Miércoles 3 de diciembre
1. Bajar a la calle vestida de Cayetana de Alba, y tomada por su espíritu echar mi suerte en cada paso y encontrarme de carambola el premio en forma de un carricoche en el que se arropa la sonrisa de mi sobrina Teresa. De paso, como con ella en casa de su abuela. Es lo que tiene entrar en el juego de la vida: ganas sonrisas, y de paso una invitación para comer.
2. Tras la tutoría del Máster, en la que sigo comprobando mi estado zen y me propongo seguir trabajando en el desapego (o, lo que es lo mismo, en la idea de qué tal- aquí todo bien- a mí plim- yo feliz), me siento en las escaleras de enfrene envuelta por el frío que se cuela por mis medias de red de duquesa a contemplar la luna helada y a sentir que la vida pasa en el cucurucho de castañas que calienta las manos de un muchacho y en los juegos de una pareja que ríe mientras ella trata de montar a caballito sobre la espalda de él. Achaco este estado de disfrutar contemplando la vida mientras me siento parte de ella a mi celebrado estado de desapego. (Este es el efecto "disfrutar al pasar de la imagen fugaz de las señoras que comen churros por la mañana". Que no falten los churros ni las señoras que los comen, ni chicas que las miran y se sonríen con complicidad.
3. El video más visto del día: los primeros pasos de Lorencito. Ya me parecía a mí que este niño se iba soltando mucho, sin miedo y siguiendo su ritmo en el entorno libre y natural que su madre crea para él.
Jueves 4 de diciembre
1. Llego al edificio de mi nueva clase de portugués con diez minutos de antelación y me felicito a mí misma, que últimamente llego tarde a todas partes y dejo toda la casa tirada. Me he dado prisa en encontrar sustituto para mi ocupado profesor, y sigo disfrutando de mi rato lusitano de aprendizaje.
2. Alivio y felicidad tras los resultados del informe médico trimestral. Sigo practicando el caminar, como mi sobrino, al ritmo de los días.
3. Anda, viene David y se sienta en el sillón de mi casa, y nos cuenta historias de Suecia, y cenamos algo, y a las doce se me cierran los ojos, y me alegro de que pase por aquí y hable y hable sin parar más radical y obcecado que nunca, o tanto como siempre, y aun así no surja el enfrentamiento ni las discusiones.
Viernes 5 de diciembre
1. Oír la voz de mi padre, animada y feliz, siempre de niño, mientras va en coche a recoger un premio y me pide que recoja un encargo de la farmacia.
2. Mi rato de la tarde en paz y soledad para enchufar mi lámpara de sal, sentarme a meditar, encender una vela, leer un libro para reflexionar interiormente, apuntar las respuestas, acabar con un mapa mental de lo que soy y por lo que me muevo en estos momentos.
Sábado 6 de diciembre
1. En la alfombra, el salón preparado para el día de fiesta, yo vestida con mis mejores ropas, sostengo a Teresa entre los brazos cuando viene Lorenzo pidiendo subir a la vaca balancín. Me las arreglo para desplazarme por la alfombra sosteniendo a la una y acompañando al otro hasta que el niño sonríe impulsándose en el balancín. Entra Pili en ese momento, repartiendo voces alegres, elogios, recuerdos de otros bautizos de cuando ellos eran jóvenes y nosotros pequeños y buenos deseos para este de hoy y nuestras vidas y niños. Todo está en orden, limpio, arreglado, preparado para el día.2. En la comida, comentamos que la sincronía del universo me coloca enfrente el discurso que tengo estos días en mi cabeza, como si la comensal fuera la locutora de televisión que refleja el noticiario de mi mente: habla de la educación de los niños, de pedagogías alternativas, de otras maneras de educar, de la demanda de centros diferentes. Y, además, menciona que va a biodanza, con lo que sin duda tengo que decidirme ya a probar esta actividad.
3. En una ventana del salón del restaurante, juego con una niña que tira una y mil veces una pelota hecha con un poco de papel de plástico, y luego hacemos magia, y corro y descorro el telón de las cortinas para que ella aparezca y salude, y yo sigo su ritmo, y ella insiste en recoger otra vez la pelota y en abrir de nuevo las cortinas, y me dicen que yo ya pondría montar mi escuelita.
Domingo 7 de diciembre
1. En un día soleado, tras hacer la Ruta del Agua en Mogarraz, descansamos y meditamos en un pequeño prado con vistas a los colores de otoño en los árboles y al blanco nevado en las montañas que enmarcan el horizonte formando un cuadro de armonía perfecta. Lorenzo juega con un gato y todos ronroneamos bajo la amabilidad del sol y sobre la hierba cálida y muelle.2. Tarde de periódicos junto a la chimenea: me da la cabeza para leérmelos todos.
3. "You are my sunshine, my only sunshine...", canción cantada como un disco sin fin en el trayecto de vuelta hasta que el lloroso Lorenzo se entrega al sueño en su silla del coche.
Lunes 8 de diciembre
1. Calentita junto a la lumbre y con una reconfortante tila que me ofrecen, aprovecho la mañana de molestias mensuales para aprender a leer música. Do, re, mi... jamás pensé que podría entender un pentagrama. Cuando por la tarde junto notas trabajosamente en el órgano, como un niño que aprende a leer con empeño sus primeras letras, me maravillo cuando tras los primeros acordes Lorenzo comienza a mover su manita reconociendo en mis esfuerzos el Cinco lobitos...
2. Lorenzo juega con un tren. Yo leo en mi mecedora. En un momento dado el niño parece que quiere subir a mi asiento. ¿Qué busca? ¡Colocar una ficha del juguete en mi cabeza! Se ríe cuando consigue alcanzarla y tirarla al suelo, y a mí se me graba su sonrisa cuando planea su juego con excitación.
3. Tengo un marido que piensa, mejora, se comunica, se esfuerza... una bellísima persona a la que me gustaría acompañar y que me acompañara en un camino de propósito y sentido. Él lo tiene claro: No hay mejor profesión en el mundo que la de profesor. Le acompañaré y animaré en su camino y así lo podremos disfrutar juntos.
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