viernes, 26 de diciembre de 2014

VIII: las tres cosas buenas del día

Viernes 19 de diciembre

1. En el módulo de inteligencia emocional, se supone que me muero porque no me han salvado los caramelos de mis compañeros. Escribo una última carta: "Y acuérdate, aunque es tontería decírtelo, de hacerme un sitio ahí abajo entre vosotros mientras miras arriba a las estrellas donde cumplo mi libertad y sacio mi deseo de aventura. Aquí soy una más, y me quiero, y aprendo a dejarme querer por vosotros, Desde las estrellas infinitas, todo mi amor".

2. Represento a mi creencia limitante: Titanic, poderoso y omnipotente, se quiebra ante un simple peñasco erróneamente evaluado. Fluyo, me río, lo veo claro, y los demás ríen conmigo y mi actuación.

3. Tras un largo día sin teléfono ni café, el largo saludo de mi marido al llegar al fin a casa sin avisar.

Sábado 20 de diciembre

1. Darse cuenta, ponerle palabras, ir más allá, verbalizar, saber, iluminar, dar forma, sentir, conocer, ver, enfrentar, colocarse, sacar, poner, expresar... todo eso en un simple mirarse en el espejo de otro y en lo que no nos gusta de él: mi miedo más profundo.

2. Unos cuantos, bastantes, muchos abrazos de otros tantos compañeros, combinados con unas palabras amables y sentidas que debo empezar a creer y vivir, necesariamente cuanto antes.

3. Comida en casa de la suegra, que siempre me cuida.

Domingo 21 de diciembre

1. Mi marido recoge la cocina para que yo pueda estar en orden, y mi padre sugiere ir a la Peña de Francia, lo que me ayuda a ponerme en movimiento.

2. En el camino hay sol y el cielo despejado, en la Peña luz y cielo despejado, y el mar de nubes a nuestros pies. Claridad, descanso, iluminación, calma: un rato fuera de la niebla y la grisura del día que me envuelve en una burbuja de desgana.

3. Un paseo hasta el encino para allí, con los pies descalzos sobre la tierra, lanzar mis cien afirmaciones al camino, al horizonte, a la niebla agarrada en los montes bajos, a la rama reverdecida de la encina.

Lunes 22 de diciembre

1. Una agradable conversación con mi profesora de inglés, una señora americana. Me alegro de poder aprender de su experiencia y de su suave y humana visión de la vida.

2. Me corto el pelo. Algunas se sueltan el pelo cuando se liberan: yo me lo corto. Porque así es como me pega más, como yo soy, como me siento bien. Y encima por la calle me encuentro a mi madre. 

3. Ir a comprar una almohada que cante el cumpleaños feliz, y salir con una agenda donde está escrito tu destino: ser profesora, y cuidar de tus alumnos, y crecer con ellos.

Martes 23 de diciembre

1. Cuando salimos del spa, hace sol y aprovechamos para dar un paseo hasta el Puente Romano, inundado de claridad tras estos días de nieblas.

2. Una copiosa comida a base de tortitas con Esther, y hoy con la suerte de tener a Carlos de cocinero y comensal.

3. Veo a Mateo, aunque dormido, y disfruto de la compañía de sus padres.


Hasta aquí ha llegado la serie de los tres momentos buenos del día. Ahora la voy a continuar en mi diario. Y, sobre todo, en mi mente y en mi actitud. Tres momentos buenos al día por los 365 días del año... hacen sin duda una vida para ser vivida y recordada. Gracias a los compartís conmigo estos instantes.

 


domingo, 21 de diciembre de 2014

VII: las tres cosas buenas de cada día

Domingo 14 de diciembre

1. Un beso robado en el rellano de las escaleras de un mercado que visitamos en la Plaza del Oeste

2. En otro mercado un poco más abajo en la misma calle compro un za (un pequeño instrumento de percusión de origen portugués, según nos explica el artesano de El Cerro) en el que me graban las iniciales de mi proyecto de cuentos, y me vuelvo loca ante un puesto de juguetes artesanos de madera: móviles, tiovivos, trenes, puzles... Me producen excitación, conexión con el espíritu de la niñez y un deseo irrefrenable de llevarme varios de ellos. Por el momento, me conformo con la gallina y sus pollos. Creo que hasta se me puso la piel de ídem ante tanta magia, juego, infancia y pura inocencia. Yo creo que este gusto por los objetos ingenuos e infantiles viene directamente heredada de mi madre: una ocasión más para reivindicar sus valores que a veces nos pasan desapercibidos.

3. Un concierto pergeñado por jóvenes de los colegios mayores a beneficio de Cáritas. Para que luego digan de la juventud: preparados, entregados, capaces, esforzados con sus instrumentos.

Lunes 15 de diciembre

1. Las ideas poco a poco van encajando, entrando en sintonía con lo que quiero y soy. Todo viene y llega desde la calma y la aceptación. Confío en mí y en mi corazón. 

2. Vamos con los niños de Cáritas en autobús hasta la biblioteca. Llevo a los niños más pequeños de la mano, y me pregunto cómo es que los niños tienen tanto amor para dar, y cómo es que se nos va escapando como montones de arena por los bolsillos rotos. ¿Será porque vamos perdiendo la confianza, la curiosidad y la inocencia? Cómo admiro a los que mantienen intacta su fe en el mundo, y por tanto su entrega, su vitalidad, y la capacidad de amar.

3. Espero con una niña a que venga su madre a buscarla; su madre ignoraba que tenía que venir; por fin la niña se da cuenta de que tiene un número de teléfono a través del cual poder contactar con su madre; la madre se entera que tiene que venir, y al fin llega. ¿Lo bueno? Mi profesora de inglés es muy comprensiva y me retrasa una hora la clase, lo que añadida a la hora anterior que ya me ha retrasado para acomodarla a los sorpresivos planes de Cáritas, ya hacen dos horas de comprensión. Es un gesto precioso por su parte, el hacerse cargo de las circusntancias y acomodarse al cambio. En general, se trata de una señora encantadora.

Martes 16 de diciembre

1. Al salir de la clase de gimnasia para la espalda, me acerco a devolver unos libros a la biblioteca. Camino bajo el sol, a paso rápido, y en el camino de vuelta siento la luz, el ejercicio y hasta un poco de naturaleza en el aire. Un momento de felicidad, conexión y sentido.

2. Sin esfuerzo, coloco al fin papeles que llevaban meses en el escritorio. Con la claridad mental, llega el orden al trabajo.

3. Tarde de villancicos, picoteo en nuestra ya marisquería de Van Dyck y película al canto. Al salir nos dice nuestra única acompañante en la sala: Qué curioso es esto de estar solo tres en el cine. Hacía tiempo que no iba al cine. La película no es de mi gusto, pero al menos es en versión original, y me alegro de acompañar a Carlos y de disfrutar de su ilusión por ver esta peli de ciencia ficción (Interstellar) en pantalla grande.

Miércoles 17 de diciembre

1. Me animo al fin a ir a biodanza. Me gusta la sensación de probar cosas nuevas. 

2. Me invitan a comer por mi cumpleaños. Me gusta seguir celebrándolo. 

3. Me dicen que me valore más, porque yo lo valgo, que leo en alto como pocos pueden hacerlo, y que soy una mujer bella y enriquecedora. Hoy me quedo con esto, lo agradezco, y lo uso para quererme y para seguir adelante.

