martes, 7 de septiembre de 2010

Picasso en la Casa Lis: hasta el 19 de septiembre

Ya llega la feria de Salamanca. Los aficionados que os acerquéis a los toros y a disfrutar del ambiente tenéis un plato extra: la exposición sobre la tauromaquia de Picasso en la Casa Lis. Pero también es una exposición de calidad para todos los que, aficionados o no, tengan cierto interés por el arte y una mente abierta hacia el mundo de los toros.

Yo tuve la suerte de plantarme allí un jueves por la mañana, que no hay que pagar entrada, y de coincidir justo con la hora de la visita guiada. Por supuesto una visita guiada no quita la contemplación de la obra a tu propio ritmo y siguiendo tus propios gustos e interés, pero ayuda mucho a saber qué es lo que tienes delante, y así el interés puede aumentar, y la experiencia estética ser más profunda.

La guía hizo especial hincapié en que iba a explicar a Picasso tratando de centrarse en el arte y no en la polémica de la tauromaquia. Daba por supuesto además que la mayoría de la gente no tendría mucho interés o conocimiento sobre el mundo de los toros, seguramente como ella misma.

Y así tiene que ser la aproximación al arte, libre de polémicas y de propaganda. Pero también es verdad que en arte la forma es inseparable del fondo, el estilo del tema o contenido. Y si vamos a ver cuadros y apuntes sobre toros, no está de más conocer la postura de Picasso sobre los toros, su pasión hasta el final de sus días, sin dejar de ir de ver toros en su autoexilio en Francia.

Por supuesto, la figura del toro en Picasso, su simbolismo, va más allá del localismo de la fiesta de los toros. Lo grande de la tauromaquia de Picasso es que convierte al toro en un símbolo universal, en el que todos pueden ver reflejada y conceptualizada la realidad. Desde el toro víctima de la guerra y el fascismo, como en el Guernika, hasta la figura del toro poderosa, convertida en fuerza bruta, comiéndose al picador, en lucha ciega con el hombre y su razón.

Y así la tauromaquia de Picasso convierte a la fiesta (o más bien la muestra, la revela en su esencia) como un espectáculo que explica al hombre, donde el torero lucha a brazo partido con su destino y despliega su valor para hacer frente a la muerte y, por ello, para vivir la más auténtica de las vidas.

Y el espectador ante los cuadros de Picasso, como el aficionado en la corrida, vive la experiencia artística y se nutre del poder de la belleza lúcida y terrible. Desde la catarsis, en el verdadero arte, somos conscientes de la muerte, y nos lanzamos a amar la vida, pero la vida profunda y auténtica.

Acabó diciendo la guía de la exposición que esperaba que todos se hubieran podido centrar en el arte, obviando las implicaciones de la tauromaquia. Pero reconocía también que se trataba de una exposición visualmente no muy atractiva; serían los aficionados a los toros los que pudieran encontrarla más interesante.

Sin duda la guía tuvo el mérito de hacer accesible la exposición a todos, y con ello también -aunque ella puede que no sea consciente- de acercar un poco más los toros y su significado a los espectadores ávidos. Pero los aficionados podemos ir un poco más allá, y ver más profundidad donde otros solo ven rayajos mejor o peor trazados.

En este sentido, no dejéis de regodearos en la sala que está más al fondo a la derecha (la última que muestra la guía). Allí pueden verse las planchas y los grabados que Picasso realizó para acompañar la tauromaquia de Pepe Illo. En estos grabados se recogen todos los aspectos que rodean a una corrida de toros. Os aseguro que solo por ver esto, la visita a la exposición está más que justificada.

Os dejo con el enlace a la web de la Casa Lis donde podéis encontrar toda la información de horarios, incluidos los de las visitas guiadas. Recordad que no quedan muchos días: el día 19 de septiembre se clausura la exposición.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El País y la goyesca: mentira y manipulación

Estimada Defensora:


Me dirigo a usted de nuevo para indicarle nuevas inexactitudes o más bien datos falsos en el tratamiento que su periódico hace de una noticia taurina. Paso a narrarle los hechos:



Domingo 5 de septiembre de 2010. Abro El País, edición digital. Lo primero que llama mi atención es una foto de Rivera Ordoñez saliendo a hombros en la corrida goyesca celebrada el día anterior. Aparece en la sección "Caras del día". Debajo de la foto, tan solo una frase donde pinchar: "Menos público en la goyesca". Este titular enlaza con un breve texto donde se indica que la afluencia de público ha sido sensiblemente menor a la de otros años, a pesar del efecto Obama.

O sea, interpreto yo, que quede claro que la gente da ya la espalda a los toros incluso en Ronda.

La noticia me deja un poco sorprendida y hasta intrigada, pues en la vida se me hubiera ocurrido que podría yo presentarme en Ronda un rato antes de la goyesca dispuesta a encontrar una entrada.

Así que voy al portal Burladero, donde se indica que hubo lleno. Aún no las tengo todas conmigo: quizá pudiera ser que estuviera prácticamente lleno, pero no del todo.

Bueno, pues vamos a investigar un poco más. La página web de ABC no deja lugar a dudas: La plaza colgó el cartel de "no hay billetes" en tarde calurosa.

Venga, por si acaso, vamos a cerciorarnos, no sea que a todos los periodistas taurinos les haya dado por faltar a la verdad. La Razón coincide en informar de que hubo lleno. Y acompaña una foto similar a la de El País con un titular más informativo de lo que ocurrió en el ruedo y menos llamado a echar sacos de cemento sobre la tumba que en El País parecen haber abierto para ver si echan dentro a los toros de una vez. El titular de La Razón: "Paquirri" resucita en Ronda.

Por su parte, en El Mundo se recoge la misma crónica de Efe que hemos visto en El Abc.

Bueno, ahora me tocaría escribir la conclusión de todo esto. Pero me parece tan obvia, que solo deja paso no ya a la indignación, sino al estupor más absoluto. ¿Pero qué tomadura de pelo es esta? ¿Cómo un periódico del prestigio de El País se permite faltar a la verdad y, peor aún, manipular con tanto descaro para presentar una visión negativa de los toros?

Y es que aún hay más: el texto de El País también lo firma la agencia Efe, ¡la misma que en otros periódicos asegura que se colgó el cartel de no hay billetes! ¿Me estaré yo volviendo loca?

Como no entiendo nada, lo único que me queda pedirle es que, si existe alguna explicación lógica para este extraño suceso, tenga a bien compartirla con sus lectores.

Atentamente,



Foto: La Razón


Texto completo de El País: Menos público en la goyesca
EFE
04-09-2010
Francisco Rivera, Enrique Ponce y Sebastian Castella han protagonizado la corrida goyesca de Ronda de este año, que ha congregado a miles de curiosos a las puertas de la plaza, aunque la afluencia de público al espectáculo ha sido sensiblemente menor que en otros años a pesar del efecto Obama. Entre los conocidos, estaban Carmen Lomana, José María García, Carlos Herrera, Fernando Sánchez Dragó, Patricia Rato, Victorio & Lucchino, Julián Contreras y la Duquesa de Alba.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Los altercados en el pueblo de Guadalajara

Se abre el telediario de Tele5 con la noticia del enfrentamiento entre taurinos y antitaurinos. Y una recomendación de profesor paternalista: niños, esto de agredir a los antis está muy mal.

Antes de tratar la noticia con más profundidad, vemos cómo tiran a unos cachorros vivos a un río, después a otros sádicos que abandonan cerdos vietnamitas, a una tía loca que acaricia a un gato y acto seguido lo tira a un contenedor.

Bien, ahora ya estamos preparados para comprobar cómo son de salvajes los vecinos del pueblo de Guadalajara que están celebrando un encierro a campo abierto como parte de las fiestas patronales.

"Vamos a tirarlos por el puente p'abajo" y "¡A matarlos!" son algunas de las lindezas que dedican los del pueblo a los antis. Y de ahí pasan a la acción: les patean el coche y tiran a uno por un terraplén de 10 metros (según he deducido, aunque por cómo lo han dicho en la noticia parece que ha volado 10 metros en caída libre).

No seré yo la que defienda como medida de protección a la Fiesta tirar a los antis por un puente. Pero sí digo que no creo que ninguno de esos antis haya ido hasta ese pueblo, se haya situado en el puente, haya desplegado la pancarta, y se pensara que les iban a empezar a aplaudir por su buena acción.

Si hubieran pensado que nada iba a pasar, no hubieran llevado con ellos al cámara de Tele5 para que grabara lo que sí iba a pasar.

Claro, que calcularon mal su posición estratégica  y el alcance del peligro: en su buen corazón nunca pudieron imaginar que los salvajes fueran a llegar tan lejos. Moraleja: puentes no, y coches si eso tampoco.

Pero siendo honestos, ¿quién puede esperar que frente a la provocación todos y cada uno de los vecinos del pueblo vayan a hacer gala de la flema y contención más absolutas?

Los antitaurinos tienen derecho, faltaría más, a tener su opinión y a expresarla. Pero no lo tienen a provocar y a alterar el orden público. Y si ellos se creen que pueden presentarse en casa de los demás y darles lecciones de moralidad, es porque piensan que su razón está por encima del bien y del mal.

