Acetpo el reto de Arantxa Martin de escribir durante cinco días tres cosas buenas que me hayan pasado, y le doy las gracias porque comienzo justo en un día en que mi confusión me impide ver con claridad. Tras pensarlo bastante, ahí van las tres reflexiones positivas con las que me quedo del día número 1:
1. Despertarme sintiendo que mi cuerpo avanza y da otro paso, un nuevo salto cualitativo que me abre y me acerca a los demás. Lo confirmo al sentir la cercanía de mis compañeros en el curso de formación. El camino es largo, pero lo voy recorriendo sin perder el ánimo. Un día volverá la comunión con el mundo.
2. Admirarme de los gestos de generosidad de la gente, que no me conoce o que no tiene por qué hacer nada. Dan pinceladas de color al mundo, y hacen mi vida un poco más fácil. Gracias a El Bar de los Sueños y a Patricia Castro Díaz por ofrecerme tiempo y espacio para mí y mis cosas...
3. Mi querido marido Carlos Sánchez me hace setas para comer, manzanilla para digerirlas, y me abraza por la noche en caso de que no pueda dormir porque me hayan sentado mal. Quizá las alucinaciones no son por las setas, pero juntos seguiremos encontrando respuestas en medio del caos.
Tras el día número 5, vendrán las nominaciones. Preparaos jeje
Las tres cosas positivas del día número dos son un poco más fáciles...
1. Una tostada con mermelada de fresa, que después de dos días con Eloya Martin Hernandez se convierte en rito. Es lo que tiene la amistad mantenida a pesar, o gracias a, el tiempo. Julia se une con su miguita correspondiente.
2. Estar en el aquí y el ahora con tu pareja, aunque eso signifique acabar comiendo a las seis de la tarde.
3. Ah, el momento de ver esa cara más de luna de mi sobrina Teresa, que se ríe sin dientes, con motivo o sin él, y reinventa el mundo para los que llevamos demasiado tiempo en él.
Y eso es todo. No está mal.
Y llegó el día tres: un sábado para llenarlo de calor.
1. En esta casa los sábados se compran churros y el Babelia para desayunar. La tradición se mantiene aunque nunca sepa cuándo debo tomar el último churro y jamás me dé tiempo a leerme el periódico.
2. Desde la ciudad parece que el sol ya se va. Pero aún llegamos a tiempo de dar un paseo hasta el encino. Los perros se ponen contentos, la lluvia no importa con la ropa adecuada, al acabar nos espera la chimenea.
3. Y sin duda lo mejor del día: he recibido el primer beso de Lorencito. ¡Esto sí que es un hito entre los primeros besos más tiernos del mundo! Cuando nos besamos Carlos y yo, Lorenzo se queda mirándonos y comienza a sonreír, feliz. Entonces lo hacemos partícipe del festín. Un rato después me tumbo en el suelo, y Lorenzo se acerca y con su boca busca mi mejilla.
Está claro que los niños aprenden de lo que hacemos y todo lo imitan. Pero son ellos los que nos enseñan a nosotros con su exigencia de que demos amor a cada minuto. Nos hacen mejorar a nosotros, y nos dan la posibilidad de cambiar el mundo. Termina el día de calor inundado por la sonrisa de buenas noches de Carla.
(Hay que reconocer que a cuenta de la gracia que me hace el niño con los besos, este marido mío se está poniendo las botas.)
¡Y ya estamos por el día cuatro! Difícil elegir tras un domingo en El Puerto...
1. Subir a la Peña de Francia, inquieta y en busca de un poco de calma y de luz. Sentir que las lecturas te interpelen directamente, que te echan encima de forma brutal todas las respuestas que necesitas. Físicamente llegué a tambalearme: que yo iba a preguntar, pero que a ver qué hago con tanta revelación que no acierto a interpretar. Pido un corazón sencillo, libre de miedos y de la trampa del ego, que me permita comprender.
2. Actualizar el currículum vitae, y que mi padre diga que con todo lo que he hecho y estudiado deberían pagarme una barbaridad por hora. Si mi padre puede estar orgulloso de mí, es que a lo mejor yo debería empezar al fin a mirarme a mí misma y a lo que he ido haciendo con un poco de amabilidad.
3. Encontrar por casualidad un helado de chocolate blanco en el congelador, y tomármelo en familia alargando al máximo la hora de vuelta.
El día número cinco ha coincidido (dejadme pensar que no por casualidad) con el recuerdo de un principio con los dolores de un largo parto. Tres, o quizá cuatro años después, el 17 de noviembre me encuentra desnuda, como acabada de nacer, con un currículo bajo el brazo que busca tinta nueva y nuevos contenidos.
1. En mi paseo con el currículo, un hombre con botas de goma rebusca entre la hierba y la hojarasca de otoño con una bolsa de plástico en la mano. Está en un reducido terreno entre la carretera y un muro cubierto de pintadas. No sé si busca setas o si lo único que puede recoger es botes y desperdicios. Pienso: qué a gusto estaría este hombre viejo paseando por su pueblo a estas horas primeras de la mañana. Y yo pienso que mi fin no es adaptarme a los pequeños reductos, sino buscar el aire fresco de la mañana en espacios diáfanos y puros.
2. A mí la hipnosis me va fenomenal. No quería que acabara. Es un lujo amasar tiempo para ir construyéndote lentamente y con paciencia. El dinero, cuando se cruzan en tu camino personas generosas, no siempre es problema.
3. Un día de aniversario de finales temibles y de principios ahogados encuentra un buen colofón en un concierto de clarinete y piano seguido de un vaso de vino en lugares emblemáticos de la ciudad. Fue una decisión del momento. Dicho y hecho: me gusta aprovechar las oportunidades que surgen en cada sitio donde voy dejándome arrastrar por el viento.
Hasta aquí ha llegado el reto de los cinco días. Lo he disfrutado muchísimo y se me ha pasado volando. Puede que lo continúe practicando de alguna manera.
¡Por fin las nominaciones! Esther N Macein, Candela Chedas, Catrina Chiese (aunque ya sé que esta última anda muy ocupada...). He elegido a mis tres nominadas porque sé que me encantará leer las cosas buenas y bonitas que tengan que contarnos desde su visión optimista, fuerte y dulce de la vida.
(Copiado como apareció en Facebook)
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