sábado, 9 de julio de 2016

Víctor

Ha muerto Víctor Barrio. Ojalá estuviera ahora en mi casa y hubiera consuelo en las encinas, la luna y el mugir de los toros. Pero estoy aquí encerrada en la ciudad como un perro rabioso. Llorar y querer salir corriendo, a lo amplio, a la noche, a los demás. Víctor Barrio, torero, ha muerto. Para muchos hoy el mundo se resquebraja. Y al tiempo qué ganas de vivir, de abrirse, de elevarse, de hundirse, de llegar al fondo. La verdad absoluta, el juego de la muerte. Tan bello, tan tierno, tan serio Víctor Barrio. Sus ojos oscuros, fijos, redondos. En la profundidad del ruedo ha muerto. Lloramos tu muerte, Víctor; los hombres duros de Lorca no aguantan el frío de la piedra. Y, sin embargo, te cantamos, Víctor, Te cantamos. Cantamos tu sueño, tu alegría y tu fuerza. Ojalá sientas el clamor, las lágrimas, la admiración. Ojalá sientas cómo maldecimos las cinco de la tarde, adivines la furia de nuestro estupor, la pesadez que sobreviene después. Lo siento tanto, Víctor. Recuerdo tan hondo tu rostro, tu apostura, tu verticalidad. Pienso en ti y en todos los que son como tú. Me niego a dejar de pensar, no voy a olvidar. No vamos a olvidar, Víctor, que morís por todos nosotros. Que vivís y sentís por todos nosotros, que amáis y creáis para defender la vida, su verdad y belleza. Pienso en ti, Víctor. Cuánto lo siento. Hoy no puede haber consuelo. Mi corazón está con tu familia, con tus allegados, con tus amigos. Ojalá que hallen aliento en nuestras palabras, en nuestro llanto, en nuestros gestos, y que puedas descansar en paz. Iré a despedirte en tu vuelta al ruedo final. También yo busco sosiego.

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