Jueves 18 de diciembre

1. Si algún día soy maestra, la aventura habrá comenzado hoy.

2. Una deliciosa comida de primas, con hermana y niño incluidos, a base de brócoli, aguacates y filetes.

3. Ver corriendo a mis padres, que resulta que han venido a Salamanca, antes de recoger un regalo de bodas y de ir a un concierto de música clásica.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

VI: las tres cosas buenas de cada día

Martes 9 de diciembre

1. Despertarme sabiendo que con objetivos la vida es más fácil y tiene más sentido.

2. Con el segundo café del día, darme tiempo para leer, meditar, pensar, conocerme, darme cuenta, profundizar. 

3. Frente al ordenador, en un momento cualquiera, sentir que vuelven las ganas de viajar, de explorar, de vivir aventuras. Todo sigue encontrando su sitio, volviendo, recuperándose, y soy un pájaro que nunca se olvidó de volar y que ahora se asoma a la puerta de la jaula abierta de par en par.

Miércoles 10 de diciembre

1. A solas con Lorencito, nos ponemos a Mary Poppins que educa, atiende, comprende y entretiene a niños y grandes, y los salva de los lloros cuando la madre desaparece. Muevo las piernas al compás, y a Lorenzo se le escapa una sonrisa que trae los ecos de las carcajadas y meneos que el supercalifragilístico le provocaba varios meses atrás. 

2. Nos reunimos con otras educadoras a las que apenas conocemos, pero a las que nos une el deseo de una manera diferente, más real y humana, de trabajar en educación. No hay un camino trazado, pero voy captando pinceladas, escuchando notas, reuniendo sensaciones que como flores, pájaros y olores me hagan disfrutar de un camino sin feas complicaciones.

3. De vuelta del teatro, me dice mi marido que he estado fenomenal en mis improvisaciones. Me sube la autoestima, la verdad, el que una persona tan objetiva e imparcial repare en mis aptitudes para la escena.

Jueves 11 de diciembre

1. Lorenzo se levanta de su colchón hinchable sonriendo y, al llamarle la atención el ruido de la máquina de exprimir naranjas en la cocina, le izamos y con su manita sobre las naranjas nos ayuda a Carlos y a mí a preparar el desayuno.

2. Un momento sentada a la mesa del salón, tras comer tarde, terminando tareas que tengo que entregar: "La felicidad no es tan difícil". Un poco de compañía, rodeada de mis cuatro cosas, con un hogar cálido y en armonía, y una tarea para hacer. Otro momento volviendo de clase de la espalda:  la sensación de que todo está en orden y es lo que tiene que ser, el sentir que yo vivo con los árboles y la fuente por entre los que camino en el paseo Carmelitas, que soy parte de lo que es, y que estoy en el camino, que hay otra forma de mirar las cosas, una nueva perspectiva que estoy recobrando y que es mía porque un día la tuve y fui yo, una manera que solo me pertenece a mí y que nadie me puede arrebatar. La certeza intuida por un segundo en el que contengo la respiración de que algo grande está a punto de venir, puede llegar si me mantengo así un poquito más, como esa sensación que te dejan los sueños y que tratas de recordar, de apresar y que no se te escape, que te quede su poso y su lección, que te queden las imágenes para poderlas recrear una y otra vez hasta que el sueño te revele su mensaje: que siga buscando la conexión conmigo misma, que continúe queriéndome, que siga aceptando y sabiendo que ya soy todo lo que tengo que ser, que ya es todo como tiene que ser, que no tengo que lograr nada ni ir a ninguna parte más que a mí misma y al amor. Me meto en la cama con un tercer momento y su intuición: estamos en casa Carlos, Carolina y yo, cada uno con su tarea, Carlos pintando un guante de la gallina Caponata, Carolina pensando otras ideas con guantes de fregar, Lorenzo con su uh uh de maravilla y curiosidad, yo en la cama con un libro, y en el Puerto también estarán con su orden, cada uno a lo suyo, mis padres, mis hermanos, mis sobrinas, cada uno siendo él, formando parte de todos, haciendo lo que le corresponde, y todo está en su sitio, y hay paz, y aceptación, y sentido.

3. De visita rápida al microteatro de la Malhablada. Qué bien un poco de escena, de lenguaje cultural y artístico. En la obra una pareja que se conoció en una Nochevieja rompe el mismo día varios años después mientras se contraponen los malos tratos en los que ha devenido la relación con la ilusión y el descubrimiento de la primera noche. Reconocimiento y evocación violenta en la intensidad de la confrontación final. Me ha faltado, sin embargo, una manifestación más clara del verdadero caracter del maltratador tras la revelación de los insultos, golpes y menosprecios. Del mismo modo que se ha desvelado el sufrimiento y la carga de la mujer, creo que para que el personaje del hombre quedara más definido su lenguaje y comportamiento finales podrían ir más ligados a lo que ocultaba en su interior, en la cara oculta de la relación, que solo al final se nos desvela. 

Viernes 12 de diciembre

1. En el pseudo-máster me voy sola a tomar café, y resulta que no tengo tele ni tiempo para verla. ¿Que qué hago? No sé, leer, varios libros a la vez. La fina línea entre la rareza y la personalidad se dirime en este curso definitivamente hacia la extrañeza y la soledad del diferente. Aún así, me vale el momento para darme cuenta de que quizá las ideas y la vida que yo considero normales, no lo son para los demás, y eso siempre es una riqueza y creo que hasta un don.

2. Otro don: el interés que tengo por mis alumnos, que hace que no me cueste trabajar por ellos y que esté ideando constantemente actividades que se ajusten a lo que quieren y necesitan. En la meditación final del curso, constatar que mi trabajo profesional está en la educación, y que realmente el campo o la manera en la que ese actividad tenga lugar es circunstancial. Lo que cuenta es la esencia de ser educadora, y a partir de ahí es de donde puede crear el contexto y las circunstancias que mejor se ajusten a mí y a mi momento vital. Esperar que las cosas sucedan cuando llegue el momento para ello, y mientras tanto ir pensando con claridad, firmeza e inteligencia.

3. De cumpleaños de la pequeña Julia, en una casa llena de gente que va y viene, nosotros también nos unimos al ir y venir, y así se van creando las redes de la amistad, la costumbre, el reconocimiento y el encuentro, y así es como la araña va creando la tela donde vivir. Hoy siento que junto a los otros mis ocho patas se agarran animosas entre el polvo y atrapan entre su red el tiempo que tan fácilmente desaparece.

Sábado 13 de diciembre

1. Ay, qué nervios. Que ya llega mi cumpleaños, que yo quiero que el tiempo transcurra lento y sin embargo pasa volando. Me pillan las doce campanadas que dan salida al día con una tila metida en la cama. Comienzan los regalos y la excitación. Este año me he pedido una cámara: porque voy a hacer que cada momento valga la pena, porque voy a mirar con detenimiento y pausa a través del objetivo de mi máquina, porque estoy creando un pasado al que mirar desde el ahora con satisfacción y alegría. Porque mis 38 van a ser vividos desde la conexión conmigo misma, la aceptación de lo que tengo y la esperanza en que la alegría y la presencia de cada día construirán un futuro en el que encontrar fuerza y sentido cuando todo lo que quede sean las fotografías sepia de mi memoria.

