miércoles, 19 de agosto de 2015

Centrifugación

Tengo tanto que agradecer, sentir, aprender, leer, profundizar, vivir, amar, además de tantas lavadoras por poner y gente por abrazar, que no sé por dónde empezar. ¿Por la ropa blanca? En serio, ¡me siento yo misma como una lavadora en plena centrifugación! 

Qué vértigo con tantas cosas nuevas que van a reiniciarse. Muy emocionada, deseando que el amor que tengo dentro con ganas de salir se vaya haciendo más grande, como un globo que se va hinchando con fuerza e ilusión; confiando en que en este nuevo año académico que empieza el globo y yo salgamos volando después de unos meses planeando a ras del suelo montada en un máster de coaching que no me llevó a donde yo quería. Vuelvo a mí, al aire y al viento, y me dejo arrastrar como el polen de las flores. 

Me pongo en manos de algo y de alguien más grande que yo, y me limito a sentir mi corazón y a sujetarlo mientras se desborda a manos llenas: ese es el trato. Es la única manera que yo conozco para que el viento te suspenda en el aire y te lleve a nuevos lugares donde crecer y enraizarte. Vale, lo tengo más claro: tiendo la lavadora y me pongo con este trabajo pendiente que deje lugar a lo nuevo. Pero siempre desde el presente, creando y creciendo, sintiendo y siento. 

Hoy también voy a soplar el globo, porque estoy convencida de que cada día trae exactamente lo que necesito. Incluido un montón de ropa sucia y un trabajo por hacer al que no acabo de verle el sentido.