lunes, 27 de febrero de 2012

Parasiempres


Para JL, porque los parasiempres existen
Para mi hermana C, por regalarme el perro Ifigenio
Para C y su coche, por venir a merendar conmigo desde la otra punta de la región
Y para el Dr Jekyll y Mr Hyde porque con él la vida, muy a mi pesar, es siempre una montaña rusa

NOTA: leer con tono idiota

El sol y la luna lunera juegan y ríen
juntos en el febrero primaveral.
Después comen torrijas y leche con miel.
A veces el mundo es perfecto de seis a ocho
y se encuentran las cuatro patas al gato:
tipos cabales que no racanean el amor
ni la necesaria inteligencia. Extienden la amistad
generosamente sobre la rebanada de pan.
Con un poco de mantequilla para endulzar.
Umm, me la zampo para merendar.

Hay personas que siempre caben en los bolsillos.
Yo llevo un bolso cada vez más grande,
y ahora también tengo un perro en la barriga.
Lo cuido, lo mimo, lo saco de paseo.
Se llama Ifigenio.
Ifigenio y yo nos llevamos bien
y solemos dormir juntos.
A veces se pone farruco, y entonces
comprendo que es hora de dar una vuelta.
O quizá de acariciarle la cabeza.
Mi perro siempre está vigilante y si me ve
en peligro, hace que me duela la tripa.
A veces me caigo en el camino
y entonces se vuelve a lamerme los brazos cansados.
Por la noche nos arropamos calentitos
y nos imaginamos que dormimos bajo
las estrellas junto a una hoguera en el Lejano Oeste.

Hay otras personas que se escurren
por los agujeros rotos de los pantalones.
Es cansado comprobar siempre si ya
las has perdido. Si no estás atenta,
vas a tener que buscarlas mucho, mucho
y por todas partes. A veces esos personajillos
se tiran en picado al mínimo descuido.
Por ello hay que vigilar con atención,
ya que tienen tendencia a ahogarse en charcos.
Es un trabajo cansado, recogerlos del
barro, pero es gratificante y de buen ciudadano.

En el amor hay verdades que nunca se comentan
y al fin de los tiempos nos topamos con ellas.
Sin embargo hay mentiras que se llaman "te quiero",
y mucho más a menudo "para siempre".
A veces los parasiempres se estrumpen como globos
 y te estallan en toda la jeta.
Los parasiempres y los nomeolvides
acostumbran a tener los pétalos impares.
Pero yo nunca me acuerdo de si
empezar por el sí, o si las cuentas cuadran
con el no. ¿Me quieres? ¿O me olvidaste al fin?

Yo te quiero, que te lo he dicho con el viento
y a veces lo lloran las nubes.
Aunque antes era más común que lo radiara
el sol. Por eso, claro, tú estás tan moreno,
y yo tan blanca. Estoy también un poco flaca:
menos mal que hoy meriendo. Y puede que
me veas avejentada, pero eso es que me miras
con malos ojos. Brillo, reluzco y resplandezco,
pero por supuesto no siempre en la oscuridad.
Porque tanta oscuridad acaba por cansar.

¿Torta o beso, cal o arena, desgracia o felicidad?
Tiro la moneda, y siempre cae de cara.
¿Qué significa eso?
Interpreto el mapa: tira recto.
Compruebo la brújula: me dirige al norte, por más
vueltas que le dé yo al aparatejo. El velero
se deja arrastrar sereno. Y siempre, siempre lo impulso
con los pies del corazón. Y eso que tengo cabeza, no se crean.
 ¿Qué se hizo del tuyo,
sigue siendo rojo sangre? A veces parece
que te hayan destripado con un cuchillo jamonero.
Dr Jekyll, Mr Hyde, siempre me pilláis con el paso cruzado.
¡La próxima vez, válgame dios, haced enviad
vuestra tarjeta de presentación!

Dice la madre de las flores con su sombrero vegetal
que Pandora nos salvó al dejar escapar la esperanza.
¿O más bien la lió parda? A veces es mejor dejarla
morir de inanición.
En todo caso, parece que efectivamente voló,
porque blanca y delicada
se ha posado sobre mi hombro.
Yo tengo esperanza, y creo en ti, y en mis parasiempres,
aunque no comprendo tanto empeño
 en poner la lámpara
debajo de la cama, como las doce doncellas muertas,
y luego andamos dando tumbos contra los muebles.