2. Llego a casa por mi cumpleaños, y me espera una enorme mesa de gala en el salón, la comida esmerada de mi madre, la presencia de todos mis hermanos, más tíos y gente querida, Lorenzo con sus mejores ropas y Teresa vestida con sonrisa azul. Siento el calor, el cariño, la presencia de todos, el orden, el trabajo, la alegría: esto es la familia, y nada podría hacerme sentir más reconfortada, más plena, más verdadera ni con mejor papel y función en la vida. 

3. De celebración con los amigos, vamos a un emotivo musical y a cenar a un rincón portugués. Un plan tranquilo y estupendo que disfruto sabiendo que ahora sí, por fin, ha llegado el deshielo.


martes, 9 de diciembre de 2014

V: Las tres cosas buenas de cada día

Miércoles 3 de diciembre 

1. Bajar a la calle vestida de Cayetana de Alba, y tomada por su espíritu echar mi suerte en cada paso y encontrarme de carambola el premio en forma de un carricoche en el que se arropa la sonrisa de mi sobrina Teresa. De paso, como con ella en casa de su abuela. Es lo que tiene entrar en el juego de la vida: ganas sonrisas, y de paso una invitación para comer. 

2. Tras la tutoría del Máster, en la que sigo comprobando mi estado zen y me propongo seguir trabajando en el desapego (o, lo que es lo mismo, en la idea de qué tal- aquí todo bien- a mí plim- yo feliz), me siento en las escaleras de enfrene envuelta por el frío que se cuela por mis medias de red de duquesa a contemplar la luna helada y a sentir que la vida pasa en el cucurucho de castañas que calienta las manos de un muchacho y en los juegos de una pareja que ríe mientras ella trata de montar a caballito sobre la espalda de él. Achaco este estado de disfrutar contemplando la vida mientras me siento parte de ella a mi celebrado estado de desapego. (Este es el efecto "disfrutar al pasar de la imagen fugaz de las señoras que comen churros por la mañana". Que no falten los churros ni las señoras que los comen, ni chicas que las miran y se sonríen con complicidad. 

3. El video más visto del día: los primeros pasos de Lorencito. Ya me parecía a mí que este niño se iba soltando mucho, sin miedo y siguiendo su ritmo en el entorno libre y natural que su madre crea para él.

Jueves 4 de diciembre

1. Llego al edificio de mi nueva clase de portugués con diez minutos de antelación y me felicito a mí misma, que últimamente llego tarde a todas partes y dejo toda la casa tirada. Me he dado prisa en encontrar sustituto para mi ocupado profesor, y sigo disfrutando de mi rato lusitano de aprendizaje.

2. Alivio y felicidad tras los resultados del informe médico trimestral. Sigo practicando el caminar, como mi sobrino, al ritmo de los días.

3. Anda, viene David y se sienta en el sillón de mi casa, y nos cuenta historias de Suecia, y cenamos algo, y a las doce se me cierran los ojos, y me alegro de que pase por aquí y hable y hable sin parar más radical y obcecado que nunca, o tanto como siempre, y aun así no surja el enfrentamiento ni las discusiones.

Viernes 5 de diciembre

1. Oír la voz de mi padre, animada y feliz, siempre de niño, mientras va en coche a recoger un premio y me pide que recoja un encargo de la farmacia.

2. Mi rato de la tarde en paz y soledad para enchufar mi lámpara de sal, sentarme a meditar, encender una vela, leer un libro para reflexionar interiormente, apuntar las respuestas, acabar con un mapa mental de lo que soy y por lo que me muevo en estos momentos.

3. Por fin me pongo a hacer el baño, después de semanas diciéndome de hoy no pasa. El secreto: mejor siempre el trabajo compartido. Está bien pedir ayuda, que te quiten y pongan zaleos y trastos, y el organizar juntos el tiempo de las tareas.

Sábado 6 de diciembre

1. En la alfombra, el salón preparado para el día de fiesta, yo vestida con mis mejores ropas, sostengo a Teresa entre los brazos cuando viene Lorenzo pidiendo subir a la vaca balancín. Me las arreglo para desplazarme por la alfombra sosteniendo a la una y acompañando al otro hasta que el niño sonríe impulsándose en el balancín. Entra Pili en ese momento, repartiendo voces alegres, elogios, recuerdos de otros bautizos de cuando ellos eran jóvenes y nosotros pequeños y buenos deseos para este de hoy y nuestras vidas y niños. Todo está en orden, limpio, arreglado, preparado para el día.

2. En la comida, comentamos que la sincronía del universo me coloca enfrente el discurso que tengo estos días en mi cabeza, como si la comensal fuera la locutora de televisión que refleja el noticiario de mi mente: habla de la educación de los niños, de pedagogías alternativas, de otras maneras de educar, de la demanda de centros diferentes. Y, además, menciona que va a biodanza, con lo que sin duda tengo que decidirme ya a probar esta actividad.

3. En una ventana del salón del restaurante, juego con una niña que tira una y mil veces una pelota hecha con un poco de papel de plástico, y luego hacemos magia, y corro y descorro el telón de las cortinas para que ella aparezca y salude, y yo sigo su ritmo, y ella insiste en recoger otra vez la pelota y en abrir de nuevo las cortinas, y me dicen que yo ya pondría montar mi escuelita.

Domingo 7 de diciembre

1. En un día soleado, tras hacer la Ruta del Agua en Mogarraz, descansamos y meditamos en un pequeño prado con vistas a los colores de otoño en los árboles y al blanco nevado en las montañas que enmarcan el horizonte formando un cuadro de armonía perfecta. Lorenzo juega con un gato y todos ronroneamos bajo la amabilidad del sol y sobre la hierba cálida y muelle.

2. Tarde de periódicos junto a la chimenea: me da la cabeza para leérmelos todos.

3. "You are my sunshine, my only sunshine...", canción cantada como un disco sin fin en el trayecto de vuelta hasta que el lloroso Lorenzo se entrega al sueño en su silla del coche.

Lunes 8 de diciembre

1. Calentita junto a la lumbre y con una reconfortante tila que me ofrecen, aprovecho la mañana de molestias mensuales para aprender a leer música. Do, re, mi... jamás pensé que podría entender un pentagrama. Cuando por la tarde junto notas trabajosamente en el órgano, como un niño que aprende a leer con empeño sus primeras letras, me maravillo cuando tras los primeros acordes Lorenzo comienza a mover su manita reconociendo en mis esfuerzos el Cinco lobitos...

2. Lorenzo juega con un tren. Yo leo en mi mecedora. En un momento dado el niño parece que quiere subir a mi asiento. ¿Qué busca? ¡Colocar una ficha del juguete en mi cabeza! Se ríe cuando consigue alcanzarla y tirarla al suelo, y a mí se me graba su sonrisa cuando planea su juego con excitación.

3. Tengo un marido que piensa, mejora, se comunica, se esfuerza... una bellísima persona a la que me gustaría acompañar y que me acompañara en un camino de propósito y sentido. Él lo tiene claro: No hay mejor profesión en el mundo que la de profesor. Le acompañaré y animaré en su camino y así lo podremos disfrutar juntos.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

IV: las tres cosas buenas del día

Día 1. Viernes 28 de noviembre

1. Sentirme tranquila en el máster. Me cuenten lo que me cuenten, yo estoy segura de dónde estoy y abierta a lo que pueda aprender que encaje ahora conmigo o pueda hacerlo más adelante.

