Hace un día estupendo de sol. También me gustan los días de lluvia. Poco a poco todo vuelve a su sitio, como se reconstruye la naturaleza tras un terremoto o un tsunami. El polvo cae al fondo del vaso, se disuelven los gránulos en el agua. Ayer en la taza de café la cucharilla removió el terrón de la amabilidad.
Tomé un café en un bar, y de forma natural sonreí y me comporté de manera extramadamente adecuada. La educación no es más que reconocer la presencia y el valor del otro. Y a su vez la señora del bar fue tan simpática que desde el bar contribuimos con nuestros activos al banco mundial de la amabilidad. Yo estoy convencida de que el mundo es energía, de forma que de las vibraciones positivas que envían unos nos beneficiamos todos. La alegría, el amor y la amabilidad van cayendo como fichas de dominó colocadas en un scalextric.
Ayer sopló el viento fuerte. Cualquier cosa podría caerte sobre la cabeza. Las antenas sobre los tejados del pueblo se meneaban como cohetes a punto de despegar. Por la mañana, desde el coche, comentamos al pasar que el viento había volcado los tres contenedores de basura vacíos. Por la tarde volví a pasar conduciendo por el mismo sitio. Un señor se acercó al primero de los contenedores y lo puso en pie. Paré un poco más adelante y desde el espejo retrovisor observé cómo el buen hombre levantaba los contenedores uno por uno. Seguí mi camino y desde mi interior, conmovida, le di las gracias a este señor. Ayer el karma del mundo fue un poco mejor.
En este tiempo de incertidumbre y angustia, en el que tanta gente tiene que andar desesperada, ansiosa, confundida, vuelvo los ojos a las cosas pequeñas. Puede que ahí esté el sentido del mundo. Mirándolo bien, es un poco absurdo decir que la vida nos va fatal a cuenta de la crisis y de la situación de paro y recesión del país. Visto desde la óptica de los miles de personas que mientras lees esto se mueren literalmente de hambre (o simplemente se mueren, cualquier muerte es idéntica en cuanto que relativiza las preocupaciones diarias) nuestras preocupaciones por el dinero y la inestabilidad de nuestras vidas se vuelven no solo absurdas, sino surrealistas.
Pensar que vivimos mal sigue siendo pura ironía, un chiste malo. Vivimos, y eso debe ser bastante. Buscamos en el dinero un escudo para repeler los males de la vida. Nos aferramos a la estabilidad para controlar los inevitables cambios. Ponemos nuestras esperanzas en la seguridad del trabajo con la esperanza de apaciguar la inestabilidad del mundo, como si pudiéramos transformar un tigre en gato dándole un poco de carne.
La vida es un tigre, una fiera salvaje. Es cambio, imprevistos, fuerza, indiferencia. Violamos las leyes mismas de la existencia tratando de contener el mar en un cubo de agua. Palada a palada vamos haciendo acopio de nuestra ración de agua salada. Y de pronto levantamos la visa del pequeño cubo, estiramos la columna doblada, y el mar sigue siendo infinito. En algún momento una ola un poco más violenta barre de la playa cubo y pala, y nos arrastra a nosotros hacia el fondo negro.
Si la vida es cambio, nosotros debíamos fluir con ella en lugar de aferrarnos a los barrotes de nuestra jaula. Como gigantescos osos blancos encerrados en el zoo damos vueltas alrededor de nuestra cerca creyendo que así podremos llegar a alguna parte. Que sean bienvenidos los cambios, la crisis y las olas feroces que nos sacan el culo de nuestra zona de confort y conformismo.
El mundo está en contínuo cambio, pero nosotros seguimos siendo dueños de nuestro destino. En realidad, solo podremos mantener el equilibrio, seguir al pie del cañón, si asumimos que la vida es una sucesión de olas y el sentido se encuentra en navegarlas, una por una, siendo consciente de cada una de ellas. Si permitimos que las circunstancias dominen nuestras vidas, si dejamos que sean las situaciones las que nos definan y nos digan quiénes somos, estamos condenados a hundirnos sin remedio.
La fuerza procede de dentro, nacemos con ella igual que nos dotaron de piernas y brazos. Con esa fuerza que nos define caminamos sobre las aguas, nos desplazamos con cada ola. Bienvenida sea la crisis que nos hace fijarnos en los actos pequeños que aportan calor a la hoguera del mundo: un hombre levanta en un pueblo escondido entre montañas los cubos de basura que pertenecen a toda la comunidad; una señora en un bar sonríe a una chica que aún no puede trabajar. Antes ha sido la chica amable y correcta, porque lleva dentro el fuego que los leños de otras gentes ahora en la distancia han avivado en ella.
Si las olas nos arrastran, si a duras penas logramos mantenernos a flote, ha llegado la hora de plantearnos nuestro destino. Mira tu brújula y asegúrate de que apunta al norte. Contempla el cielo en la noche clara y comprueba si aún puedes encontrar la estrella polar que guía a los navegantes.
Quizá nos hundimos todos en masa como el imbatible Titanic chocando contra el iceberg de la crisis y el miedo. Ha llegado la hora del cambio, y cada uno debe ocupar su sitio en la embarcación. ¿Quién rige nuestro destino, quién ha decidido el rumbo? Es hora de levantarnos y remar hacia nuestro destino, de hincar los palos para avanzar en la dirección que nos indica nuestra fuerza primigenia. Es posible mantener el equilibrio, disfrutar del momento, saltar las olas de los inevitables cambios aprendiendo a verlas como oportunidades de crecimiento.
Hay gente que ya se ha lanzado al agua, y que sigue remando impertérrita por ellos y por todos nosotros. Un hombre levanta contenedores, una señora sonríe en un bar. Otros leen los periódicos y desde la torre de vigía lanzan su mensaje a los siete mares. ¿Oyes el toque de corneta? Escucha atentamente, porque es tu fuerza la que te habla y te confirma quién eres. Mira al cielo y sigue tu estrella.
Desde las rocas más altas me lanzo feliz al mar. Braceo sobre cada ola hasta que la tripulación me recoge y juntos navegamos hacia donde nace el sol. Cosas pequeñas y grandes comienzan a ocurrir, y yo sonrío mientras el viento me despeina y enciende mis mejillas.
Hay un lugar donde la magia existe, más allá de nuestra zona de seguridad.
Pinturas: Turner
No hay comentarios:
Publicar un comentario