Pero no lo está, y la función de la ley y los agentes de seguridad es garantizar el orden de un espectáculo absolutamente legal. Me parece que todo lo demás está fuera de lugar, y que los habitantes del pueblo no tienen por qué aguantar que nadie venga a fastidiarles las fiestas, a decirles qué es correcto y qué no, colocándose por encima de la ley. Y mucho menos que vengan a alterar la paz y agriar la convivencia.

Taurinos y antitaurinos tienen derecho a manifestar sus pasiones, y no podemos juzgar una causa por las debilidades e incongruencias de sus defensores y detractores. Pero la razón está por encima de arrebatos, y si no está bien agredir, tampoco lo está provocar.

No tienen los antitaurinos de Guadalajara lo que merecen, pues nadie debería ser agredido, pero sí han conseguido lo que andaban buscando: provocación y cobertura mediática. Creo que ahora mismo los antis y sus acólitos deben de estar revolcándose en su pátina de héroes y en la aureola de santidad que se han adjudicado.

Por último, mi conclusión sobre el tema: las lecciones de moralidad son muy bonitas, pero los medios con coherencia no están para alentar cualquier postura llamativa y efectista. Y la finalidad de las fuerzas de seguridad es garantizar el orden y prevenir problemas de convivencia; desde mi punto de vista, esos antis nunca deberían haber estado allí.

Y si no se dejan las cosas claras desde el principio, a ver quién es el guapo que se mete con ese toro resabiado.

lunes, 30 de agosto de 2010

Vestido de toros by Chula

Estos días se ha presentado una asociación internacional que reúne a municipios donde los festejos taurinos populares son parte de la historia, de la tradición y de la cultura.

Por ahora componen la asociación ocho municipios:

Pamplona (Navarra)-- Fiesta de Interés Turístico Internacional
San Sebastián de los Reyes (Madrid)-- Fiesta de Interés Turístico Nacional
Cuéllar (Segovia)
Vall D" Uxo (Castellón)-- Fiesta de Interés Turístico Internacional
Beas del Segura (Jaén)
Saint Server (Francia)
Santarem (Portugal)
Moita (Portugal).

La alcaldesa de Pamplona señaló que el objetivo es "defender esta tradición e impulsar su promoción".

Por su parte, el alcalde de San Sebastián de los Reyes y presidente de la Asociación indicó que, desgraciadamente, esta asociación tiene que utilizar la palabra "defensa". "Cuando empezamos a pensar en ella, no pensamos en la palabra defensa sino en la promoción". (Fuente: Diario de Navarra)

Yo me quedo con la promoción frente a la defensa. Y como promoción, me parece original y atrevida la propuesta de la alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina: llevó a la presentación de la asociación un vestido con un toro.

Ya había visto el vestido un día por casualidad en internet, pero hoy me he visto negra para volverlo a encontrar. Odio buscar los objetos perdidos porque podrían estar en cualquier parte, y más probablemente en ese milímetro cuadrado que se te ha pasado por alto. Pero me he encabezonado, y aquí tenéis el resultado:


Es una creación de Chula, en su colección "The World" (El mundo), donde se incluyen diferentes vestidos representativos de una variedad de países.

Y han elegido al toro como símbolo representativo de España.

Y a vosotras, ¿os gustaría tener un vestido como este?
Vosotr@s aficionados, ¿os gusta usar complementos de corte taurino de vez en cuando?

viernes, 20 de agosto de 2010

La Fiesta es


La Fiesta es 
naturaleza, ecología, medioambiente,
economía, fuente de riqueza, generadora de empleo,
cultura, tradición e historia

y forma parte de nuestras señas de identidad,
de nuestra trayectoria,
y de nuestra propia conformación
como sociedad.

José María Barreda, presidente de Castilla-La-Mancha (vía El Mundo)

miércoles, 18 de agosto de 2010

Comunicar los toros

En el periódico El Mundo todos los días nos desayunamos con los toros en portada. Esto desde luego no es casual, y para mí tiene un mérito enorme, pues equilibra la balanza y sobre todo cumple una labor informativa. Siempre nos quejábamos, y con razón, de que los toros no estaban en los medios de comunicación. Pero ahora esto ha cambiado, y mucho.

No se trata sólo de que asistamos todo el día a debates esencialmente banales en televisión, o que los periódicos aireen las protestas y lágrimas de los antitaurinos. Sucede ahora que más información sobre los toros, sobre sus valores y su significado, está disponible para aquellos que, sin estar a favor o en contra, nunca han estado muy enterados del tema.

El pasado lunes el cuadernillo de verano de El Mundo se abría con la llamativa foto de una actriz vestida de torero sobre un escenario, junto con el titular "Hemingway lleva la "Fiesta" hasta Escocia".

Una compañía de teatro americana ha llevado a escena la novela de Hemingway The Sun Also Rises, traducida en España como Fiesta. La obra de teatro es un tanto experimental, pues dura cuatro horas, al tratar de reproducir los diálogos originales. La misma compañía ya había representado El Gran Gatsby de Fitzgerald (que duraba seis horas) y El Ruido y la Furia de Faulkner.

En Edimburgo ha tenido lugar la presentación de la obra, y en otoño se representará en Nueva York. Es muy interesante analizar la diferente visión de los toros que se tiene en dos países anglohablantes como Reino Unido y Estados Unidos. En Reino Unido la opinión general es contraria a las corridas de toros (o a la tauromaquia, como acostumbran a decir ellos), entroncando con el origen de los movimientos a favor de los derechos de los animales, mientras que en Estados Unidos, como se recoge en el artículo de El Mundo, "los toros tienen un prestigio que no tienen en otros países del mundo. En parte por la influencia del Oeste y en parte por la influencia impagable de Hemingway".

Lo que evidencia la disparidad de opiniones a ambos lados del océano es que al fin y al cabo la visión sobre los toros no es más que el resultado de una determinada aproximación cultural. Me acuerdo ahora del rodeo al que fuimos en Kentucky. La hombría y orgullo de los protagonistas me recordaba a la determinación y valor de los toreros, y la pasión del público a la entrega de los aficionados taurinos. No creo que un inglés medio pudiera tampoco disfrutar de un rodeo, pues los valores o la actitud que encarna son opuestos a la flema y contención inglesas.

Dicho esto, también hay que reconocer que en cada país por supuesto hay diferencias individuales más allá de los patrones culturales generales, y que tanto en EEUU como en Inglaterra siempre me he encontrado con personas que han querido saber e informarse, y a las que les movía una gran curiosidad. Y siempre parece muy loable en todos los ámbitos el querer saber antes de formarse una opinión o emitir un juicio.

En España podría pensarse que todas las personas saben de toros, conocen esta realidad y por tanto la aprecian. Mis amigas chinas se sorprendieron de veras cuando les expliqué que no era así: que por supuesto hay gente en España que está en contra de los toros y, lo que puede ser más sorprendente, que hay mucha gente que no conoce la realidad de la tauromaquia.

Y ahora voy a lanzar yo una idea desde aquí, aunque sea como lanzar el chucho de melocotón que me acabo de comer y que apenas ha alcanzado a atravesar la verja del jardín (y ahora ahí yace estéril entre el polvo del camino). Pero pimba, cojo carrerilla y ahí va.

Decía al principio que ahora los toros están en los medios de comunicación, y que es bueno para al menos darnos a conocer. Luego ya que cada uno opine lo que quiera, faltaría más, pero que sea con conocimiento de causa. Creo que lo más difícil de explicar a una persona que no conoce nuestra afición es los sentimientos que el toreo produce y los valores que representa. Y quizá podríamos aprovechar la situación no sólo para estarnos defendiendo todo el rato (como decía Morante, y me encanta, ¿defendernos de qué?), sino para transmitir de forma positiva el significado de los toros.

Los de la Mesa del Toro no se cansan de explicar el éxito que tuvo una exposición que llevaron a Bruselas explicando el mundo de los toros. Bueno, pues me parece a mí que tan necesario o más que explicar los toros en Europa es hacerlo en nuestro propio país, donde la ignorancia se mezcla con el prejuicio y la manipulación.

Entonces mi idea es la siguiente: preparar una exposición de calidad (o sea, que no consista en cuatro pósters y carteles mal puestos) que fuera rodando por España de feria en feria, y que estuviera dirigida a informar y entretener no a los taurinos ni a los antitaurinos, sino a todos aquellos que simplemente desean tener una experiencia de conocimiento y belleza, como la que se busca al acercarse a cualquier exposición. Y como digo, la exposición iría de feria en feria, mostrando lo que pasa en el ruedo y alrededor de él a todos los que nunca se han acercado a una plaza.

¿Qué os gustaría a vosotros que supieran de los toros aquellos que sin estar ni a favor ni en contra tienen interés por conocer?



jueves, 5 de agosto de 2010

Los toros y El País

Estimada Señora:

Su artículo del pasado domingo 1 de agosto, "Los protaurinos ganan en cultura", tuvo el mérito de hacerme hervir la sangre, relajadita y al fresco como yo estaba disfrutando de mi lectura dominical. Ahí terminó mi lectura, temerosa de que tanto cinismo se extendiera a otras noticias del periódico sobre cuyo contenido yo fuera más ignorante, por lo que corría el riesgo de creerme a pies juntillas lo que ustedes tuvieran a bien contarme.

Ahora, un poco más calmada, me gustaría aprovechar la oportunidad que el periódico brinda para hacerle llegar mi opinión, con el fin de que entre todos podamos contribuir a hacer de El País el "medio sensato, sereno y equilibrado" que se jacta de ser.

