miércoles, 31 de agosto de 2011

Campaña antitaurina en El País: cartas al director

Me ha venido llamando la atención el número de cartas al director en El País con contenido antitaurino en el último mes. Cada vez que echaba un vistazo a la sección de opinión del periódico online, ahí que me encontraba una nueva carta de un bienpensante ciudadano clamando contra la sinrazón y el atraso de los espectáculos taurinos.

Hoy, último día de agosto, una nueva carta pone la guinda al pastel. María Consuelo Polo Delgado escribe "Contra el maltrato animal". Mis sospechas quedan confirmadas: este goteo continuo de proclamas contra el maltrato animal (sic) no es casualidad. Sin duda responde a la línea antitaurina de El País. Ahora han orquestado la publicación periódica de opiniones antitaurinas de ciudadanos anónimos.


¿El fin? No puede ser más obvio:

1. transmitir la sensación de que las opiniones antitaurinas son mayoritaria y de que reflejan el sentir mayoritario de la población.

2. identificar la ética y la razón con los movimientos antitaurinos. Los aficionados son retrógrados y energúmenos.

Analizo la carta publicada hoy 31 de agosto :

La actuación policial contra los antitaurinos de Gandía ha sido vergonzosa. Quienes se manifiestan contra la crueldad con los animales son gente pacífica que desean un mundo más en armonía y sin crueldad en las fiestas. Por muy tradicionales que sean esos espectáculos taurinos el toro es víctima de múltiples estocadas, banderillas y demás instrumentos cortantes.

Desde el principio se señala al grupo de los antitaurinos como "los buenos": persiguen la armonía en el mundo. Y se define con claridad qué es una corrida de toros: "crueldad con los animales". Frente al grupo de los que anhelan la "armonía", solo cabe la antítesis de los que enarbolan la sinrazón, de los que gustan de maltratar a los animales.

Los buenos y los malos quedan así claramente definidos: en el mundo de los antitaurinos todo queda reducido a una simplificación burda. No hay posibilidad de entendimiento de argumentos diferentes ni mucho menos de respeto hacia las personas que ven las cosas de otra manera. No solo las posturas taurinas, sino las personas que las mantienen, son deleznables, dignos tan solo de condena y desprecio.

Las fuerzas del orden, que velan por el transcurso pacífico de la corrida en Gandía, tienen una actuación "vergonzosa", puesto que se ponen de parte de las fuerzas del mal. Y atacan a aquellos que solo anhelan la "armonía" en el planeta (aunque los gritos y provocaciones vistos en la tele no los calificaría yo exactamente como armónicos).

El nuevo alcalde podría haber sido más cívico y más ético. En lugar de imponer de nuevo corridas de toros, después de 25 años sin ellas, debería tener más respeto por la mayoría de ciudadanos que rechazan estos crueles festejos.

De nuevo los antitaurinos enarbolan la bandera del civismo y la ética. El alcalde no ha sido ni buen ciudadano ni ha respetado la moral: se ha puesto de parte de los taurinos sin civismo ni ética.

Además el alcalde ha impuesto las corridas de toros. ¿Pero a quién ha impuesto las corridas de toros? La gente ha ido a los toros libremente porque ha querido, pagando la entrada con su propio dinero. Nadie ha sido obligado a ir ni a no ir. Por lo que a mí concierne, el dar a la gente la posibilidad de elegir no es imposición, sino una manifestación democrática de una postura legítima.

Se asevera que la mayoría de los ciudadanos está en contra de los toros. Esta afirmación se da por verdadera, no necesita más explicación ni justificación. Se espera que por el mero hecho de hacerla, la aseveración cobre realidad. No cabe duda para quien lea la carta: la mayoría de los ciudadanos están en contra de las corridas y demás espectáculos taurinos, y por eso el alcalde debería respetar la sensibilidad de esa mayoría que está en posesión de la razón.

Se reitera además que es un espectáculo cruel, no se nos vaya a olvidar. O quizá se sigue el razonamiento de que a fuerza de repetir, lo dicho va calando y ahí queda.

No sé que intereses tiene el Partido Popular en este tema, ya que donde entra lo primero que hace es apoyar la tauromaquia. A Dolores de Cospedal, a pesar de todos los problemas que tiene en Castilla-La Mancha, le ha faltado tiempo para declarar Bien de Interés Cultural las corridas de toros.
¡Ah, acabáramos! Ahora se ve un poco más claro: los toros devienen en ideología. Es la derecha la que los apoya, en defensa de unos intereses oscuros. Son los de izquierdas los progresistas y avanzados; los de derechas son los malos, los retrógrados, los cenutrios. Por tanto está claro donde coloca la ideología a cada uno, y donde lo coloca su afición  a los toros.  ¿Te gustan los toros y automáticamente eres de derechas, cruel y energúmeno? No sé si caben mayor maniqueísmo y demagogia.

Y qué decir de la Junta de Castilla y León, que también ha declarado de Interés Cultural al Toro de La Vega, festejo que un año más, para vergüenza de todos, se repetirá con un pobre toro que será alanceado por una caterva de energúmenos, sin que en este país nuestro exista un político que tenga la decencia de prohibirlo.

De nuevo los definidos como buenos ciudadanos y moralmente superiores, los que no votan al PP ni les gustan los toros, son la inmensa mayoría: "para vergüenza de todos". Por si queda alguna duda, en el crescendo de su indignación el autor escupe el epíteto final: los que participan en los espectáculos taurinos son "una caterva de energúmenos".