2. Vuelvo a la que fue mi casa, ahora cubierta de polvo y de trastos sin colocar, y selecciono unos cuantos objetos del pasado, ya en desuso, ya sin sentido, para dar al mercadillo solidario. Me gusta la sensación de ir encontrando otros tesoros que me siguen diciendo quién soy porque  marcan lo que he sido y sigue en mí. Otras cosas ya no están, aunque probablemente fueron, y me deshago de ellas sin excesiva pena, casi con alivio. Otro día vuelvo y tiro otros cuantos zaleos a la basura.

3. Llueve, y C. va a buscar un paraguas. Nos resguardamos y vamos a ver a Nuria y a Iván, quienes nos cuentan sus proyectos, nos hablan de su trabajo y de sus viajes. Da gusto tener amigos tan activos, inquietos e inteligentes. Más que nada por si se me pudiera pegar algo, lo que no estaría de más.

Día 2. Sábado 29 de noviembre

1. Momento de aceptación y felicidad en el descanso del máster concentrada a solas con mi café. Recordar que todo está en orden y es como tiene que ser; saber que yo ya soy lo que tengo que ser, y que nada más que en ese orden y tranquilidad reside mi felicidad.

2. Sentimiento de comunidad al llegar a casa: esta es la gente que quiero, la que conozco, la que no me pide nada, a la que nada hay que hacer o demostrar para ser tú, en la que siempre hay un lugara para cada uno. Acudo a acompañar a Ricardo en el cabo de año de Serafina, y luego vamos de visita. Tomamos café, larga charla con amiga que se agradece después de tanto tiempo sin tiempo de verse.

3. No sé qué película antigua, de Cary Grant y Katherine Hepburn hemos visto en la tele en familia, pero me encanta el blanco y negro, la elegancia de los vestidos de la época, la oposición entre los valores de los personajes, y cómo al final cada uno logra vivir de acuerdo con los suyos, y con la gente que comparte la misma visión. Me gustan hasta los gritos de alegría de Lorenzo y las quejas de su tío porque no hay quien oiga nada. Me gusta que estemos todos juntos como si fuera el autocine.

Día 3. Domingo 30 de noviembre

1. Que mi padre me pregunte por el libro que empezamos a leer el otro día. Lo había conseguido especialmente para él, porque pensé que le gustaría, aunque el contenido sea tan poco optimista y a mi padre a veces le invada el desánimo que apareja la preocupación. Se perdió el ejemplar entre el barullo de la casa, pero encontramos el libro en internet. La lluvia amarilla, de Julio Llamazares. Sigue leyendo, dice mi padre. Y leemos junto a la chimenea un capítulo tras otro. 

2. A eso de las ocho todos los niños están ya en casa. Lorenzo mueve la manita para pedir cosas, Carla regala sonrisas, Teresa mira al mundo con amor y asombro. Yo aprendo a pedir, a sonreír, a mirar. 

3. Se agradece volver al orden del piso después de un día de cansancio. Sé que puedo arrastrar el cansancio y hacerlo llevadero gracias al cuidado y al interés de Carlos. Le agradezco que se preocupe por todos, que ayude en casa a mi familia, que juegue con los niños, y que nos quiera tanto.

Día 4. Lunes 1 de diciembre

1. Ir a ver a mis niños de Cáritas y pasar una hora haciendo sus deberes y después leyendo y pintando con los libros que cuidadosamente selecciono para ellos.

2. Un paseo bajo el cielo cristalino de diciembre y su luna como un hielo cortante que se echa a la copa de la noche para comprar los pocos juguetes de madera con los que no han arramplado en el Lidl.

3. Por la mañana investigo, busco, estudio. Me quedo con esta frase que encuentro en mi loca búsqueda: "He aprendido, sobre todo, que el mundo es bello independientemente de cómo sea el sistema. No se trata del sistema, sino de las personas que están en él." Y en un giro freudiano, la uno al comentario de mi tía Gema en un breve encuentro por la calle: "Con lo responsable y trabajadora que tú eres, seguro que..." Que no tenía problema o que me iba bien, no recuerdo exactamente.

Puedo y quiero ser responsable y trabajadora, tengo ese potencial y esa manera de trabajar desde el compromiso, el entusiasmo y la fe en lo que hago. Solo tengo que conectar con mi centro, enfocarme y volver a asirme a lo que siento y creo. Acepto este tiempo en que poder crear una nueva visión desde la tranquilidad, la conexión conmigo misma y la necesidad de ser y de creer.

Día 5. Martes 2 de diciembre

1. Nos ponemos a cenar viendo Página Dos en el proyector. Hoy no nos convence el programa, pero de fondo se escucha una canción: "My home is nowhere without you". Siento pena y lloro lágrimas: mi casa no está sino donde está mi padre, su ejemplo de coherencia y entrega, su alma de niño, sus enseñanzas de fe y trabajo. Después sigo poniendo música y danzo y danzo sobre la alfombra, feliz, libre, infantil: porque la muerte y la vida son caras de una misma moneda cuyo valor es la alegría y las ganas de vivir. 

(Pienso también en el tiempo que tiene que pasar tras una depresión para que las emociones arrasadas como piel quemada puedan ir lentamente regenerándose, como ahora esta alegría liberada en el baile. Despaciosamente, a través de la espera y la aceptación se vuelve a recuperar lo perdido, aquellas sensaciones que un día parecían firmes como el ver o el oler. Y pienso en ello porque las escasísimas cosas que llego a leer sobre la depresión me parecen tan raras y descarozanadoras, como si nosotros, los que hemos enfermado, no fuéramos capaces de fuerza e inteligencia, como si otros tuvieran que describir nuestros síntomas desde la confusión y el pesimismo. Es todo mucho más normal y verdadero de lo que otros dicen: ni saben de lo que hablan los que se refieren a síntomas depresivos, ni son de ayuda los que ven la enfermedad como una condena causada y mantenida en el tiempo por alguna debilidad en nuestra manera de ser.)

2. Tras un tirón en el trapecio alargado en el tiempo como el niño que argumenta unas décimas para no acudir al colegio, la necesidad de volver a ejercitar el cuerpo me arrastra a la escuela de pilates. Retomo los ejercicios de glúteos y abdominales con cierto esfuerzo pero perfectamente realizable, y me siento bien de cuidarme, de hacerme vieja y de actuar desde el quererme. Vuelvo a las enseñanzas de la depresión: cuerpo y mente son la misma cosa.

3. Gracias a mi prima Esther, avanzo en el "yo puedo": primero frío estupendamente un filete de salmón, con su ajo, sal y pimienta; a continuación siento que sí que es posible ir aprendiendo para ayudar con el coaching educativo, y que merece la pena esforzarse por avanzar en este terreno, paso a paso, hasta ver dónde me lleva el camino.


viernes, 28 de noviembre de 2014

Reto- diario: 3ª entrega

Día 1. Domingo 23 de noviembre

1. Jugar con Lorencito por la mañana. Cubrirlo con el cesto de la ropa sucia, y responder a su sonrisa que pide que acerquemos los dedos, los suyos y los míos, y nos toquemos a través de la tela de red. Qué capacidad de pedir y de esperar desde la alegría, qué maravilla poder sentir y responder a su necesidad, y cuánta luz me da a mí el acercarme a su sonrisa.