Empieza su artículo citando que "De todos es sabido que EL PAÍS está a favor de la fiesta de los toros". Este planteamiento para abrir el artículo me ha dejado absolutamente tocada, pues desde el pueblo llano donde yo me encuentro la visión sobre la postura de su periódico respecto al tema toros es totalmente la opuesta. Me ha dejado bastante preocupada que desde la redacción se tenga una visión tan alejada de la realidad.

Y si cabía alguna duda sobre la opinión de la calle, basta mirar a la portada de ese mismo domingo para darse cuenta de cuál es la postura que adopta el periódico: en primera página se anuncia que "La mayoría de los españoles rechaza los toros", pero basta empezar a leer la información para darse cuenta de que en realidad se quiere decir que "Al 60% de los españoles no le gustan las corridas de toros".

Me parece que de un enunciado a otro hay una diferencia abismal: una cosa es que no te guste algo, y otra muy distinta que estés en contra. Esto me parece tan elemental, que no creo que a competentes periodistas se les pueda haber pasado por alto. De forma que no me queda más remedio que concluir que han sido muy conscientes al elegir el titular. ¿No se llama eso en lenguaje periodístico manipulación?

Argumenta usted también que "En el año y medio transcurrido desde que se inició la tramitación de la iniciativa popular no he recibido ninguna queja de lectores protaurinos y si, en cambio, de los defensores de los animales". Y bien, no entiendo que es lo que esto prueba. ¿Que los lectores "protaurinos" ( por usar su terminología) están muy contentos con la información taurina del diario? Podría decirle que sin duda los antitaurinos son más activos en sus planteamientos. Al fin y al cabo los aficionados a los toros se limitan a disfrutar de una actividad que hasta hace muy poco era legal en todo el territorio nacional.

En el grueso de su artículo, se enzarza en una batalla en la que los números parece que vienen a probar la ecuanimidad en el tratamiento del tema: tantos artículos a favor, tantos en contra. Si fuera por números, podrían utilizar los datos de la propia encuesta del periódico: el 57% de los encuestados se muestra en desacuerdo con la prohibición de las corridas de toros en Cataluña.

Pero creo yo que la información no se mide cuantitativamente, sino cualitativamente: lo que importa es la profundidad, coherencia y entidad de las ideas. Me encantaría leer artículos que profundizaran en las razones antitaurinas, pues generalmente son un tanto repetitivos y dogmáticos. Por su parte, disfruto con las aportaciones de diferentes intelectuales profundizando en las razones de los taurinos: creo que son precisamente éstas las que se echan de menos en su periódico.

Pero es en la parte final de su artículo donde usted da la puntilla a toda posibilidad de creer que El País trata de mantenerse ecuánime: recoge usted una queja de un lector al que le ofende el uso de metáforas taurinas. ¿El siguiente paso va a ser censurar el lenguaje? El comentario de Emilio Fonseca me llena de estupor, y más que usted lo haya considerdado serio y oportuno al recogerlo en el artículo.

Esperando no haberla ofendido al utilizar la expresión "dar la puntilla", y esperando que no se apruebe próximamente una ley que con carácter retroactivo me criminalice por ello, reciba un cordial saludo,

Podéis recrearos con el artículo de la defensora en cuestión en http://www.elpais.com/articulo/opinion/protaurinos/ganan/Cultura/elpepiopi/20100801elpepiopi_5/Tes

sábado, 22 de mayo de 2010

En deuda

Escribo porque no puedo dormir, o más bien para poder dormirme. Porque ni siquiera necesito cerrar los ojos para ver la imagen congelada de la horrible cornada, como si el rollo de película se hubiera quedado para siempre ahí atascado.

Si lo hubiera sabido, habría cerrado los ojos a tiempo; a tiempo de no ver, de no saber, de haber dado al pause. Como si así pudiera haberse evitado el final. Intento tan inútil, claro, como cuando vemos una película por enésima vez, y aun así todavía mantenemos la esperanza de que el final sea distinto, de que se salven los buenos.

Y tras mucho remover la cuchara intentando desleír el terrón de angustia, lo único que viene a calmarme es una frase tan manida como "así es la vida".

Porque así es la vida, y así son los toros. Hay quien prefiere vivir bajo un paraguas, y quienes reverenciamos a los toreros por ponernos al filo de la navaja.

Aunque a veces la moneda caiga de cruz, y sea un mero hombre el que al final se queda con el drama.

Pero ese hombre es torero, y cuando apuesta, lo hace al todo o a la nada. Y los demás quedamos con él en deuda eterna.

Por el terrible peso de toda la verdad y la emoción que debo es por lo que no puedo dormir esta noche.


MUNDOTORO.COM: “El grano de sal que le falta al océano” (CRV)


Tiene la vida justo lo que tiene la fiesta. Por eso es tan culta. Porque te ama y te mata y te mata todo lo que te ama. La cultura, hablemos claro, es la vida. Perra a veces, grandiosa a ratos, entre humana y brutal. Se nos mareó la sangre con la boca rota de Aparicio y se deshelaron los corazones al ritmo del deshielo lento de El Cid. Un hombre y una mujer son eso, pasión y sentimientos. Leer esta tarde es llorar y reír al mismo tiempo, ahogarnos en el diluvio más tropical y pasear a lomos del arco iris que sale. Eso el toreo. La vida, perra y buena, cruel y generosa. Esa es nuestra cultura.





jueves, 29 de abril de 2010

De toros y hombres

Ayer se publicó esta viñeta sobre toros en El Mundo. Me ha llamado la atención porque me ha parecido chocante al principio, e incongruente tras reflexionar un poco sobre qué es lo que me había parecido raro.

Miradla un momento: ¿veis vosotros algo extraño?

¿Qué mensaje nos quiere transmitir el autor? Una padre, una madre y un hijo con pinta de querer aparecer como ejemplo de la familia media, charlando en un momento también de lo más cotidiano y normal. Tenemos a la madre comiendo a carrillo lleno, el padre encorbatao recién llegado de su trabajo representativo de la clase media urbana, y el niño con pinta de sabihondo y un tanto cargante.

Conversan igualmente sobre cualquier cosa intrascendente y cotidiana. Entre bocado y bocado, el padre comenta sobre la mejoría del torero tras su cornada, pues la espeluznante cogida ha sido portada de todos los noticiarios.

El niño, la nueva generación, replica enseguida y se preocupa por el toro. No es baladí que sea un niño quien pregunta por el toro. Es una pregunta retórica: ya sabemos todos que el toro está muerto. El niño, en su mundo ideal, no puede concebir el destino del toro, y opone su preocupación por el animal al comentario del padre sobre la recuperación del torero.

Son dos generaciones separadas por la mesa camilla, y por el tiempo histórico. El niño trae los nuevos ideales, la nueva conciencia ideológica, el despertar de una nueva sensibilidad. Y se opone aún más a las viejas formas e ideas del padre, heredadas del pasado. Seguramente el padre no tiene ni idea de toros, y le dan absolutamente igual. Pero nunca se ha planteado abolirlos o no, simplemente ha aceptado esa realidad sin más, de la misma manera que ha aceptado la corbata y su trabajo insustancial como moneda de cambio.

¿Quedamos, pues, en que -como parece- la viñeta ofrece un mensaje antitaurino?

Volví a mirarla con detenimiento porque no me parecía todo tan simple: me había parecido que algo no encajaba, y tenía que descubrir qué era.

El padre se preocupa por un hombre que, contra todo pronóstico, ha salvado la vida. El hijo se interesa por un animal que, como cabía esperar, está muerto.

Y todo esto -la vida de un hombre y la de un animal- se contrapone en la misma frase.

Alexander Pope, escritor británico del siglo XVIII, describe la hipocresía y trivialidad del mundo que le rodea de la única forma que le queda, convencido de que la razón es insuficiente para cambiar la situación, o para hacérsela entender a sus contemporáneos: con  ironía demoledora. Según Pope, los valores de la sociedad están trastocados, pues se da importancia excesiva a la belleza y a las apariencias en detrimento de la sensatez.

Pero esperad que os explique por qué he pensado en Pope al leer esta viñeta. La técnica concreta que usa en sus versos es oponer en la misma línea o en líneas sucesivas, usando el paralelismo, un hecho nimio con otro importante. Trata de ridiculizar con este recurso estilístico a una sociedad incapaz de diferenciar lo trivial de lo fundamental, así como de ocuparse debidamente de lo importante.

Os pongo un ejemplo: un duendecillo o espíritu previene a la protagonista de uno de los poemas de la amenaza que se cierne sobre ella. No está muy claro todavía cuál es el peligro, pero se trata en todo caso de algo muy grave: puede que le arrebaten la virginidad, o que una jarra de china se descascarille; puede que mancillen su honor, o su nuevo brocado; puede que olvide sus oraciones, o quizá se le pase una fiesta; puede que pierda su corazón, o tal vez el collar, en un baile.

¿Conclusión? Pues que me parece que en esta viñeta el antitaurino Ricardo sin darse cuenta está revelando lo trivial y vacuo de su argumento: pone a la misma altura, en la misma línea,  la vida de un ser humano y la de un animal.

Y eso, en el mundo de Pope y de la razón, más allá de la opinión que cada uno tenga sobre los toros, supone equivocar la perspectiva.

