Dicen que por la noche no se deben escuchar malas noticias: alteran el sueño. Yo evité leer el periódico antes de acostarme; aún así no he pegado ojo. Le echo un vistazo por la mañana: no me despierta mucho su lectura. Busco una noticia positiva; no encuentro ninguna. Me cambio al google reader: en los blogs han optado por hablar de cupcakes y colores pastel, así como por debatir sobre los nuevos clones de Amancio.
Decido irme a la ducha para despejarme y vestirme para salir a la calle y airearme por el mundo. Contraviniendo las recomendaciones de las nuevas gurús de la moda, me pongo lo primero que pillo. Regreso al poco sofocada. Con este calor asfixiante definitivamente se esfuma nuestra última oportunidad de pensar.
No escribo últimamente porque solo tengo un pensamiento en la cabeza: crisis-pesimismo social, crisis-desánimo, más crisis-impotencia/ parálisis. Todo lo que se me ocurre es seguir los pasos del rey. Me monto en el ave y me voy a Barcelona a hacerme un traje como quien se va a África a matar elefantes. Como si no hubiera un mañana. O más bien, como si no hubiera... un hoy de crisis, recortes, austeridad, precariedad, inestabilidad y un sucesivo etc de palabras acabadas en -dad.
Hoy me pongo a escribir porque no queda más remedio que encontrar algún brote verde de la izquierda, algún hilo de luz de la derecha para poder seguir hacia adelante. De lo contrario corro el riego de dejarme caer al suelo y de acabar incinerada por el sol achicharrador. Pensando en aceras hirviendo: en mi corto paseo por necesidad he visto sobre una acera, enfrente de la nada, un cartel rojo brillante, nuevecito, con letras blancas resplandecientes recién salidas de la imprenta o del 20 duros que formaban la anacrónica frase: "Próxima apertura".
¿Qué será lo que se abre? ¿Un campo de concentración para la ciudadanía deshauciada? ¿Un centro donde eliminar ciudadanos protestones o simplemente molestos? Quizá un viaducto para que resolvamos el problema de forma individual y callada. Estoy un poco apocalíptica, pero en realidad no creo que exagere tanto. La esteticien al lado de la panadería debe de haber cerrado hace un tiempo, después de mi última limpieza de cutis hace ya un año. El local sucio y vacío se erige como un féretro abandonado que no proporciona pista alguna sobre el muerto que alberga.
Me siento como un profeta que avista el fin del mundo y en vano trata de avisar a sus coetáneos de que es necesario cambiar de vida y de prioridades antes de que sea demasiado tarde. Quizá soy solo un loco que a veces no logra conciliar el sueño porque lleva en su mano la flor del mal, en el pecho el cáliz de la crisis de España y de Europa entera. Al resto del mundo, especialmente las tierras situadas en el hemisferio sur, que lo arrastre otro, que los pobres de verdad son demasiado pesados para cargar con ellos como quien arrastra un saco vacío y sin embargo rebosante de piedras sin valor alguno. No pegaría ojo.
Ahora sigo escribiendo, y cada vez estoy más asada. Voy a buscar un momento un sitio fresco donde recostarme. Trataré de que me venga la inspiración antes de que el sol cambie de posición y me deshaga como un plástico. Por el momento, me declaro vencida. Aún así tengo fe en el despertar, y la convicción de que aquí la lucha no acaba.
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