2. En la exposición de Sorolla compro un libro básico sobre arte. Lo vengo leyendo en alto en la vuelta en coche, aunque no me entero de nada. Permitirse aprender sin un para qué. Porque sí, porque yo lo quiero, lo disfruto y lo valgo. Últimamente me encuentro un poco atrapada en la tela de araña de qué todo tiene que valer para algo: para ganar dinero, para actuar, para hacer, hasta para ser feliz.

3. Este marido mío más no me puede querer: cada día su escucha y su entrega me hacen recordar que está ahí y me ve tan nítida como siempre incluso en los días de más desdibujamiento y confusión, inmovilidad y humo de otras chimeneas que no son la mía.

Día 2. Lunes 24 noviembre

1. Tener tiempo por la mañana para leer e investigar sobre alternativas a la educación. Busco a ciegas, y pienso que estoy solo al principio de un largo camino. Las bestias acechan del otro lado de los árboles, la vegetación espesa susurra amenazante, en la oscuridad los olores de la selva intrincada atraviesan y sajan las fosas nasales. Pero, aunque sea a ciegas y tan despacio, cada paso es importante.

2. Tener ganas de ir a ver a mis niños del voluntariado. No siempre están todos, y a veces hay otros nuevos, pero sus risas y agradecimiento siempre son los mismos. No puedo hacer mucho, nada más que adaptarme, pero de esas limitaciones también saco lecciones. Menos mal que durante unos años que en realidad no son muchos pero que se viven y graban como infinitos podemos ser niños. 

3. Tras venir cansada y hasta sofocada de la calle, y después de un vino necesario para enjugar la desorientación, un ratito de lectura en la tranquilidad del hogar. Que deje alumbrar la luz de mi foco, y que pueda disfrutar de estos ratos de orden, sentido y tranquilidad.

Día 3. Martes 25 de noviembre

1. Un café con leche con un pastel de natas, a solas, en una cafetería portuguesa después de mi siempre disfrutada clase de ese idioma. El tiempo que me concedo, la lentitud, la ponderada selección del producto, el ambiente tranquilo pero estimulante... todo ello hace de esta primera vez ya un rito. Incluso aunque no volviera a tomarme un alto en el camino a la vuelta de la lección. Pero volveré. Y probablemente con un libro o revista para añadir a la escena. Iniciaré así un nuevo rito cada martes.

2. De una segunda sentada, me he merendado enterito el libro del club de lectura. He disfrutado leyéndolo, pero no resistiría una segunda lectura. Demasiado parcial en la necesidad imperiosa de cerrar el círculo, demasiados resquicios por los que el autor ha preferido no mirar para que se convierta en literatura perdurable. Yo incluso dudo de que sea literatura: Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, se lee extraordinariamente bien, pero no acaba por destilar verdad, sino un muy humano deseo de ajustar cuentas con el pasado. La solución final no me convence, aunque la lectura ha sido entretenida y estimulante.

3. Irme a la cama, echarme el edredón por la cabeza, y acabar un día que rueda torpe como un carricoche de niño con rueda de camión sabiendo que mañana traerá su ración de sol.

Día 4. Miércoles 26 de noviembre

1. Hoy disfruto de la tertulia en el club de lectura. Tengo cosas que decir, y escucho la opinión de los compañeros. Expreso mis propias ideas, y profundizo en ellas, y en esa dialéctica me encuentro. Tengo muchas ganas de seguir aprendiendo.

2. Que está Lorencito en la biblioteca. Salgo de una sesión abrupta de coaching con la invitación a no volver, y corro feliz y enamorada al encuentro con mi sobrino. Aquí no hay duda: esto me gusta hacer, así me gusta sentir, hacia esto puedo verter mis energías. Seguiré buscando el cómo.

3. Risas y carcajadas, algunas por exigencia del guion, en la reunión de teatro. Masajes, invitaciones, quedadas, cálida acogida. A Hollywood no llegaré, pero yo creo que me lo voy a pasar bien.

Día 5. Jueves 27 de noviembre

1. Hoy ha sido mi día favorito de los últimos tiempos. Tanto, que pareciera mi cumpleaños: como con Lorencito en el regazo después de sufrir viéndolo llorar todo el tiempo de la mañana que su madre ha tenido que estar a otras cosas; como con mi prima, al café vienen más primas con prima incluida, y encima me traen tarta y una estilosa planta. Ya digo: un cumpleaños. Y el regalo final: mi padre se une sorpresivamente a la merienda. He disfrutado muchísimo del contacto con el calor y la cercanía de la familia.

2. Voy a reunión del voluntariado. Nos hablan de los chicos y de la marcha de los apoyos. Me siento de nuevo profesora ilusionada, pergeñando en mi mente proyectos que respondan a las necesidades de los alumnos, y aprendiendo a tenerles cariño al ir conociéndoles mejor. Es un gusanillo que había olvidado.

3. Termina el día con sesión de cuentacuentos en la biblioteca. Espectáculo y risas, historias y cultura. Desde luego, este día de no cumpleaños no podía haber sido más completo y amoroso.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Reto: 2º entrega

Día 1. Martes 18 noviembre.

1. Volver a clases de portugués. Perderse, frustarse por la incapacidad de manejar google maps desde el teléfono, preguntar, encontrarse. Descubrir gracias a la desorientación la calle Lorenzo Niño. Sentir el mismo gusto por la lengua, por expresarse, agradecer que te escuchen y que te digan que no se nota el tiempo sin práctica. Ganas de seguir aprendiendo por el mero hecho de disfrutar haciéndolo.

2. Una conversación incómoda pero necesaria sobre qué queremos y adónde vamos. Seguimos sin encontrar el camino, pero estoy segura de que las respuestas las traerá el viento. Solo necesitamos paciencia y calor, para que los sueños no nos sepulten, la mera palabra "crisis" no nos cercene los miembros, para que comprendamos las diferentes maneras de abordar el concepto de seguridad. 

3. Toca sesión de peli en pareja, aunque sea en nuestros sillones separados. La maldición del Escorpión de Jade, de Woody Allen: ambientada en los años 40, y con un guión medido, contenido, rápido y agudo como el de las comedias de Hollywood de aquella época dorada. Ya no se hacen películas como las de antes, pero esta comparte su espíritu.

Día 2. Miércoles 19 noviembre.

1. Qué larga mañana de confusión y zozobra. Quizá por ello, cuando salgo de casa después de toda la mañana en casa, me pongo hecha un pincel: con vestido nuevo y mi abrigo más elegante. 

2. Más confusión y vacío en las explicaciones del curso de formación. Lo salva el buen hacer, el interés y la calidad humana que se adivina en gran parte del alumnado. Yo opino que el sistema educativo cercena el potencial de sus profesores, pero de lo que no tengo duda es de que en la enseñanza pública podemos encontrar los profesionales más entregados, cálidos y sencillos.

3. Para rematar el día, al llegar a casa tras la sesión de teatro para torpes (para mí, concretamente) me da un tirón en hombro y cuello que no me permite ni moverme. Me arrastro como un gusano de un lado a otro de la cama, buscando una postura donde aguante el dolor, mientras mi marido me arropa y cuida, y ríe con los movimientos de esta pobre oruga.

Día 3. Jueves 20 noviembre.