El toro se convierte en "pobre toro", lo que choca violentamente con la dignidad del toro, y España se torna "en este país nuestro" incapaz por siglos de la razón y el progreso. Siguiendo el mismo argumento, estamos gobernados por unos indecentes que no se atreven a poner fin a semejante barbarie y atraso.

En la misma línea maniquea, simplista y demagoga se han ido publicando varias cartas antitaurinas tan solo en el último mes.

El 28 de agosto desde Salamanca Lola Pereira condena el toro de la Vega, que "será masacrado con gran alegría de la gente amante de la tradición".
 
El 25 de agosto Julio Ortega Fraile exhorta a los políticos a acabar con el toro de la Vega. La única razón posible para que no lo hagan es que "es negocio y tal vez unos cuantos votos. El que participa en estos actos y los defiende en las urnas "lleva impresa con sangre la vergüenza de descubrir a nuestros hijos que la tortura puede admitirse como excepción".
 
El 22 de agosto Alberto Morales denosta las fiestas de los pueblos que incluyen espectáculos taurinos, que "son un retorno al pasado más rancio y mostrenco". No puede entender que "a pesar de lo mucho que viaja la gente hoy día" y de que "vivimos en el siglo XXI, (...) algunos de nuestros compatriotas se han estancado en la Edad Media, y lo peor es el ejemplo que ofrecen a sus hijos".
 
El 21 de agosto Ángeles Grupeli agradece a "Ruth" el haber escrito un artículo publicado en el país el 19 de agosto "sobre la muerte de un pobre toro en un salvaje encierro -tan salvaje como el resto de los encierros y otros mal llamados festejos taurinos de este país- celebrado en Leganés". Obviamente "mientras en este país el populacho (que no el pueblo) disfrute con la tortura de seres vivos, con la sangre y la muerte, nunca podremos soñar con estar a la altura de otros países europeos que nos llevan años luz de distancia en estos temas".

El 15 de agosto Julio Ortega titula su carta "Toreros y cazadores", y os podéis imaginar cómo define a unos y otros: "No aman a los animales de cuya muerte son responsables porque para ellos constituyen meros instrumentos. Es cuestión de ética. O de sensibilidad. O de raciocinio. De lo que no hay duda es que sí es un asunto de justicia. Cazador y torero no son más que despiadados sayones para aquellos a los que juran amar. Qué sobrecogedora combinación de egoísmo, sadismo y falsedad". (No puedo dejar de añadir al margen que estas afirmaciones, aunque no me cojan de sorpresa, me dejan estupefacta.)


El 11 de agosto Teresa Bartrina, de El Casar, Guadalajara (donde yo estuve trabajando y quizá hasta di clase a sus hijos) agradece a Rosa Montero "sus artículos sobre el maltrato animal". Como rosa, Teresa "también desearía cambiar de nacionalidad cuando llega el verano, cuando la violencia y el maltrato se transforman en fiestas y tradición como por arte de magia". Termina lanzando un mensaje de esperanza a los jóvenes y al futuro: "Ojalá nuestros jóvenes sean diferentes, sepan disfrutar de la naturaleza y de los "otros" seres vivos y sean capaces de acabar con unos atavismos que no reflejan la realidad de la sociedad española".

El 7 de agosto Manuel Cañedo critica el paso de los toros del Ministerio de Cultura al de Interior, pues "es una manera encubierta de subvencionar la llamada fiesta, además de un desesperado intento por blindar las corridas de toros contra la fuerte oposición que les espera en los próximos años por parte de una sociedad cada vez más concienciada con los derechos de los animales".



Son muchas cartas en un periodo muy corto de tiempo, y seguro que no son las últimas.


Solo me queda lamentarme como Francis Bacon:
No hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente.






lunes, 29 de agosto de 2011

Tarde de toros muy lejos de las ferias

Festival sin picadores. Plaza portátil. Carretera secundaria flanqueada por pueblos semi-abandonados. Casas ásperas y pardas como terrones de la tierra. Atardeceres infinitos en el vacío de la meseta palentina.

Una incursión rápida al baño del bar. Azucarillos y servilletas alfombran el suelo. Los hombres beben coñac y piden puros para los toros. Los más jóvenes hacen acopio de litros, minis o cachis, que yo ya no sé cómo se llaman.

Desfilan las peñas con sus camisetas de colores neón por caminos sin asfaltar hasta la plaza de toros instalada en las afueras. Los padres agarran de la mano con fuerza a niñas con coletas. Como armas de este ejército, neveras portátiles, bocadillos, bebida. Y alegría, mucha alegría.

¿Cómo bajarse del coche, abrir los ojos ante este espectáculo, y no llenarse el hueco de la razón de tópicos y desdén por un presente que recula atrapado en el tiempo?

Pues no queda otra si quieres bajar del pedestal de la superioridad moral, si quieres conocer la realidad que se esconde bajo la fácil superficie de los tópicos, que sumarte al desfile y disfrutar del espectáculo. En dos horas saldrás del centro del huracán, de ese vórtice donde todo permanece inmóvil y a salvo. Pero hasta entonces habrás descendido hasta el fondo del mar y habitado la Atlándida.

Habrás compartido la alegría, abandonado los prejuicios, y comprendido por qué el espectáculo de los toros es imperecedero: porque las semillas las arrastra el aire limpio y arraigan en los campos amarillos. Porque los padres agarran con fuerza la mano de los hijos. Porque no se conocen los prejuicios. Porque se dan toros en los pueblos. Porque debajo de los tópicos vive gente real. Porque los toros son alegría, y porque son verdad.