Leo en Burladero unas declaraciones de Fernando Savater sobre los toros:
Preguntado sobre la moralidad de los toros y sí consideraba acertado prohibirlos, Savater fue claro: "Claro que no se debe prohibir. Los animales no son humanos, así que esta idea de que son como nosotros, pues no. Son seres vivos pero no tenemos obligaciones morales con ellos, sino quizá otro tipo de obligaciones.



sábado, 17 de abril de 2010

Las lágrimas de El Juli

Llego a tiempo para ver las lágrimas de El Juli. Y a Castella sin inmutarse bajo la lluvia. Y luego saldrá Perera. Es en la repetición, y los toros tienen algo del aquí y el ahora, es necesario darlo todo en el momento adecuado, ni antes ni después, a la hora convenida.

Y a esa hora están siempre los toreros preparados. Nunca hay excusas, ni miedos, ni renuncias. Por eso son superhombres, los últimos héroes de la época posmoderna.

Y por eso son los toros el último reducto de lo aútentico.

Enciendo la tele, y torea El Juli como esculpiendo en frio granito, y sale una escultura clásica, perfecta y pura.

Es la repetición, y puede que los toros sean un arte del aquí y el ahora, pero las lágrimas de El Juli están presentes todavía, y son nuevas, congeladas para siempre en el instante eterno de lo auténtico.

Mata bien parece, pero tarda el toro en caer. Llora luego también el puntillero, que levanta al toro. Se prolonga la agonía del toro, es siempre difícil que la muerte venga a rematar la vida con dignidad. Da la vuelta al ruedo El Juli, y llora también una señora que veo entre el público.

Ha sido llegar a casa tras una semana en la que no hay tiempo casi para pensar, y la vida concentrada se me ofrece en una píldora mágica. Sí, aquí era donde estaba la esencia, donde ha seguido todo el tiempo.

Llora El Juli porque dice que ha sido dura la lucha, que le ha costado mucho llegar hasta aquí, que hasta el último momento nada estaba claro.

Lucha, sin saber el resultado, sin saber si alcanzará el éxito, si el triunfo existe. Es la misma batalla que han librado Castella y Perera, y el mérito es el mismo.

Sale a hombros solo El Juli, y sigue llorando. Lloraba el peón que levantó al toro, lágrimas toscas, y le abrazó El Juli con sus lágrimas de agua de colonia.

Ha sido por una Puerta del Príncipe, son las sensaciones de unos pocos minutos, y los sueños que no tienen fin.

Hoy tenía yo ganas de llorar. Pero ya no me va a hacer falta. En esas lágrimas de manantial antiguo llora el último sentimiento del siglo XXI.

Para que lo lea mi padre, que las vio conmigo

domingo, 11 de abril de 2010

Inmigrantes sin papeles: seres humanos sin derechos

Esto se publica ayer, 10 de abril, en el editorial principal de El Mundo, y es una de las cosas que me parecen más graves:

Mientras, el líder de PP se sacó de la chistera una ocurrencia tan disparatada como la de que se deben conceder todos los derechos a que da lugar el padrón -como el de asistencia sanitaria ambulatoria o el de escolarización- "a todos los seres humanos, por el hecho de serlo", sin necesidad de registrarlos en sitio alguno.

Y a vosotros, ¿qué os parece grave: que el líder del PP se saque de la chistera una ocurrencia tan disparatada, o que los líderes de la prensa consideren una ocurrencia disparatada el que todos los seres humanos tengan derechos básicos?

El el editorial de El Mundo se expone la idea de que debe aprovecharse que los inmigrantes ilegales se han apuntado en el padrón (de forma que sus hijos puedan ir a clase y todos al médico), para denunciarlos y echarlos a patadas, que vuelvan a su rincón, a su hura de ratas, y nos dejen a nosotros en paz, pobrecitos, con la crisis que tenemos.

Primero, que lo que es de ratas es aprovecharse de que los inmigrantes sin papeles se han apuntado al padrón porque era lo que el marco legal permitía para asegurarles unos derechos mínimos, para coger ahora y a cuenta de eso, en un hábil giro, conseguir que sean los propios inmigrantes ilegales los que se echan la soga al cuello. Y segundo, lo único que van a conseguir es que no se apunten al padrón.

O sea, que los niños no vayan al colegio y que una serie de personas se queden sin derecho a la salud. Por eso es mucho más conveniente, infinitamente más inteligente, conseguir catapultarlos de vueltas a sus países o tirarlos al fondo del mar, que para el caso no debe de haber mucha diferencia. Allí ya se pueden juntar con los miles de millones que se mueren de hambre y que no tienen derecho a nada. Esa es una parte del mundo que es así, ya lo tenemos asumido, es tan normal que ni siquiera se nos cae la cara de vergüenza, forma parte del pack.

Que vayan cuatro ONGs a arreglar un poco la situación, pero eso sí, sin mi dinero, porque a saber en qué se lo gastan. Y los gobiernos que sigan con sus políticas económicas de libre comercio que expolian y sangran a los países menos competitivos, que nosotros tenemos derecho a estar gordos. Y que no se le ocurra a mi gobierno darle una sola migaja al Tercer Mundo, con los problemas que tenemos aquí.

Aunque ahora a lo mejor ya nos parece normal discriminar a las personas en nuestro propio país, y condenarlas a vagar como seres invisibles, según un criterio tan obvio y diferenciador como tener o no un papel donde te diga que eres un ser humano con derechos. Parece que Europa, que por lo visto es la que está que trina, no es más que un montón de burocracia que muere sepultada bajo el peso de sus propios papeles.

Escribo este rollo porque me cuesta abordar la frase que encierra la cuadratura del círculo. Impotencia y cansancio y mucho pesimismo de que gente inteligente y preparada, parte de la élite intelectual del país,

considere una ocurrencia disparata el que todos los seres humanos, por el hecho de serlo, tengan derecho a la educación y a la salud.

Lo puedo decir más alto, pero no más claro:

Negarles los derechos básicos a gente que vive en nuestro país será comparado un día, que espero no muy lejano, con la esclavitud. Y los aviones en los que quieren repatriar a los inmigrantes sin papeles, con los vagones de trenes donde mandaban a los judíos a los campos de concentración. Porque, como ellos, lo único que van a encontrar al otro lado es la nada, el olvido, y algo que es menos que la vida.

miércoles, 24 de marzo de 2010

La cara B del mundo

Time and again, we see that the people who choose love over their careers, or even over the values of society are the ones who find real happiness. - Bill Maher

¿Podrá haber cosa más boba que dedicarse a pergeñar unidades didácticas que nunca van a ser puestas en práctica? Parece que estoy dedicando un año de mi vida a una farsa. En realidad aprendo haciéndolas, y al menos son una forma de hacer algo un poco creativo. Pero el tiempo se me echa encima, y por momentos me agobio, porque al final va a depender de la suerte el que me toque o no en el examen algo que lleve preparado.

Pero bueno, no merece la pena venirse abajo por esto. Hay el tiempo que hay, y yo no soy más que yo. Antes tenía esta visión de que vamos cargando con nosotros mismos, nos tocó nuestro cuerpo, pero sobre todo nuestra forma de ser en el reparto, y no tenemos más remedio que aguantarnos. Me veía a mí misma desde fuera, un metro o metro y medio por encima, según andaba por la calle o hablaba con la gente, como si fuera una marioneta.

A veces sigo teniendo una sensación de cobre en la boca, sobre todo al despertarme súbitamente, como si todo fuera irreal, la vida un paripé y nosotros, yo y el mundo, hubiéramos perdido completamente el rumbo y la perspectiva. Nos levantamos y nos hemos echado ya encima una serie de obligaciones que son absurdas. Se nos abre el día por delante, espera que descubramos sus regalos como en una caza del tesoro, y sin embargo lo único que hacemos es movernos como autómatas, sin tener tiempo para escuchar lo que realmente queremos, sin darle oportunidades a nuestro corazón para que se alimente de aquello que necesita, sin permitir a nuestra mente que procese aquello que nos está pasando. Somos tan ridículos como el conejo de Alicia, corriendo como loco porque su gigantesco reloj no le permitía parar.

Cuando estaba en aquel colegio del desierto manchego tenía un impulso real de pasar de largo del edificio del colegio y seguir con el coche hacia el este, hasta llegar al mar, y pasar mientras tanto por lugares tan remotos que no podía ni imaginar. Sentía la necesidad física de poner nombre y cara a todos esos sitios que apenas intuía, de saber cómo era la vida en ellos, de meterme en vena su espíritu como en una transfusión.

Pero siempre al menos un cuarto de hora antes ya estaba yo en el colegio organizando el largo día que quedaba por delante.

Ahora también querría estar en distintos sitios, quizá tratando con gente de verdad, aplicando en la realidad mis unidades didácticas, o tirándome el día observando cómo corren los becerros, con el rabo en alto que es señal de alegría, o viajando ligera de equipaje por paisajes desconocidos, haciéndolos míos, o sintiendo el ritmo de la lluvia que ahora simplemente aporrea la ventana, o acompañando a los demás en sus quehaceres y andando por un rato juntos, o alcanzando ese punto del swing en el que los latidos tuyos y míos se acompasan.

