miércoles, 13 de julio de 2016

Raquel

Somos muchos los nos acostamos por la noche pensando en Víctor, en su familia, en Raquel. Y volvemos a pensar en ellos al levantarnos. Seguimos llorando, y no podemos siquiera imaginar vuestro dolor, aunque nos gustaría tanto poder aliviarlo de alguna manera. Hoy sois vosotros, la esposa y la madre, las que cuidáis del nuestro. Vuestra entereza y orgullo dan todavía más sentido a la ida de Víctor. El sufrimiento es inconmesurable, porque esconde tanta vida, tanta intensidad, tantos sueños. Esta muerte terrible es tan de verdad, y es tan de verdad el dolor, pero también las ganas que nos infunde de seguir viviendo, viviendo la vida y el toreo, que vienen a ser lo mismo. Mi admiración tremenda para vosotras, Raquel. Os tengo siempre en mi pensamiento. Pensar, acompañaros, compartir noticias y homenajes... nada puede ser suficiente, pero sentimos tanto la necesidad de hacerlo, de amparar nuestro dolor. Y luego volvemos a imaginar el vuestro, y no podemos, y se nos seca el alma. Estamos con vosotros, Raquel, contigo y con Víctor siempre. Orgullo y gloria.

sábado, 9 de julio de 2016

Víctor

Ha muerto Víctor Barrio. Ojalá estuviera ahora en mi casa y hubiera consuelo en las encinas, la luna y el mugir de los toros. Pero estoy aquí encerrada en la ciudad como un perro rabioso. Llorar y querer salir corriendo, a lo amplio, a la noche, a los demás. Víctor Barrio, torero, ha muerto. Para muchos hoy el mundo se resquebraja. Y al tiempo qué ganas de vivir, de abrirse, de elevarse, de hundirse, de llegar al fondo. La verdad absoluta, el juego de la muerte. Tan bello, tan tierno, tan serio Víctor Barrio. Sus ojos oscuros, fijos, redondos. En la profundidad del ruedo ha muerto. Lloramos tu muerte, Víctor; los hombres duros de Lorca no aguantan el frío de la piedra. Y, sin embargo, te cantamos, Víctor, Te cantamos. Cantamos tu sueño, tu alegría y tu fuerza. Ojalá sientas el clamor, las lágrimas, la admiración. Ojalá sientas cómo maldecimos las cinco de la tarde, adivines la furia de nuestro estupor, la pesadez que sobreviene después. Lo siento tanto, Víctor. Recuerdo tan hondo tu rostro, tu apostura, tu verticalidad. Pienso en ti y en todos los que son como tú. Me niego a dejar de pensar, no voy a olvidar. No vamos a olvidar, Víctor, que morís por todos nosotros. Que vivís y sentís por todos nosotros, que amáis y creáis para defender la vida, su verdad y belleza. Pienso en ti, Víctor. Cuánto lo siento. Hoy no puede haber consuelo. Mi corazón está con tu familia, con tus allegados, con tus amigos. Ojalá que hallen aliento en nuestras palabras, en nuestro llanto, en nuestros gestos, y que puedas descansar en paz. Iré a despedirte en tu vuelta al ruedo final. También yo busco sosiego.

viernes, 8 de julio de 2016

Cenicienta

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C.S.B.

OTRO FINAL PARA UN CUENTO: DIVERTIMENTO
Cuando el reloj dio las doce campanadas
Cenicienta se convirtió en piña colada.
“Ay, por dios, y qué es eso,
ni siquiera sé si lleva queso”.
Así que hizo una contorsión,
se miró la etiqueta pegada en el mentón:
“Piña sin nata”-leyó- “pero con colorantes,
conservantes y un poco de rata”.
“Lo que no engorda, mata”, recordó ella,
deseando ponerse oronda cual ballena.
Llegó el príncipe con el zapato,
a Cenicienta no le cabía por ningún lado.
“¡Albricias, me he salvado!”, exclamó la muchacha con agrado.
Después cogió la escoba, y salió volando.
“¿Adónde va esa gorda?”, se preguntaron las hermanas,
Y llamaron a la madre para que la dejara sin ensalada.
Pero de Cenicienta nunca más supieron.
Yo os digo que llegó a una playa. Una pajita,
un par de hielos: se bebió entera.
Se supo tan rica que allí sigue, llenándose el buche.
Con su escoba gastada espanta fantoches
y a veces sube a las estrellas en plena noche.
Monta en ella solo a quien conoce la medida exacta:
Tanta piña como rata, y pajita para dos.
El vaso, siempre de cristal.