CL

Yo mientras salto y jaleo porque tengo verdades
que no son pasado sino que se renuevan
cada vez que cambio de sábanas.
Además tengo unos cuantos amigos suficientes para merendar
seis días a la semana (el séptimo acostumbro a ayunar),
así como bombillas de larga duración
y bajo consumo. Energía pura. Y encima de la cama.
Yo me veo y veo, me alumbran,
y alumbro,
veo de repente en 3-D y sin necesidad de gafas.
¿No era la tierra plana?
Camino con zapatos nuevos que dan
zancadas de siete leguas.

Anda, pero si estás feliz ahí escondido.
Pues que sepas que me regocijo, pero hijo,
sal del escondrijo, que (todavía) no muerdo.
¿Encontraste la vida, el amor, la felicidad,
tralalá?
Yo guardo una piedra en un bolsillo para cuando vengas
a por ella. Pedruscos hay en todas partes, pero
no todos son verdes, mágicos ni refulgen
en la oscuridad.
Lo sabes, ¿verdad? Hay cosas que no se olvidan
por más que uno se esconda
al otro lado del teléfono.
A la espera de tu desaparición absoluta,
que sepas que hay aquí un rayito
que será tuyo con un parasiempre de esos que yo pronuncio,
de los que a pesar de todo siguen siendo verdad.
Ah, y pierde cuidado, que no son dañinos
ni te partirá en dos su electricidad.
Además solo con tu consentimiento
nos pondremos a bailar
bajo los truenos.

Hay otros que vacían los bolsillos de monedas y
aprovechan para tirar por el desagüe
 a la gente que llevan dentro.
Hala, venga, como migajas, y así luego no os extrañe
que no puedan leer el camino
marcado por las migas de pan.
Niegan el agua a los sedientos
y el abrazo a los necesitados,
¡y eso no es de recibo, que es mandato divino!
A veces nos pisan con menos miramiento
que a un feo escarabajo pelotero que cruje
al romperse, o simplemente nos dejan panza arriba,
pataleando con las patas impotentes.
Y encima hay veces que ni siquiera recogen
los sentimientos espachurrados
 para tirarlos al contenedor como corresponde.
¡Y eso, señores, aquí y en la Conchinchina,
denota muy mala educación!

Parasiempre y nomeolvides, aquí os tengo,
prendidos al ojal. Una mentira 
no convierte a la vida en trampa mortal, como tampoco
una verdad hace de este mundo un huerto.
Pero una verdad sí tengo: la del respeto propio
y desde ahí, tiro porque me toca,
el ajeno.
Traigo también un par de mentiras: no eres tan feo
como tus palabras que lapidan,
ni tan guapo como tú te piensas
cuando restallas la fusta de tus justas razones.
Pero siempre pensaré que eres encantador
como tu voz zalamera, y auténtico
como aquel corazón de niño que me enviaste
por carta. Por eso en mi caja
se recuesta la esperanza, y por eso un día brindaré
con café con leche. Ahora todavía no:
los nervios y demás achaques
propios del momento.

Mientras, brinco, rebrinco,
amo, gozo, y me abrazo sobria a las farolas.
Porque he salido del infierno,
y más allá, querido público, aquí en medio
pone en un cartel que he llegado a  la vida.
¿Más detalles reveladores del lugar? Esta es la tierra
de las medias verdades y las mentiras camufladas,
de traiciones y nuevos amores,
de lágrimas, abandono y cambios de canal.
Cuentan las leyendas que en algunos corazones
anida la sed de eternidad,
y que algunos seres extraños han conocido el amor verdadero.
Fuera del pozo reposa la esperanza sobre mi hombro
y este enorme parasiempre
espera tu abrazo
hipnotizado por la luna clara.

Un beso grande para todos los guapos que os creéis feos,
y para todos los feos que os las dais de guapos.
A todos os quiero y me gustáis por igual.
A ti, que te disfrazas de feo y yo te sé guapo,
(excepto cuando te crees George Clooney
y yo te veo más en plan Hannibal Lecter),
a ti que eres bueno aunque te empeñes
en acabar con mi cordura a base de electroshocks ,
a ti a quien nunca olvido,
a ti a quien siempre quiero
por esconder un corazón verdadero
tras tanto cristal empañado por el paso de los años,
te envío besos al corazón perdido
y abrazos futuribles con sabor a mentol,
con reconocidas propiedades curativas
tales como despejar la razón.

Tu querida amiga, siempre tuya,
con un número indeterminado de pétalos,
que parasiempre te quiere y no te olvida,

Lc


La caja de Pandora

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