1. Nada como levantarse con un buen tirón de espalda, y saber que eso lo arregla mi hermana la enfermera no desde el cuerpo sino desde el pensamiento, porque mi cuerpo pinta y escribe todo lo que yo siento: una buena sesión de coaching del bueno, y fuera todo este humo y falsedad que me ha traído el máster. En mi visión yo camino con mi abrigo elegante y mi pequeña bola de luz en el pecho parándome en el paseo de vuelta del trabajo a observar los árboles. Pero ahora aún estoy recién llegada del pueblo con esta luz que me rodea, me desborda y me envuelve,  con una planta entre las manos que pide crecer, florecer, y que no se arredra ante nuevos espacios todavía desconocidos. Sabe que la alienta toda la luz que trae del campo puro pero que la vuelta atrás no es posible si se quiere avanzar en el camino del conocimiento. Las pavesas de la ciudad cuyos hornos arden con el mercantilismo no reposarán sobre esta flor cándida y fresca. Mis zapatos brillantes llegarán a conquistar estas calles y a fundirse con ellas en paseos afanosos y con sentido.

2. Mi prima linda viene a comer, y trae siempre consigo una lámpara que ilumina con risas, simpatía e ideas claras los mediodías de jueves. Hoy además tenemos tarta de queso y forma de corazón, gentileza del cocinero de este reino.

3. Por fin el curso acaba. Siempre se acaba por aprender algo, y los pasos que se dan podrán llevarte a lugares insospechados. Disfruto de la compañía de mis colegas profesores: no puede negarse que, aunque a veces no comparta algunas opiniones, son buena gente. Y de muchos de ellos podría aprender tantísimo. Puedo entrever algo de lo que podrían enseñarme su compromiso y experiencia, y eso es lo que me llevo del curso.

Día 4. Viernes 21 de noviembre.

1. Ir a clase de inglés. Se ve que esto de ir a clases me gusta mucho: de clases en las que aprender y que conecten con lo que soy y me apasiona y se me puede dar bien, y donde sentirse a gusto (de las otras, puede que ya haya tenido bastante).

2. Incursión a una librería pequeña y especializada, donde disfrutar de una buena selección de libros y del trato atento de quien ama su trabajo. Acabo comprando un par de cuentos para regalar a adultos, y es es el regalo que me hago a mí. Umm, y dejo algún otro libro pendiente para volver pronto. 

3. Un rato de lectura en calma, que aparece como por arte de magia, y yo me monto en la alfombra mágica: me sumerjo en el libro del club de lectura que me engancha desde la portada y que narra la relación de un hijo con su padre ya muerto. Desde nuestros sillones enfrentados, ponemos los pies en el regazo del otro, mientras C. mira sus imposibles problemas de física.

Día 5. Sábado 22 noviembre.

1. El momento en el que unas lágrimas abren el camino de la comunicación profunda, como quien echa unas monedas y pide un deseo al pozo de la verdad, y después sigue su camino con el puño cerrado y ya vacío aferrado a su anhelo. Y ahí el día se endereza y se echa a la carretera. Pí, pí, abran camino que el tiempo no espera.

2. Una tarde de risas en un teatro musical recomendado para niños de cinco a diez años, del que recomiendo a sus gestores que incluyan en las edades un ámbito que vaya desde los diez meses hasta los treinta y siete años, pues está clínicamente probado que los bebés saltan, jaelan y bailan sobre las butacas mientras que las tías piensan que en la anterior vida debieron de reencarnarse en artistas callejeros. Como nos dice uno de los actores al transmitirle tras la función dicha recomendación sobre la ampliación de la edad de la audiencia: "Ah, entonces es que este niño lleva el blues dentro".

3. Ay, una cena con berberechos, gambas a la plancha, buen rosado y lubina que tenía pinta de ser salvaje. ¿Alguien da más? Pues sí, señores, helados con su correspondiente barquillo, y el envase brillante de éstos que se vuelve caja de juegos para el niño. 

Reto: cinco días, tres cosas positivas

Acetpo el reto de Arantxa Martin de escribir durante cinco días tres cosas buenas que me hayan pasado, y le doy las gracias porque comienzo justo en un día en que mi confusión me impide ver con claridad. Tras pensarlo bastante, ahí van las tres reflexiones positivas con las que me quedo del día número 1:
1. Despertarme sintiendo que mi cuerpo avanza y da otro paso, un nuevo salto cualitativo que me abre y me acerca a los demás. Lo confirmo al sentir la cercanía de mis compañeros en el curso de formación. El camino es largo, pero lo voy recorriendo sin perder el ánimo. Un día volverá la comunión con el mundo.
2. Admirarme de los gestos de generosidad de la gente, que no me conoce o que no tiene por qué hacer nada. Dan pinceladas de color al mundo, y hacen mi vida un poco más fácil. Gracias a El Bar de los Sueños y a Patricia Castro Díaz por ofrecerme tiempo y espacio para mí y mis cosas...
3. Mi querido marido Carlos Sánchez me hace setas para comer, manzanilla para digerirlas, y me abraza por la noche en caso de que no pueda dormir porque me hayan sentado mal. Quizá las alucinaciones no son por las setas, pero juntos seguiremos encontrando respuestas en medio del caos.
Tras el día número 5, vendrán las nominaciones. Preparaos jeje


Las tres cosas positivas del día número dos son un poco más fáciles...
1. Una tostada con mermelada de fresa, que después de dos días con Eloya Martin Hernandez se convierte en rito. Es lo que tiene la amistad mantenida a pesar, o gracias a, el tiempo. Julia se une con su miguita correspondiente.
2. Estar en el aquí y el ahora con tu pareja, aunque eso signifique acabar comiendo a las seis de la tarde.
3. Ah, el momento de ver esa cara más de luna de mi sobrina Teresa, que se ríe sin dientes, con motivo o sin él, y reinventa el mundo para los que llevamos demasiado tiempo en él.
Y eso es todo. No está mal.


Y llegó el día tres: un sábado para llenarlo de calor.
1. En esta casa los sábados se compran churros y el Babelia para desayunar. La tradición se mantiene aunque nunca sepa cuándo debo tomar el último churro y jamás me dé tiempo a leerme el periódico.
2. Desde la ciudad parece que el sol ya se va. Pero aún llegamos a tiempo de dar un paseo hasta el encino. Los perros se ponen contentos, la lluvia no importa con la ropa adecuada, al acabar nos espera la chimenea.
3. Y sin duda lo mejor del día: he recibido el primer beso de Lorencito. ¡Esto sí que es un hito entre los primeros besos más tiernos del mundo! Cuando nos besamos Carlos y yo, Lorenzo se queda mirándonos y comienza a sonreír, feliz. Entonces lo hacemos partícipe del festín. Un rato después me tumbo en el suelo, y Lorenzo se acerca y con su boca busca mi mejilla.
Está claro que los niños aprenden de lo que hacemos y todo lo imitan. Pero son ellos los que nos enseñan a nosotros con su exigencia de que demos amor a cada minuto. Nos hacen mejorar a nosotros, y nos dan la posibilidad de cambiar el mundo. Termina el día de calor inundado por la sonrisa de buenas noches de Carla.
(Hay que reconocer que a cuenta de la gracia que me hace el niño con los besos, este marido mío se está poniendo las botas.)


