Noche de los Goya. Me los quedo viendo hasta las mil. Primero, porque el cuerpo me lo permite, después de unos días, o noches, en los que dicho cuerpo ha visto alterado su ritmo mañanero. Y segundo... ¿será por mi gran amor al cine? ¿Será porque me he visto unas cuantas de las pelis? ¿Será porque coincido con el director de la Academia en que este acto está para promocionar las películas y dar vida a la industria del cine español?
Puedo empezar por las razones por las que desde luego NO veo los Goya. No los veo para aguantar el rollo lacrimógeno de los actores, que si se lo dedico a mi padre, a mi madre, a mi vecina del quinto, a ti gran amor de mi vida que me quieres tan maravillosamente.
Luego pedirán los actores respeto a su intimidad, pero resulta que les ponen un micrófono enfrente y por un momento de gloria echan las vísceras por la boca. Les oigo, embalados en el gran amor que sienten por el mundo y lo maravillosos que son los seres con los que comparten su vida. Les oigo, y miro para otro lado, como se hace educadamente para disimular los colores que provocan las confesiones desmedidas, como se hace inconscientemente para librarte de aquello que te da vergüenza ajena, como se hace cuando sientes insinceridad en las palabras que te ensartan. La insinceridad, la falsedad de no utilizar la forma de expresión adecuada o el lugar indicado para expresar aquello que dicen ser lo más íntimo y esencial de sus vidas.
Vergüenza ajena, digo. Y así van desfilando uno tras otro, muy emotivo todo. Quizá alguno se pudiera salvar, quizá alguno de ellos realmente suelte una frase breve y discreta en la que se cifre un agradecimiento distinto o un rasgo genuino. Pero mejor hacían en callárselo, porque el almíbar que sueltan los demás, como el de una dependienta rapiñosa llamándote cielo, corazón, no hace más que echar paladas de colonia barata sobre su expresión profunda y necesaria de amor.
El premio a la actriz más babosa y pesada, el premio a la mayor traficante del sentimiento se lo lleva sin duda alguna Marta Etura. Agradece el trozo de mármol a su padre enfermo, a su madre querida, a su gran amor que tanto la cuida. Y todo entre lágrimas que se asoman y mohínes que se vierten desde los rostros dulces y blandos de las niñas rubias y monas que no han aprendido que hay vida más allá de las sonrisas fáciles. Sin duda, le coincidió el día adecuado para tanta expresión sinvergüenza de sus sentimientos más profundos: podían aprovechar sus frases para estamparlas en camisetas y corazones de felpa de San Valentín.
Y además, que la muchacha podía haber tenido un poco de inteligencia y discreción para disimular tanta emoción, dado que su papel, junto con el de Antonio Resines, baja del nivel del resto del reparto de Celda 211. El mejor para mí, por encima de Luis Tosar, su réplica Alberto Amman, tierno y voluble, y por ello ingenuo y capaz de empatía y convicciones.
Si los señores de la Academia quieren promocionar el cine, la industria del cine como ellos dicen, que dejen de vendernos lágrimas y sensiblería, y se centren en su negocio. Que lo agradezcan a los que hayan contribuido profesionalmente a que su papel haya resultado meritorio, y que dejen sus intimades en casa. O que las vendan al Hola, que es donde se trafica con esas cosas.
Estoy definitivamente harta de que periódicos y revistas serias dediquen páginas y páginas preguntando a los diferentes actores por su visión del mundo y de la vida, por las grandes preguntas de la humanidad, y los terribles problemas del mundo. A ver, ¿son acaso filósofos, pensadores, grandes artistas o creadores? Que hablen de su trabajo y punto. Y por favor, que dejen de una vez la frasecita esa de que son muy afortunados, sabios y sensibles por tener la oportunidad de vivir varias vidas a través de sus personajes, lo que en su opinión les da una visión del mundo especial y superior.
Pero no, los actores nos hablan de lo espiritual y especial que es su trabajo, y de cómo eso les convierte en seres superiores, que por salvar el mundo pueden ir hasta el Sáhara o hasta donde haga falta. Y muy bien me parece a mí que vayan hasta donde les parezca, pero no entiendo por qué tengo que aguantar a un personaje tan vacuo como Guillermo Toledo pontificando en el Sáhara sobre derechos humanos. ¿En calidad de qué? ¿De gran actor que con su aportación va a salvar el mundo?
Pero no, los actores nos hablan de lo espiritual y especial que es su trabajo, y de cómo eso les convierte en seres superiores, que por salvar el mundo pueden ir hasta el Sáhara o hasta donde haga falta. Y muy bien me parece a mí que vayan hasta donde les parezca, pero no entiendo por qué tengo que aguantar a un personaje tan vacuo como Guillermo Toledo pontificando en el Sáhara sobre derechos humanos. ¿En calidad de qué? ¿De gran actor que con su aportación va a salvar el mundo?
Son actores, y saben que para defender la industria no es suficiente hablar de su trabajo. Nos tienen que vender su moto, sus lágrimas, su compromiso, sus búsquedas del sentido de la vida. Pero es que para eso ya tenemos a la Esteban. Si ellos se colocan por encima, entonces que sean coherentes y no insulten inteligencias ajenas. Que sigan vendiendo sueños y glamour, pero que tengan la dignidad y la profesionalidad de hacerlo con la boca callada, o de elegir el momento para abrirla.
Que sigan luciendo modelos de alta costura, que eso es lo que buscamos en los Goya. Pero por dios que dejen de hacer ostentación de ellos. Que sean capaces de utilizar sus dotes teatrales para hacernos creer que pueden llevar un chanel y esconder el chicle.
Porque la única razón por la que yo veo los Goya es por los modelitos, por la imagen de perfección que el cine puede transmitir. Pero por lo visto hay muy pocos actores cuya imagen pueda estar a la altura de los sueños y la verdad que sus películas a veces permiten atisbar.
Porque la única razón por la que yo veo los Goya es por los modelitos, por la imagen de perfección que el cine puede transmitir. Pero por lo visto hay muy pocos actores cuya imagen pueda estar a la altura de los sueños y la verdad que sus películas a veces permiten atisbar.
Así, posando sencilla y natural, como si no te hubieras puesto el disfraz de qué glamourosa soy, que para eso soy actriz, y que rabien las vecinas.
¿Me se ve bien el vestido? ¡Menudo Carnaval!
Cómo cambian las cosas... ¿Dónde han quedado los "NO A LA GUERRA", las faltas de respeto, los insultos? ¿Qué fue del borrego español? Claaaaaaro, si es que vivimos unos momentos maravillosos, todo va bien, ESPAÑA VA DE ZPUTA MADRE!!!
ResponderEliminarYa solo queda que Tita Cervera se reconcilie con su nuera, y deje por fin el el olvido los "NO A LA TALA"; y que la Esteban se de un abrazo con la Campa y deje de protagonizar el "NO SIN MI HIJA" (a la española-cañí, of course).
Sueño con el día en que Rajoy y ZP se besen en la boca y anuncien a los cuatro vientos su amor eterno, aiiiinsssss.
Cuestión de tiempo... San Valen es así.
Entendido!! Viva el amor!!
ResponderEliminar