lunes, 27 de febrero de 2012

Alivio barato a falta de GPS

Hay veces que parece que el mundo está al revés. Como si lo hubieran diseñado mal a propósito. Una lavadora defectuosa sin garantía, un coche que incluye de serie un motor que explota, unos zapatos de tacón carísimos que te destrozan los pies. El mundo está mal hecho, y hemos perdido el ticket para cambiarlo o devolverlo.

¿Hay plazos para devolver lo que no nos gusta del mundo? ¿Podemos probarnos la vida como un jersey y cambiarlo si no se nos ajusta perfectamente? Quizás no los hay, pero eso es lo que hacemos: picotear aquí y allá, adentrarnos por un camino y luego desandarlo, tirar para el norte cuando queremos ir al sur, entrar en un bar solo para darnos cuenta de que preferimos otro, cursar económicas cuando lo que nos gusta es la historia, ir al fin del mundo y preguntarnos qué carajo hacemos allí tan lejos.

A veces decimos que el mundo está mal hecho, y puede que los que no sepamos manejarlo somos nosotros. Es como cuando se queja la gente después de que aguas torrenciales hayan destruido miles de casas de adobe y ahogado a otras tantas personas, no existe dios, si existiera no habría permitido que ocurriera tal desgracia. Y digo yo, qué culpa tendrá dios de que en la otra parte del mundo dejemos que haya pobres abocados a construir casuchas endebles en zonas peligrosas, qué culpa tiene dios de que nosotros no sepamos coordinar las ayudas, de que prefiramos meternos el dinero en el bolsillo corrupto.

Qué culpa tiene el mundo de que yo no sepa leer los mapas, de que el manual de instrucciones solo venga escrito en chino. El mundo debe de estar bien hecho, hoy nos ofrece en primicia y fresco fresco un sol primaveral y el sonido de los regatos correteando. Bueno, bonito y barato, oiga, lléveselo puesto a su casa y verá qué cómoda. Solo tengo que asomarme a la torre del jardín para contemplar la vida que ríe plácida como un bebé bien alimentado: las gallinas picoteando, mis queridos corderos, los becerros trasteando, los toros grandes desperezándose un poco más lejos, el pino cubierto de pardales gordos con barrigas de niño pequeño, tractores que suben y bajan como un reguero de hormigas, la gente que cumple en orden y sin dudas sus quehaceres cotidianos. Vida, bullicio, sol como en un mercadillo alegre lleno de tenderetes.

Ay, cómo me gustaba ir a los mercadillos cogida de tu mano. Pero tú dices que ya no me quieres a mí y yo no debería quererte a ti, y a ti que eres perfecto yo no te puedo querer, y yo solo quiero quererme y jugar con el sol a la rueda rueda. Un psicoanalista se forraría conmigo, pero no creo yo que el psicoanálisis aporte soluciones para el amor. ¿Qué se puede entender en todo esto? ¿Dónde tengo el sentido de la orientación? ¿Han inventado ya GPSs para las cosas del alma?

Yo solo sé que no me gusta verte llorar, que eres tan completo y luminoso como el sol de esta mañana, que mi amor es negro, y que mi brújula siempre siempre señala el norte.

Es muy poco todo lo que digo, lo sé. Es un alivio muy barato juntar cuatro palabras de desahogo. No valen más que una casucha de pobre condenada a ser anegada por las aguas. El torrente nos arrastrará a todos, y dios no tendrá la culpa. Si nos bastara con el sol perfecto de esta mañana... pero  porque, ¡oh, por qué!, no basta eso.

Pero, ¿sabes?, a veces el sol es todo lo que hay. Y puede que no sea poco, aunque tampoco es mucho. Sin embargo ahora voy a salir a pasear y a bañarme en su alegría, porque eso es lo que tú me has enseñado.

UN RELÁMPAGO APENAS, Blas de Otero

Besas como si fueses a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,
me declaro vencido, si vencerme
es ver en ti mis manos maniatadas.
Besas besos de Dios. A bocanadas
bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,
tiras de mi raíz, subes mi muerte
a flor de labio. Y luego, mimadora,
la brizas y la rozas con tu beso.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte
bastara un beso, un beso que se llora
después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso.


1 comentario:

  1. CARLOS SÁNCHEZ BARBERO27 febrero, 2012 14:36

    He llorado un poco al leer el final.

    El mundo no está ni mal ni buen hecho. Está ahí, pero a veces lo vemos a través de un agujero demasiado pequeño para disfrutar de lo que no se ve.

    Sí se puede.
    Sí se aprende.

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