¡Y ya estamos por el día cuatro! Difícil elegir tras un domingo en El Puerto...
1. Subir a la Peña de Francia, inquieta y en busca de un poco de calma y de luz. Sentir que las lecturas te interpelen directamente, que te echan encima de forma brutal todas las respuestas que necesitas. Físicamente llegué a tambalearme: que yo iba a preguntar, pero que a ver qué hago con tanta revelación que no acierto a interpretar. Pido un corazón sencillo, libre de miedos y de la trampa del ego, que me permita comprender.
2. Actualizar el currículum vitae, y que mi padre diga que con todo lo que he hecho y estudiado deberían pagarme una barbaridad por hora. Si mi padre puede estar orgulloso de mí, es que a lo mejor yo debería empezar al fin a mirarme a mí misma y a lo que he ido haciendo con un poco de amabilidad.
3. Encontrar por casualidad un helado de chocolate blanco en el congelador, y tomármelo en familia alargando al máximo la hora de vuelta.


El día número cinco ha coincidido (dejadme pensar que no por casualidad) con el recuerdo de un principio con los dolores de un largo parto. Tres, o quizá cuatro años después, el 17 de noviembre me encuentra desnuda, como acabada de nacer, con un currículo bajo el brazo que busca tinta nueva y nuevos contenidos.
1. En mi paseo con el currículo, un hombre con botas de goma rebusca entre la hierba y la hojarasca de otoño con una bolsa de plástico en la mano. Está en un reducido terreno entre la carretera y un muro cubierto de pintadas. No sé si busca setas o si lo único que puede recoger es botes y desperdicios. Pienso: qué a gusto estaría este hombre viejo paseando por su pueblo a estas horas primeras de la mañana. Y yo pienso que mi fin no es adaptarme a los pequeños reductos, sino buscar el aire fresco de la mañana en espacios diáfanos y puros.
2. A mí la hipnosis me va fenomenal. No quería que acabara. Es un lujo amasar tiempo para ir construyéndote lentamente y con paciencia. El dinero, cuando se cruzan en tu camino personas generosas, no siempre es problema.
3. Un día de aniversario de finales temibles y de principios ahogados encuentra un buen colofón en un concierto de clarinete y piano seguido de un vaso de vino en lugares emblemáticos de la ciudad. Fue una decisión del momento. Dicho y hecho: me gusta aprovechar las oportunidades que surgen en cada sitio donde voy dejándome arrastrar por el viento.
Hasta aquí ha llegado el reto de los cinco días. Lo he disfrutado muchísimo y se me ha pasado volando. Puede que lo continúe practicando de alguna manera.
¡Por fin las nominaciones! Esther N MaceinCandela ChedasCatrina Chiese (aunque ya sé que esta última anda muy ocupada...). He elegido a mis tres nominadas porque sé que me encantará leer las cosas buenas y bonitas que tengan que contarnos desde su visión optimista, fuerte y dulce de la vida.

(Copiado como apareció en Facebook)

jueves, 23 de octubre de 2014

La fragilidad fuerte del acero

Lanzar botellas con mensaje al incierto mar con la esperanza de que un día vuelvan a mí, las encuentre, y de paso tú y yo volvamos a vernos, al otro lado del océano. Ah, estoy feliz en la orilla, y creo que estoy empezando a amar la tierra en la que asiento los pies y lo que veo desde aquí, aunque las encinas y mi campo querido queden aún un poco lejos. Se pasa el tiempo rápido, me digo que todo esto va a pasar muy rápido, y que aún así debo instalarme, asirme con fuerza y vivir como si esto también fuera a ser para siempre. Tiempo para pensar y no pensar, para no hacer nada y hacer lo que se quiera, para ser y para permitirse no ser. No soy. No estoy. ¡Cucutrás! Aquí aparezco, y soy más y mejor que nunca, y lucho para estar, sentir y ver donde, como y lo que siempre he sido. Un yo maravilloso, dulce e inteligente, reflexivo y entusiasta, dinámico y calmado, profundo y personal, activo y arrollador. Un yo que encierro en una botella y tiro al mar. Para que un día la botella regrese a mí y desde la orilla y entre las olas lea el mensaje que de vuelta me hable de la fortaleza de mi fragilidad, de la vida que siempre fue desde el corazón. Un día, cuando haya avanzado en el camino tortuoso que ahora inicio hacia el entendimiento y el perdón. Ese día quizá acabes por comprender que mi naturaleza es la del acero que refulge bajo la luz. 

Naturaleza de acero, maleable, elástico y tenaz, esto es, con resistencia a la fractura; duro o resistente a la penetración superficial, al que puede dar forma tanto lo frío como caliente; material de alta disponibilidad, para la vida, para vosotros, para ti. Cierto es que entre sus desventajas se encuentra la corrosión, por lo que es necesario recubrirlo con protecciones, así como que en caso de incendio el calor se propaga rápidamente, de lo que existen sobradas muestras. Mis recubrimientos aislantes para compensar este hecho son harto conocidos: unos cuantos libros, las encinas de El Puerto, la familia y el campo, la naturaleza siempre y ahora mis niños, una chispita de arte, una gota de emoción, una miaja de amistad, todo ello aderezado con el candor de mi marido y su amor puro y fresco. 

Parece ser que ningún edificio moderno podría concebirse sin la existencia del acero, y desde mis cimientos último modelo yo así lo confirmo. Puro hierro, puro carbono, pura vida, puro amor fusionado a 1.500 grados centígrados, y ebulliendo prácticamente al doble de temperatura. Fácilmente soldable, hecha de mil y una piezas por cada una de nuestras noches juntos, la ductibilidad de la dureza, el corazón ardiendo en el bloque de hielo, los destellos gloriosos sobre la superficie dura y sensible del metal. 

Así soy, y así me escribo y me mando en la botella marina, con mi dirección helada y ardiente colocada en el cristal.

Se ruega acuse de recibo.

jueves, 16 de octubre de 2014

Sin más

Hay verdades, pero pocas veces las encontramos. Mientras tanto, caminamos con la luz vicaria que viene de alguna estrella que una vez fue real. Seguimos adelante esperando una nueva revelación que venga a iluminarnos, aunque no sabemos cuándo ni cómo aparecerá. Puede que nos atemos a rituales, que interpretemos indicios, que llamemos al vidente de la tele. Esperamos la verdad futura como quien se cambia el anillo de mano para no olvidar un recado. 

Ah, pero el futuro nunca llega. El tiempo no trae el olvido, el perdón no existe, el pasado no se supera. Aunque todo queda lejos, lejos, y se ve pequeñito como desde la cima de una montaña. Y se van cerrando los ojos, hasta que todo se confunde, y no se sabe ya si un día se fue, se vivió, se sintió. Si un día fuimos con los otros.

Desde esta ventana no se ven árboles, pero se suceden pequeños cambios de luz y un tenue murmullo, como el de una olla a punto de ebullición, viene de las calles adyacentes, más amplias y transitadas. Desde esta pequeña calle mía, que por un tiempo me ha tocado en suerte, pienso que la respuesta ha de estar en la luz sutil y en las hojas de los árboles otoñales que no pueden alcanzarse desde esta pequeña altura de mi segundo piso. 

Busco una respuesta pequeñita, una verdad que me quepa en la palma de la mano. Atreverse a sostener por un momento una víscera viscosa y visceral, caliente y repelente, terrible y mortal. Higienizar al momento siguiente la mano con peróxido de alcohol, y encontrar en su lugar un hoja de otoño, rígida y quebradiza.