Pero estoy aquí haciendo unidades didácticas, mirándome unos pocos temas, y el tiempo me devora. A mí  precisamente, que odio las carreras contrarreloj. El tiempo va a llegar antes de lo que debería, pero aún así está bien que llegue de una vez, para que se cierre una etapa y pueda hacer balance de ella, y sobre todo empezar otra nueva.  Cuál será, aún no puedo tener mucha idea. Una más difícil que esta, eso casi seguro.

Y da miedo que así sea, da miedo lo difícil y desconocido, pero es también un temblor, un cosquilleo en el estómago, y un decir yo puedo,  y la certeza de que sólo va a poder ser a mi manera, aunque tenga que limpiar el vaho en el espejo de hielo donde algunos prefieren mirarse, y desde donde ven reflejados a los demás. Pero soy yo mucho más que lo que ese espejo deja traslucir.

Y cuando se cierre la etapa, veré que han quedado en la red más cosas de las que ahora puedo apreciar. Y más o menos acertada, condicionada por mi propia forma de ser, esa que me tocó en el reparto, aquí estoy cada día, abriendo un poquito más el agujero del futuro.

Eso va a bastarme para disfrutar y apreciar mi presente. Sé al menos lo que no quiero, y me muevo en dirección contraria, en un continuo saltar para que el fuego no me alcance. Ayer casi no leo el periódico porque en la última página había esta señora toda gorda que no sólo estaba orgullosísima de su falta de salud y de su nula fuerza de voluntad, sino que además iba a llevar estos principios hasta sus últimas consecuencias: se ha propuesto ser la tía más gorda del mundo.

Pero cómo puede la gente tener metas tan absurdas, no ver que lo que ellas quieren convertir en virtud no es más que una limitación, y en vez de luchar por reducir un poco esas limitaciones a las que todos tendemos, van y convierten esa limitación en el motor de sus vidas. Así pasa con todos los vanidosos, los huecos, los prepotentes, los aprovechados. Deifican sus impulsos más burdos. Realmente el surrealista caso de la señora que quiere ser la más gorda del mundo no es lo peor que podemos encontrar en el periódico. 

No me asusta el futuro, no me da miedo ni el éxito ni el fracaso, porque esos son conceptos que los demás se han inventado. No quiero que mi definición de éxito venga de aquellos que cifran los triunfos por las apariencias, que cierran los ojos a las corrientes subterráneas que alimentan las raíces. Yo quiero mi tiempo, mis sensaciones, quiero ser yo, esa que me ha tocado en el reparto. Lucho por lo externo en la medida que me da oportunidades para desarrollarme, toboganes para deslizarme, parques donde correr bajo los árboles.

Sé qué no quiero de la vida, y una vez más me alejo sin pretenderlo de toda esa gente que me repele. Por eso me quedo contigo, y con esos otros que viven en la cara B del mundo, y que siempre tengo la suerte de tener cerca; será porque queda el camino despejado al repeler como imanes a esos que llevan vino agrio en las venas. Me quedo con la humildad de los barrios, y con los que ponen amor en su trabajo, y con el conocimiento profundo y auténtico que no cotiza en bolsa.

Porque lo que más odio del mundo no es a la pobre señora gorda inmensa y feliz en su silla, sino a las dos maniquíes enlacadas y bobaliconas que posan a su lado, que alientan a la pobre mujer en su desvarío, que no se cortan en aparecer junto a ella, pensando las ingenuas que así resaltarán su belleza y su delgadez. Cuando lo único que queda de manifiesto es que son payasos del mismo circo.

¿Que no tengo sangre en las venas? Por fortuna no todo el mundo puede entender qué me corre a mí por las venas.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Orgullosa de la gente del toro

Escribo hoy para contar lo orgullosa que estoy de la gente que le gustan los toros. Orgullosa porque en todo este debate toros sí toros no han demostrado una gran serenidad y un tremendo saber estar.

Lo cierto es que en muchas ocasiones aguantan los taurinos insultos y comparaciones odiosas. La última hoy en El País, donde se equiparan a los toreros con chulos, verdugos, borrachos y no sé qué más.

Supongo que nos asiste la certeza de que los que insultan no pueden saber a ciencia cierta de lo que hablan. Y por ello no los tomamos demasiado en cuenta.

Pero aún así, para cualquier persona humana es lo más normal del mundo perder en un momento dado los papeles y descalificarse así a sí misma, lleve o no la razón.

Y sin embargo los taurinos permanecen fuertes y tranquilos, reafirmados en sus convicciones y en su afición. Se dedican a lo suyo, que es tratar de absorber hasta los tuétanos el cuerno de su pasión.

Admiro también a todos los aficionados taurinos que en sus blogs comparten su interés por los toros, que no pueden dejar de publicar entradas con asiduidad religiosa para intentar aplacar al gusanillo de la afición que los carcome. Aunque a veces los veo como pequeñas hormiguitas a las que se les va la vida en inútiles debates. Para muchos de ellos, todo en el mundo de los toros está mal: ganaderos, periodistas, toreros. Y sin embargo luego se desgañitan defendiendo un mundo sin el que no podrían concebir su vida.

Irónico, tierno y desconcertante a un tiempo. Son como niños peleándose y abrazándose al minuto siguiente. Pero me gusta todo eso: su pasión, su constancia, sus convicciones. Su generosidad y su confianza en la vida, que es lo mejor que nos enseña la infancia.

Me siento orgullosa de que a pesar de las diferentes opiniones que puedan tener, les une algo superior, que no es otra cosa que el amor, el profundo amor, por el arte del toreo.

Y me gusta usar la palabra amor porque el sentimiento de los toros no es más que eso. ¿Qué otra cosa podría mover así los corazones y hacer de sus gentes seres buenos?

Porque hay algo bueno en la experiencia de los toros. Sale la gente de la plaza, y ha asistido a un espectáculo catárquico, ha sentido la comunión con el resto del público, ha hecho suya la experiencia artística. Y por eso salen de la plaza los aficionados toreando por las calles los días buenos, o con unas ganas locas de sentir el orgasmo del arte aquellos otros días en los que los preliminares no son suficientes para aplacar el deseo. Sale la gente del fútbol, y destrozan medio mobiliario urbano.

Y me siento muy orgullosa de todos aquellos que han utilizado su inteligencia y su sensibilidad privilegiadas para profundizar en la esencia de los toros. He leído en estos días artículos geniales, brillantes y certeros que analizan los diferentes aspectos de las corridas.

Y como resultado son los toros más reales y auténticos que nunca. Para mí son muy importantes las palabras y las ideas, los razonamientos impecables, los atisbos de profundidad. Y el debate de los últimos tiempos ha dotado a la fiesta de unos argumentos intelectuales que vienen a unirse a los que otros pensadores no tan lejanos aportaron.

Es también esencial para mí el rodearme de gente buena, desprendida y apasionada. De gente deseosa de compartir sus valores, de abrirse a los demás y de aportar buenas vibraciones. Y por ello me siento, finalmente, terriblemente afortunada de encontrar en la familia taurina gente que, más allá del interés común, satisface mis aspiraciones.

viernes, 5 de marzo de 2010

Rumiando

A veces se levanta una ya cansada. Cansada por todas las cosas que se tienen, que se quieren hacer, y desanimada porque el tiempo apenas da de sí.

Siempre he creído que la inteligencia está sobrevalorada. La única manera de desarrollar una habilidad, de ser experto en algo, es dedicar tiempo a esa materia. Pero es muy difícil caminar por la vida en línea recta: hay bifurcaciones que te confunden, recodos de colores suaves que te invitan a adentrarte en ellos, puertas laterales que alguien dejó entreabiertas, paisajes maravillosos que debes contemplar.

Quizá no necesite mucha inteligencia para caminar por el mundo, pero sí que agradecería un poco de capacidad para poder manejar varios asuntos a la vez, para multiplicar así el tiempo y hacer más largos los días ligeros que apenas tienen tiempo de posarse en mi vida.

Pero no es así en mi caso: necesito centrarme en lo que hago para poder sacarle el jugo. De lo contrario, si me disperso, si tengo la atención dividida, si no dedico tiempo a lo que hago, parece que no he vivido, que es otra la que como una máquina escacharrada chirría y avanza a trompicones que no llevan a ninguna parte. Si acaso, al camposanto de piezas oxidadas.

Otros pueden correr, avanzar, lograr objetivos como si estuvieran reventando a velocidad de vértigo las burbujas que dan puntos en un videojuego. Lo mío es el camino largo y lento, en el que necesito disposición para vivir y tiempo para masticar lo vivido. Soy una rumiante de la vida: son más auténticos los hechos cuando los tamizan mis cuatro estómagos internos.

Por eso ahora dejo todo a un lado y me pongo a escribir, a rumiar, a digerir. A poner a funcionar los jugos gástricos y expulsar de mi organismo los restos de esta digestión pesada. Y ahora, solo ahora, puedo regresar a ese mundo que ahí fuera sigue dando vueltas sin mí.

Soy como un viejo tren que va haciendo parada en todas las estaciones. Para otros queda el Ave, la alta velocidad, las grandes ciudades. Yo avanzo por los pueblos, sin llegar a ser nunca experta en nada, frustrada a veces por los altos destinos que están más allá de mi alcance. Pero sigo y sigo dando vueltas a mis ruedas, echando carbón a la maquinaria, porque sé que en alguna esquina me espera humilde la gota de emoción que otros arrojaron con fuerza fuera de sus bolsillos.

jueves, 25 de febrero de 2010

Revienta el campo

Voy con el coche. De día. Por mi carretera. Presumen las charcas y regurgitan agua las tierras. Como una gran presa a punto de venirse abajo, parece que va a reventar la dehesa. El Campo Charro de pronto se ha hecho  marisma.

