viernes, 8 de julio de 2016

Cenicienta

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C.S.B.

OTRO FINAL PARA UN CUENTO: DIVERTIMENTO
Cuando el reloj dio las doce campanadas
Cenicienta se convirtió en piña colada.
“Ay, por dios, y qué es eso,
ni siquiera sé si lleva queso”.
Así que hizo una contorsión,
se miró la etiqueta pegada en el mentón:
“Piña sin nata”-leyó- “pero con colorantes,
conservantes y un poco de rata”.
“Lo que no engorda, mata”, recordó ella,
deseando ponerse oronda cual ballena.
Llegó el príncipe con el zapato,
a Cenicienta no le cabía por ningún lado.
“¡Albricias, me he salvado!”, exclamó la muchacha con agrado.
Después cogió la escoba, y salió volando.
“¿Adónde va esa gorda?”, se preguntaron las hermanas,
Y llamaron a la madre para que la dejara sin ensalada.
Pero de Cenicienta nunca más supieron.
Yo os digo que llegó a una playa. Una pajita,
un par de hielos: se bebió entera.
Se supo tan rica que allí sigue, llenándose el buche.
Con su escoba gastada espanta fantoches
y a veces sube a las estrellas en plena noche.
Monta en ella solo a quien conoce la medida exacta:
Tanta piña como rata, y pajita para dos.
El vaso, siempre de cristal.

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