Llevar el otoño en la mano como el rescoldo de una primavera pasada. Atreverse, erguirse, soltar, buscar, abrirse. En un pasado que se repite en espiral, porque el futuro no existe. 

Todo lo que queda es esta luz tímida y dorada, unas cuantas hojas en el suelo, y la esperanza empecinada y vana de una revelación y de un abrazo de fría combustión.

No sé qué escribo. Pero sueño. Y en las mañanas sin árboles se confunden los sueños con los deseos, las verdades con las esperanzas, las revelaciones con la búsqueda, el pasado con el futuro.

Todo queda lejos, muy lejos, y a veces lo miro con los ojos entrecerrados, sin saber qué ver, y después me ducho, y sin más continúo caminando.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Querido Diego, te abraza Quiela

Brutal. Deslumbrante y brutal. En un rato, y de una sentada, he leído el pequeño libro de Eleana Poniatowska Querido Diego, te abraza Quiela. Leer como salir a la calle y empaparse, repentina, inesperadamente, a causa del aguacero. Volver a casa, entre el cielo irreal aún cubierto de gris y la luz nueva, redonda y profundamente amarilla que revela la improbable imagen encerrada en la gota de lluvia.

Feliz, feliz, feliz mientras leo el libro. A punto de no creerlo. Como un paleontólogo que va descubriendo en la piedra signos ocultos que de pronto comienzan a cobrar sentido, y continúa sin respiro, la esperanza suspendida, anhelando comprobar si el mensaje acaba por tornarse sublime como la faena excepcional que un torero logra rematar con la espada.

Al final, lágrimas en arrebato y la revelación de la pureza. El aguacero y la luz clara entre la tormenta morada.

Es terrible el amor de Angelina, la Quiela que firma en una de las cartas que conforman el libro, dirigidas a Diego y nunca contestadas: "Pero soy tu pájaro al fin y al cabo y he anidado para siempre entre tus manos". Conmovedor el para siempre, dirigido desde el frío y la miseria del París de la primera guerra mundial a un hombre que volvió a la fuerza oscura  y al sol primigenio de México, su país, dejando atrás a su esposa de más de una década.

Una esposa a la que enviaría remesas de dinero, pero nunca la confirmación del desamor que ésta imploraba. Su blanca esposa rusa que ya para siempre se ha apartado de los suyos y ama al México jamás visitado como la tierra a la que su familia permanece. 

Ella va adivinando cuáles son las palabras que nunca va a recibir, pero no puede borrar las que ya se habían escrito indeleblemente durante su vida en común: "Creí firmemente que te alcanzaría después, que estos diez años de vida en común no habían sido en vano, después de todo fui tu esposa y estoy segura de que me amaste". Y como consecuencia de lo que ya no se puede borrar y de lo que jamás ahora podrá escribirse, Angelina, la pintora y primera esposa de Diego Rivera, se va sintiendo ella misma borrosa. 

Porque Quiela ha sido una pintora dedicada, precoz y de aclamado talento que antepuso la necesidad arrolladora de pintar de su marido a su propia obra y que ahora, sola sin Diego, se siente infinitamente frágil en su oficio. Manda por correo al pintor a su dirección de México bocetos y grabados para que éste le dé una opinión o un consejo.

Retrato de Angelina Beloff por Diego Rivera (1909)

Ya sabemos que Quiela jamás recibirá respuesta. En las primeras cartas comparte sus anhelos y esperanzas, aunque adivinamos desde el principio que serán en vano: "Seguí adelante, todos los días sigo adelante, salgo de la cama y pienso que cada paso que doy me acerca a ti, que pronto pasarán los meses ¡ay cuántos! de tu instalación, que dentro de poco enviarás por mí para que esté siempre a tu lado". 

En la última carta, Quiela asume ya de forma explícita la inutilidad de las palabras y las líneas que con persistencia de ciega ha ido trazando en sus misivas: "Parece haber transcurrido una eternidad desde que te escribí y sé de ti, Diego. No había querido escribirte porque me resulta difícil callar ciertas cosas que albergo en mi corazón y de las cuales sé a ciencia cierta que es inútil hablar". 

Sin embargo, a pesar de reconocer la ruptura de los lazos que parecían unirla para siempre a Diego, termina la última carta con la petición fatal y conmovedora, exánime e imperiosa, de que Diego la reconozca en lo que ella tiene de más auténtico: "¿Qué opinas de mis grabados?".

Quizá lo terrible y conmovedor de esta historia de amor tan desbordante como el cuerpo inmenso y corpulento de Diego Rivera, que todo y a todos parecía ocupar, radica en la falta de respuesta, la ausencia de palabras para explicar lo que no necesita explicación, la ratería de una confirmación de lo que sin embargo las palabras nunca podrán aclarar.

Quiela dispone tan solo de sus palabras, con las que va pintando un cuadro que, como ella misma, se va borrando al tiempo que va adquiriendo su forma definitiva. Porque Quiela continuará adelante aferrada a su pintura, su talento, su oficio y su vocación, y al recuerdo del hijo muerto que nunca hubiera podido sobrevivir a la relación desigual de sus padres, pero ha perdido ya la promesa de sí misma, que solo se revelaba en Diego: "Si no vuelves, si no me mandas llamar, no solo te pierdo a ti, sino a mí misma, a todo lo que pude ser". 

Es conmovedora la pureza del amor de Quiela, su fe aun en medio de la lucidez de su inteligencia, la generosidad que jamás le sisa a Diego; es brutal la dependencia con la que la fuerza de su amor devasta a Angelina; es deslumbrante el estilo de Elena Poniatowska. 

Aun sabiendo que es inútil, Angelina pide una y otra vez respuesta a Diego. ¿Quién no se revelaría contra la certeza inexorable de que el paso del tiempo convertirá a los amantes en dos extraños?: "La cosa es que no me escribes, que me escribirás cada vez menos si dejamos correr el tiempo y al cabo de unos cuantos años llegaremos a vernos como extraños si es que llegamos a vernos". 

Al final del libro se explica que la pintora llegó a coincidir en México, donde ella también acabó (quizá inevitablemente) viviendo, con el famoso Diego Rivera, sin que éste llegara a reconocerla... Explica la wikipedia que Angelina Beloff continuó trabajando, fiel a su vocación y a su deseo de independencia económica, pero sus obras han permanecido relegadas a un segundo plano, olvidadas ante la popularidad de un marido al que el pueblo idolatraba como ella lo hizo. 

Quizá su obra se ha borrado ante la fama de su marido como la propia vida de Quiela se volvió borrosa ante el silencio de Diego Rivera. Quizá Quiela malogró lo mejor de ella en el esfuerzo de comprender que Diego se pertenecía solo a sí mismo. Puede que en toda historia de amor la batalla entre la fe y la clarividencia esté abocada al fracaso y que todos acabemos por desdibujarnos en el mismo cuadro que nuestras palabras incapaces se empeñan en trazar. 

Trazo a trazo, queremos dar forma con el pincel a lo que ya no existe: "Debería quizá comprender por ello que ya no me amas, pero no puedo aceptarlo. De vez en cuando, como hoy, tengo un presentimiento pero trato de borrarlo a toda costa".

Para cuando damos por concluido el cuadro, todo lo que encontramos es un lienzo en blanco.