Los charcos se vuelven charcas, los regatos dueños y señores de los cercados. El agua ha bajado de los cielos para erigirse en diosa.

Y revienta el campo, sí, pero de belleza. A veces entre la neblina, otras tamizados por la luz del sol claro, les salen los colores a los prados.

De lo más hondo de la tierra brota un verde nuevo. Ligero y profundo como un adolescente a punto de descubrir la verdad eterna.

La luz clara, el verde intenso, las charcas que sestean hartas y satisfechas. Conduzco y conduzco, es la carretera la que se desliza bajo mis ruedas. Las charcas comienzan a desperezarse como gigantes dormidos, las encinas se sacuden elegantes los cabellos, la hierba alta destila gotas como lágrimas.

En mi coche sólo se escucha una única música, se ha estropeado el caset, y no hay manera de sacar la cinta. Y en mi coche, en mi carretera, en mi cinta grabada de la radio hace la tira de años, hay un único día: indefectiblemente una vez a la idea y otra a la vuelta, la locutora repite: hoy es San Juan, feliz día a todos los Juanes.

"Y si mi vida se redujera a un solo día, ¿qué día me gustaría que fuera ese?", me preguntaba yo cada vez que la locutora volvía a la carga.

Y ahora tengo la respuesta: un día como este en el que el amor desborda el pecho como el agua las charcas.


Cuadro (pastel): Adolfo Nieto

martes, 23 de febrero de 2010

'Muchas veces dicen ¡vamos a defender! Y digo yo, ¿defender qué?'

Declaraciones de Morante de la Puebla en http://www.burladero.es/


Morante está convencido, como tantos otros aficionados, que la Fiesta hay que enseñarla, difundirla, promocionarla... y asegura estar esperanzado con el nuevo rumbo que ha tomado la Mesa del Toro:

"Ya era hora de que nos uniéramos todos los estamentos para ir en una misma dirección y que todos nos encontremos arropados con todos nosotros, que sea una fuerza importante. Mi intención más personal es que la Fiesta hay que enseñarla, porque muchos antitaurinos estoy seguro que no han visto un toro en el campo en su vida, no han visto lo que es el mundo del toreo, lo que es el toreo. A esas personas hay que inculcarles, enseñarles el mundo del toro en general y con ello creo que tendrían otra opinión de la que tienen", explica Morante de la Puebla.

"Muchas veces dicen ¡vamos a defender!, pero yo digo, ¿defender el qué? Sobre todo lo que hay que hacer es enseñar, no defender, pero claro ante tantos ataques y sobre todo de algunos políticos te tienes que defender. El toreo sigue siendo el toreo y es una cultura y una historia que nació con el pueblo español y no creo que tenga un especial españolismo en Barcelona, sino que es una Fiesta de todos, catalanes, andaluces y todos aquellos lugares que hay plazas de toros".

"Creo que se tiene que dar programas informativos, porque si no, ¿cómo llegan los toros a Cataluña?. Como no sea por la primera cadena es imposible que llegue por otro sitio. En Canal Sur, el programa Toros para Todos, realiza una labor importante y se está aficionando mucha gente joven, pero en Barcelona no lo conocen, porque no se vive el toro, no se vive el ambiente, no se vive. Así es muy difícil, es como si no conoces un deporte o un juego, pues no te aficionas", reflexiona José Antonio.

jueves, 18 de febrero de 2010

Dibujos animados muy poco inocentes

Me había propuesto no escribir más sobre la "defensa" de la fiesta. Escribir de toros sí, y explicar qué son también. Compartir sus valores y siempre expresar mis emociones. Pero nada del rollo este toros sí toros no. Eso que lo discutan los antis, y a los demás que nos dejen en paz. Yo todo lo que he hecho ha sido comprar mi entrada para ver en directo a Perera en Vista Alegre. Ahora simplemente espero con ilusión que llegue ese fin de semana taurino, pues aprovecharé también para ver en el cine el documental Arena, en el que el director alemán refleja los sueños y los valores de los chavales que luchan por ser toreros.

Pero algo muy grave está pasando en la sociedad, entre los que tienen el poder para presentar la realidad, así que salgo de mi nube y no me queda más remedio que ponerme a escribir.

Otros alemanes, los de la empresa que produce una serie de dibujos animados llamada "Vipo, las aventuras del perro volador", presentan una visión muy distinta de las corridas de toros. El perro Vipo y su amiga la cigüeña viajan por todo el mundo, aprendiendo de las diferentes culturas y transmitiendo a los niños valores de pacifismo, según puede leerse en su página web. En el capítulo del pasado domingo, el perro afirma que ningún animal va a sufrir en su presencia, así que se dedican a salvar a un toro del torero abusador. Para ello luchan con toreros y subalternos, y logran sacar al toro de la plaza, que vuelve al campo a vivir feliz.

No sé si el objetivo de los creadores era directamente antitaurino, o si simplemente cogieron el primer ejemplo que se les ocurrió para promover el amor a los animales. A cualquiera de los dos casos puede aplicarse la máxima de que la ignorancia es muy atrevida.

Como siempre, vaya por delante que cada uno puede pensar lo que quiera, faltaría más, yo misma suelo pensar lo que me parece, o lo que me dejan, que esa es otra, a saber en cuántos aspectos nos lavan el cerebro.

Pero no es lo mismo hacer un documental de toros, para adultos, en el que trata de reflejarse un aspecto de la realidad... que realizar unos dibujos animados en los que se presenta una visión falseada y partidista de los toros... ¡y se les enchufa en vena a los niños de medio mundo!

Yo soy pequeña, veo los dibujos, y normal que si oigo hablar de una corrida de toros me parezca lo más terrible del mundo. De hecho, creo que me crearían un trauma.

Los mayores piensan, se informan, y luego toman sus decisiones. Los niños no, los niños piensan y repiten lo que nosotros les enseñamos. Esta gente que está en posesión de la verdad, de la moral y de los buenos sentimientos ha decidido ponerse a salvar el mundo y acabar con las corridas, salvando al toro por encima de sí mismo. Y que los niños sean los primeros en participar en este nuevo orden que se ha decretado para la humanidad. Así se aseguran que construyen un mundo a su medida.

¿Qué bobada es esta de que el toro se vuelve al campo a vivir feliz? Que se pongan a salvar a todos los animales que están al servicio del hombre y a los que no se les da siquiera la oportunidad de vivir cuatro años en el campo a cuerpo de reyes.

Yo hay veces que sencillamente alucino ante tanta bobada. Esta gente debe de vivir en los mundos de yupi, donde no existe la muerte y los productos de origen animal deben de producirse a través de un programa de ordenador.

Me indigno, sí, y mucho, por dos razones:

  • Primero, como taurina, porque estoy harta de que nadie tenga que venir a darme lecciones de moral, a decirme que si no pienso como ellos es porque soy una salvaje, atrasada, cruel, etc. Jamás podría ser amiga de un antitaurino de estos radicales, cómo podría serlo si me están negando el respeto a lo mejor de mí misma.

  • Segundo, como ciudadana, porque me da miedo este lavado de cerebro que nos hacen por todas partes. Nos llevan al país de las flores y de la estupidez, con antiojeras a la realidad, siempre mucho más compleja, poderosa, y bella también. Antes el aborto me parecía sencillamente adecuado y pertinente, pero ahora no lo tengo tan claro, seguramente no es más que otra idea progre de las que deberían debatirse y matizar mucho, pero como es progre, pues no necesita reflexión ni debate de ningún tipo. Es bueno porque es progre, y punto.

Me indigna tanto la emisión de los dibujos antitaurinos porque me parece ya el colmo el meter a los niños de por medio. Si los alemanes esos han hecho estos dibujos porque no tienen ni idea, lo entiendo, aunque la superficialidad y la pereza mental no tienen nunca justificación, y menos cuando se trata con niños. Y están jugando también con los valores y sentimientos de muchas personas. Pero el que TVE los haya emitido en nuestro país como si fuera lo más normal del mundo me parece un abuso de poder y una iresponsabilidad tremenda.

Dado el debate que existe actualmente en nuestro país sobre los toros, emitir este tipo de programas es seguir ocultando la realidad que existe para muchas otras personas, y continuar horadando los cimientos sociales de la fiesta.

Esto es un lavado de cerebro, un adoctrinamiento en toda regla. He leído por ahí que este adoctrinamiento recuerda al de los regímenes comunistas, y en parte estoy de acuerdo. Existe la moral única, la moral superior, y todos han de comulgar con ella. Los medios de comunicación están al servicio de esta moral y del poder que se beneficia de ella. Pero aún hay una diferencia: todavía podemos protestar y hacer oír nuestra voz. Yo ya he mandado mi queja a rtve, y he animado a hacerlo también a todos los que he podido. Es poco, pero es lo que hay. Al menos no podrán acallar mi empeño por transmitir la "otra" verdad que corre paralela con fuerza bajo las opulentas construcciones de los arrogantes dictadores.


martes, 16 de febrero de 2010

Audrey Hepburn y los toros


No sé qué pensaría Audrey de los toros. El caso es que allí estaba en 1955, en las Ventas del Espíritu Santo junto a su marido y Lucía Bosé.
¿Habría asistido hoy a una corrida? Seguramente no: habría sido políticamente incorrecto y perjudicial para su imagen.
Pero en 1955 ahí tenemos a la dulce Audrey pasando la tarde en los toros.


