ship
                                                                    alone
that's what human beings are meant for

i look up and check the stars
one night more we'll sail through
the place where i belong
          sea and land

sometimes i'd rather be not seen
but still children and dogs would feel my presence
and i couldn't escape
invisible people move so  s l o w

maybe you my dearest
                                  once again
will find and recognize me
and then we'll become a gang
and won't be afraid of the streets in town

the place where i belong
among the weary undergrowth of nature
                                                                            the place where i belong

i'll be back to you earth one day soon
meanwhile on board
i keep at wheel and move ahead
not dreading the ocean
                            blank around

just another fish
i see and trust
you look too
there's nothing else to think about

the waves whisper strength and glee
in fretful adoration my flesh replies
i declare myself visible from now on
                           still clean eyes pierce my melting bones

your touch dives deep in my chest
like a salmon across the tide
warm memories flood my body
for we don't remember days but overwhelming moments

with full moon i steer for home
and all of a sudden i find myself
atop a bright star
where i can see the spot
i used to think as truly mine

i sense your light faithful stars
we ignite the earth
my place is just a ray
and finally i understand
                          where i belong

i stand on salty water
in the middle of the night
the invisible becomes alive

silver shiny creatures leaping in the sky
                                                   for joy and love
amidst the starry foam
reaching for the crests
never asking why

stream and air
i'm part of you
I belong to the bliss of the flow