miércoles, 6 de julio de 2016

Me acuerdo

Me acuerdo de pocas cosas
De algunas que preferiría olvidar
Y de otras que no sucedieron

Me acuerdo de cuando me tragué un pez naranja en la playa de la Concha
De cuando tú y yo fuimos felices
De cuando mi padre mataba los lobos que entraban por la ventana

Me acuerdo de lo que otros dijeron que yo era
Que no sabía cantar
Que yo no había dibujado aquella flor morada
Que yo era la más fea de las hermanas

Me acuerdo del colegio alegre de mi infancia
De jugar todas las tardes
De los partidos en el recreo
De cuidar el sueño de mis cuatro hermanos

Me acuerdo de tantas cosas de cuando era niña
Que no quiero seguir acordándome

Me acuerdo de que mi abuela me dijo cuando cumplí once años
Que a esa edad ella ya no quiso seguir creciendo

Me acuerdo de que yo quería volar
que me llamaran niño con mi pelo corto
correr en libertad
caerme de la bicicleta y que me salieran costras

Me acuerdo de que yo tampoco quise crecer
De que a las ocho en punto les daba un beso a mis padres
Quería que me echaran de menos cuando me fuera al internado

Me acuerdo de toser siempre en aquel edificio desvencijado
De la tristeza de los domingos por la noche
De las baldosas frías del suelo y el polvo de las escaleras
De las monjas agrias
De mi hermana reprochándome que ya era otra
Otra más triste y más callada

Me acuerdo de cuando saqué la nota más alta en selectividad
Y el asco que sentí cuando se acercó la madre superiora
Me acuerdo del último día de COU, cuando amaneció
Y yo bailaba descalza entre los cristales del bar

Me acuerdo de que entonces la vida se volvió una página en negro
Y yo me matriculé en derecho
Aquellos dos años comí muchas galletas
Y soñaba que me cortaban la cabeza

Me acuerdo de que entré en la primera clase de Filología
El profesor llevaba unos pantalones azul piscina
Atroces
Me acuerdo de saber que había encontrado mi sitio

Me acuerdo de la garganta apretada en clase de poesía
De vivir en el extranjero
De escribir mucho en aquella universidad americana

Me acuerdo de los viajes que nunca hice con el amor de vida
De los billetes perdidos
De que en Bournemouth mi compañera de piso fue la primera en decirme
Que estaba cancelando algo más importante

Me acuerdo de todos los años que pasaron en balde
De las doce lágrimas de cada nochevieja desde aquella primera

Me acuerdo de la negrura más absoluta, del abismo, del cuerpo desmembrado
Me acuerdo de un ángel acariciándome

Me acuerdo de las caras de muchos de mis alumnos
Del nombre de alguno menos
Me acuerdo de mi trabajo, de mi dedicación
De mi afán de salvarnos a todos

Me acuerdo del sofoco, de los barrotes
De la fe tan angosta que se escribe solo con dos letras
Me acuerdo de salir un día a las dos y media
Y de no volver a la mañana siguiente a las nueve

Me acuerdo de quién fui y voy recordando quién soy
Me acuerdo de que soy lo que queda cuando nada más existe
El polvo traslúcido en la claridad del sol
La luz que baila sobre el agua

Me acuerdo también de lo que está por venir
Los hijos que tendremos
Los lagos en los que nadaré
El mundo bello

sábado, 2 de julio de 2016

Bulls in Lucia Berlin

En B.F., uno de los cuentos de la nueva escritora de culto Lucia Berlin, la narradora describe a personas y situaciones imperfectas, reales, absolutamente genuinas y vitales. El hombre viejo que viene a arreglarle el baño, con su olor a sudor y alcohol, del que dice que inmediatamente le gustó. Toros y toreros son también parte de la escritura de Lucia Berlin, de su mundo vigoroso y auténtico donde torrentes de vida se encuentran en lugares y sentimientos de extrañeza y ardor en los recovecos de lo convencional y timorato:
"Bad smells can be nice. A faint odor of sunk in the woods. Horse manure at the races. One of the best parts about the tigers in zoos is the feral stench. At bullfights I always liked to sit high up, in order to sit it all, like at the opera, but if you sit next to the barrera you can smell the bull".
He recordado este pasaje al leer en El País una crítica de los pueblos y sus olores, sus tradiciones, su calor de verano, su sudor:
"Y no es que Coria sea un caso único; solo es un punto más en la sanguinolenta y densa geografía de fiestas con toros, cabras, vino barato, calor y moscas tabaneras" (Jesús Mota, 28 de junio de 2016).
Supongo que es más fácil escribir desde la comodidad del aire acondicionado y una oficina con moqueta que bajarse a la vida a oler, a sentir, y a entender.