Y aquí la tenemos impecable de traje corto y estilosa también a caballo en la Feria de Abril de Sevilla.

Quizá por esto me va a empezar a gustar Audrey Hepburn: no es solo una cara bonita, sino que trata de integrarse y aprender de la cultura. Y parece disfrutar de ello.


lunes, 15 de febrero de 2010

Los Goya y los actores: sentimientos a tutiplén

Noche de los Goya. Me los quedo viendo hasta las mil. Primero, porque el cuerpo me lo permite, después de unos días, o noches, en los que  dicho cuerpo ha visto alterado su ritmo mañanero. Y segundo... ¿será por mi gran amor al cine? ¿Será porque me he visto unas cuantas de las pelis? ¿Será porque coincido con el director de la Academia en que este acto está para promocionar las películas y dar vida a la industria del cine español?

Puedo empezar por las razones por las que desde luego NO veo los Goya. No los veo para aguantar el rollo lacrimógeno de los actores, que si se lo dedico a mi padre, a mi madre, a mi vecina del quinto, a ti gran amor de mi vida que me quieres tan maravillosamente.

Luego pedirán los actores respeto a su intimidad, pero resulta que les ponen un micrófono enfrente y por un momento de gloria echan las vísceras por la boca. Les oigo, embalados en el gran amor que sienten por el mundo y lo maravillosos que son los seres con los que comparten su vida. Les oigo, y miro para otro lado, como se hace educadamente para disimular los colores que provocan las confesiones desmedidas, como se hace inconscientemente para librarte de aquello que te da vergüenza ajena, como se hace cuando sientes insinceridad en las palabras que te ensartan. La insinceridad, la falsedad de no utilizar la forma de expresión adecuada o el lugar indicado para expresar aquello que dicen ser lo más íntimo y esencial de sus vidas.

Vergüenza ajena, digo. Y así van desfilando uno tras otro, muy emotivo todo. Quizá alguno se pudiera salvar, quizá alguno de ellos realmente suelte una frase breve y discreta en la que se cifre un agradecimiento distinto o un rasgo genuino. Pero mejor hacían en callárselo, porque el almíbar que sueltan los demás, como el de una dependienta rapiñosa llamándote cielo, corazón, no hace más que echar paladas de colonia barata sobre su expresión profunda y necesaria de amor.

El premio a la actriz más babosa y pesada, el premio a la mayor traficante del sentimiento se lo lleva sin duda alguna Marta Etura. Agradece el trozo de mármol a su padre enfermo, a su madre querida, a su gran amor que tanto la cuida. Y todo entre lágrimas que se asoman y mohínes que se vierten desde los rostros dulces y blandos de las niñas rubias y monas que no han aprendido que hay vida más allá de las sonrisas fáciles. Sin duda, le coincidió el día adecuado para tanta expresión sinvergüenza de sus sentimientos más profundos: podían aprovechar sus frases para estamparlas en camisetas y corazones de felpa de San Valentín.

Y además, que la muchacha podía haber tenido un poco de inteligencia y discreción para disimular tanta emoción, dado que su papel, junto con el de Antonio Resines, baja del nivel del resto del reparto de Celda 211. El mejor para mí, por encima de Luis Tosar, su réplica Alberto Amman, tierno y voluble, y por ello ingenuo y capaz de empatía y convicciones.

Si los señores de la Academia quieren promocionar el cine, la  industria del cine como ellos dicen, que dejen de vendernos lágrimas y sensiblería, y se centren en su negocio. Que lo agradezcan a los que hayan contribuido profesionalmente a que su papel haya resultado meritorio, y que dejen sus intimades en casa. O que las vendan al Hola, que es donde se trafica con esas cosas.

Estoy definitivamente harta de que periódicos y revistas serias dediquen páginas y páginas preguntando a los diferentes actores por su visión del mundo y de la vida, por las grandes preguntas de la humanidad, y los terribles problemas del mundo. A ver, ¿son acaso filósofos, pensadores, grandes artistas o creadores? Que hablen de su trabajo y punto. Y por favor, que dejen de una vez la frasecita esa de que son muy afortunados, sabios y sensibles por tener la oportunidad de vivir varias vidas a través de sus personajes, lo que en su opinión les da una visión del mundo especial y superior.

Pero no, los actores nos hablan de lo espiritual y especial que es su trabajo, y de cómo eso les convierte en seres superiores, que por salvar el mundo pueden ir hasta el Sáhara o hasta donde haga falta. Y muy bien me parece a mí que vayan hasta donde les parezca, pero no entiendo por qué tengo que aguantar a un personaje tan vacuo como Guillermo Toledo pontificando en el Sáhara sobre derechos humanos. ¿En calidad de qué? ¿De gran actor que con su aportación va a salvar el mundo?
Son actores, y saben que para defender la industria no es suficiente hablar de su trabajo. Nos tienen que vender su moto, sus lágrimas, su compromiso, sus búsquedas del sentido de la vida. Pero es que para eso ya tenemos a la Esteban. Si ellos se colocan por encima, entonces que sean coherentes y no insulten inteligencias ajenas. Que sigan vendiendo sueños y glamour, pero que tengan la dignidad y la profesionalidad de hacerlo con la boca callada, o de elegir el momento para abrirla.

Que sigan luciendo modelos de alta costura, que eso es lo que buscamos en los Goya. Pero por dios que dejen de hacer ostentación de ellos. Que sean capaces de utilizar sus dotes teatrales para hacernos creer que pueden llevar un chanel y esconder el chicle.

Porque la única razón por la que yo veo los Goya es por los modelitos, por la imagen de perfección que el cine puede transmitir. Pero por lo visto hay muy pocos actores cuya imagen pueda estar a la altura de los sueños y la verdad que sus películas a veces permiten atisbar.

Así, posando sencilla y natural, como si no te hubieras puesto el disfraz de qué glamourosa soy, que para eso soy actriz, y que rabien las vecinas.
¿Me se ve bien el vestido? ¡Menudo Carnaval!


jueves, 28 de enero de 2010

Adolfo Suárez: la serie de televisión

No suelo ver mucho la tele. De hecho, ha habido muchas temporadas de mi vida en las que ni siquiera he tenido el aparato. Y tan a gusto. Total, en internet puedes elegir lo que quieres ver, y así sólo ves lo que realmente te apetece, y no la bazofia que toque para cenar. Tampoco es que vea nada en internet, pero al menos siempre está ahí la posibilidad.

No veo la tele mucho, y no es por nada. No es que vaya de antitele y antibasura. Es simplemente que normalmente suelo tener la cabeza en otra parte: estoy comiendo, y pensando en otra cosa, conduciendo, y pensando en otra cosa, caminando por la calle, y pensando en otra cosa. Creo que el mundo se puede caer a mis pies, que no me enteraría. Seguro que se me han atravesado no sé cuántos animales en la carretera y yo ni me he enterado. Porque es que dice el periódico que cada semana los animales provocan cuatro accidentes en Salamanca. Y mejor que no los haya visto, no te creas, porque si no seguro que me salgo de la carretera simplemente del susto que me pegan.

El caso es que me pongo a ver la tele, y al rato me doy cuenta de que ha pasado no sé cuánto programa, o no sé cuántas noticias, y yo he estado mirando pero sin ver nada. Entonces, claro, me aburro, y como me aburro, pues dejo de ver la tele (que, total, no la estaba viendo de todas maneras).

Y básicamente esa es la razón por la que no veo la tele: porque no me da la cabeza ni la capacidad de atención para estarla mirando mucho rato seguido. Recuerdo que cuando estudiaba en el internado me decía una compañera, qué capacidad de concentración, no te enteras de nada de lo de alrededor. Más bien se trata de que cuando hago una cosa, sólo puedo hacer esa cosa y no ninguna otra, de forma que ver la tele me exige una gran esfuerzo de atención.

Lo bueno es que así no me engancho a la basura aunque quiera. La primera vez que vemos un programa, todos nos damos cuenta de que es basura. Y lo vemos sin muchas ganas, un trocito quizá. Pero al día siguiente, vemos un trocito más largo, al tercer día nos lo tragamos entero, y a partir de ahí pasamos a necesitar nuestra dosis cotidiana de telebasura. Ya estamos perdidos, ya ni siquiera nos damos cuenta de la mierda que estamos viendo.

Afortunadamente, gracias a mi incapacidad para hacer dos cosas a la vez no me da la cabeza para llegar a engancharme a la telebasura. El no tener un sillón para ver la tele también contribuye. Si vas a ver la tele desde una silla, ya te piensas dos veces si la incomodidad de la postura va a merecer la pena.

Pero me gusta coger el programa de la tele y descubrir un programa que me interesa. Aunque normalmente ponen demasiado tarde los programas interesantes, a partir de las doce de la noche. O sea, que tampoco los veo. Sin embargo, ayer habían anunciado por la tele un programa que me atraía y que empezaba poco después de las diez de la noche. Y lo habían anunciado tantas veces, que hasta yo me había enterado. Seguramente muchos de vosotros también lo visteis, aunque quizá no lo disfrutásteis tanto como yo. Probablemente porque vosotros estáis acostumbrados a ver más programas interesantes. Es lo que tiene ver la tele: algo bueno caerá de vez en cuando.


Hablo de la miniserie sobre Adolfo Suárez. Me pareció un programa serio, correcto y comedido. No cae en el morbo en ningún momento ni me sentí manipulada. Obviamente contarán la historia como a los directores les parezca, pero a mí me dio la sensación de rigor y objetividad en los hechos que contaban. Y a mí lo que me parece más destacable de esta miniserie es precisamente los hechos que se cuentan.

Si hay una intención que asoma en la serie es la de mostrar esos hechos, la de darlos a conocer. Todo eso pasaba poco antes de mi nacimiento, y la generación anterior vivió esos hechos históricos en primera persona, sin darse ni siquiera cuenta, supongo, de la trascendencia del momento. Los de mi generación hemos oído hablar sobre lo que pasó durante la posguerra, en la transición, en los primeros años de democracia, con lo cual también conocemos la historia no como nos la presentan los libros de texto, inútil y caduca, sino como se nos cuenta la historia de nuestra familia, la historia personal de nuestros abuelos. Oímos esas historietas con cierto interés, estamos acostumbrados a convivir con referencias a ese pasado vivo y reciente, que como un present perfect del inglés sigue teniendo relevancia en nuestro presente.

Pero a pesar del cierto interés con el que escuchamos y las referencias frecuentes al pasado (una anécdota que se recuerda, un objeto antiguo, una vieja tía segunda que nos encontramos por la calle, una pregunta distraída, "y quién era esa, papá") cuando mueren nuestros abuelos se llevan sus historias -su historia- con ellos. Y también un buen trozo de la nuestra. Un día habría que apuntar todas estas cosas para que no se nos olvidaran, nos decimos al escuchar una anécdota. Pero por supuesto nunca llegamos a anotarlas, y un día nos encontramos con que simplemente se han borrado de nuestra memoria. Y seguimos viviendo como si nunca hubiera habido un pasado, como si nuestros mayores nunca hubieran sido jóvenes que empezaban una vida, que luchaban por encontrar su sitio, y que haciéndolo escribían la historia de todos. Seguimos viviendo como si nunca fuéramos a convertirnos nosotros mismos en unos viejos con un puñado de sueños y de vivencias gastadas que la tierra árida rechazará una vez más como semillas huecas.

Leo en la crítica de El Mundo que el producto televisivo de Adolfo Suárez peca de ser excesivamente didáctico. Pero quizá por ello yo lo disfruté, porque me permitió no solo colocar los hechos en una sucesión lineal y coherente, adquiriendo así las imágenes inconexas sentido, sino sobre todo porque abre una ventana a los valores del pasado. Es difícil definir la época presente: podemos retrotraernos a los años 60, 70 o 90, y una serie de acontecimientos, de modas y de actitudes nos vienen a la cabeza. ¿Pero cómo identificar la época actual? Quizá sólo por comparación con las pasadas. Podemos llegar a la conclusión de lo que nuestro tiempo no es: no es un coche 600, ni pantalones campana, ni la moda glam, ni fiebre del sábado noche.

Y ayer, cuando veía la serie, sentía una brisa de tiempos pasados que ya ha dejado de soplar, si acaso apenas la sentimos como el olor a naftalina al abrir un armario lleno de trastos inservibles. Deben de ser los años, el hecho de que cada vez me alejo más de la infancia, ya ni siquiera mi juventud es fresca ni nueva. Son otros los que me han sustituido en la inocencia primero y en las turbulencias después. Y entonces, alejada de mis primeros años, me doy cuenta de que yo llegué a ver atisbos de un pasado del que ya no queda nada, un pasado cuyo olor no conocerán las nuevas generaciones. Desapareció otra generación, y una visión del mundo con ella. El olor de las habitaciones de nuestros abuelos, sus palabras veladas, la mirada de sus ojos gastados. Incapaces de entender sus desvelos, nos limitamos a echar sobre el pasado paladas no sólo de olvido, sino muchas veces de confusión. Y en el guirigay que creamos, no somos capaces de entendernos unos a otros ni de reconocernos a nosotros mismos.

Adolfo Suárez: un tipo con la dignidad que dan los valores, con el carisma de la vehemencia y con la elegancia del autocontrol. No sé si la política española, o si la sociedad en general, da ahora mismo para personajes así, para ciudadadanos así. No sé si hemos dejado sitio para la excelencia y para la admiración por aquellos que la logran, no sé si es más difícil ahora encontrar modelos de comportamiento a los que imitar (quizá no disponemos nada más que de "modelos", anoréxicos en su mayoría), quizá la lucha por el bien común se ha diluido en la carrera por adquirir (y ni eso, con que nos den el crédito es suficiente) las mayores comodidades individuales.

No entiendo la fama o la riqueza por sí mismas. El dinero y la popularidad deberían estar al servicio de algo. Uno no es rico para tener un yate ni comodidades materiales, sino para alcanzar un trampolín que le permita estirar su potencial lo máximo posible. Adolfo Suárez empezó desde abajo, haciendo diferentes trabajos como vender enciclopedias o limpiar cristales que le permitieran ayudar a su madre. Tenía un plan de vida, y utilizó sus mejores años para cumplir sus objetivos: estudiar primero, entrar en política después. Consiguió un patrimonio, pero eso fue una consecuencia y no el fin de su trabajo. La dignidad y el saber estar los traía de su infancia en un frio piso de Ávila con las ventanas desvencijadas. Y eso fue lo que, junto a su mujer, transmitió a sus hijos. Todos creían que la lucha de su padre, de su esposo, estaba al servicio de algo que trascendía a la familia y que sin embargo les engrandecía a todos.

Dice Alberto Rey en El Mundo que debido a la intención didáctica la serie se queda simplemente en digna, sin llegar a convertirse en una serie memorable, pues las escenas resultan demasiado claras y comprensibles. Bueno, pues no se convertirá en una serie de culto, pero si yo fuera profesor de historia la serie, junto con el documental sobre la vida de Adolfo Suárez que pusieron a continuación (y que incluía declaraciones muy sinceras del ex-presidente), sería de visionado obligatorio en clase.

Concluye el crítico televisivo:

Con sus defectos y virtudes, Adolfo Suárez, el Presidente es un producto televisivo más que digno. Como crítico de televisión, me conformo de sobra con eso.

Como espectadora, a mí también me parece que no es poco, que es bastante que la tele presente producciones como esta de vez en cuando, que es suficiente con que a veces el pasado nos lleve de la mano y nos acompañe por la senda del presente. Escribía hace unos días Antonio Garrigues en El ABC:

El sistema democrático se perjudica y se deteriora si la imagen de los políticos y los partidos políticos se relaciona -y eso es lo que está sucediendo- con la corrupción, la falta de principios, el tacticismo, la ineficacia, la doble moral y otros males.

Y sigue explicando el articulista:

Se debe de añadir de inmediato, e incluso asegurar, -yo lo aseguro- que esta imagen no corresponde a la realidad, que la situación, aún siendo negativa, no es ni mucho menos tan desoladora, pero entonces habrá que hacer algo, y habrá que hacerlo pronto y bien, para que la sociedad comprenda con toda claridad el papel necesario e institucional del estamento político en un régimen democrático.

Con series como la de ayer, el valor del trabajo político se hace evidente, y la necesidad de aunar esfuerzos por el bien común parece necesaria. Pero sobre todo la excelencia política y la lucha por el bien común se antojan posibles.

Sin embargo, es responsabilidad de todos, no sólo de los políticos, el contribuir a un clima social en el que estos valores encuentren caldo de cultivo, en el que todos tendamos a esos ideales, y así sea más fácil exigirlos, y lograrlos.

De lo contrario, yo no veo el panorama muy halagüeño. Parece que todo el mundo grita, va a lo suyo, nos enzarzamos en pequeñas luchas que nos dividen y con cada tema de discusión parece que se aproxima el fin del mundo. Estamos llegando a un punto en el que por lo visto todo el mundo tiene que pensar igual, pues de lo contrario no es posible el entendimiento.

Concluye Garrigues (y yo no podría estar más de acuerdo):

La sociedad en su conjunto se ha ido radicalizando de una forma inquietante. A veces se tiene la sensación de que estamos regresando a la más vieja y antigua hemiplejia derecha/ izquierda, con toda su intensidad demagógica, con expresiones cada vez más frecuente de odio visceral y un componente religioso a flor de piel. Hemos olvidado, una vez más, que la democracia es un sistema cuyo objetivo básico es el de facilitar la convivencia, no en el acuerdo, que sería cosa de poco mérito, sino justamente en el desacuerdo, -que es lo que suele haber- y esa convivencia es precisamente fruto de un diálogo en el que hay que aceptar, como principio rector que no podemos tener -porque nunca se puede tener- toda la razón y que siempre se pueden buscar soluciones aceptables o, como mínimo, tolerables para todos.

Que cada uno piense como quiera, y que todos podamos vivir en paz. Me contabas el otro día que el cantante de Huecco era muy de izquierdas, y que contaba que su mejor amigo era absolutamente de derechas. Y te repito lo que te comenté el otro día: lo de esos dos tipos es para... 


...quitarse el sombrero.