Los toros son la fiesta más culta que hay hoy en el mundo
García Lorca
Voy a empezar el año escribiendo de toros, pensando en toros. Quizá no puede ser de otra manera. Puede que este sea el año de mis oposiciones, y ojalá sea así y consiga una plaza de interina, la oportunidad de trabajar en algún pueblo, de enfrentarme con una clase, de pagarme mi propia cama. Pero aunque no lo sea, porque el temario es muy amplio (aunque interesante) y las unidades didácticas llevan mucho tiempo de preparación (si bien es muy entretenido buscar los materiales), el tiempo de estudio es una oportunidad de enriquecerme con los temas culturales y también de familiarizarme con materiales y estrategias que me serán útiles para dar clase. Y el próximo año, pongo a estas montañas que vigilan mi estudio cada día por testigo, estaré dando clase donde sea, aunque para ello tenga que remover la última piedra que encuentre en el camino. Porque ya es hora, porque lo echo de menos, porque lo estoy deseando. Por eso a veces me resulta tan difícil quedarme sentada en la silla, concentrarme, tener las oposiciones en la cabeza. Porque se hacen cuesta arriba la espera y la inactividad. A pesar de la oportunidad que este año de reposo encierra.
Pero tengo más cosas en la cabeza. Y una de ellas es los toros. Este año, recluida en la casa familiar, también supone la oportunidad de poder pensar en toros, de reflexionar sobre lo que significan. Y de leer de toros.
En Hemingway desde España se recogen varios artículos. Uno de ellos se titula "Hemingway y el ruedo ibérico", escrito por el profesor Carlos Clementson. Este profesor menciona una novela llamada Bestiarios, escrita por un francés, Montherlant.
Hoy lo que os voy a presentar es la dedicatoria con la que este francés abrió su libro. Sobre la dedicatoria, nos dice Clementson: "Y advirtamos que este importante libro de Montherlant está expresa y cordialmente dedicado con agradecimiento, desde su mismo prólogo, ni más ni menos que a Gaston Doumergue, Presidente de la República Francesa, por haber hecho legalmente posibles las corridas con muerte de los toros en el Sur del país, y cuyo nombre en amplios caracteres sirve de pórtico a esta novela de apasionado taurinismo, en la que el sentido ritual y sagrado de la fiesta irradia ya desde sus primeras líneas".
Y se recoge en una cita a pie de página la dedicatoria en el prólogo:
A Gaston Doumergue, Presidente de la República Francesa
Presidente:
A usted debemos las corridas de toros, con muerte, en el Mediodía de Francia. Aunque ya habían entrado, hacía medio siglo en las tradiciones del pueblo meridional -en lo profundo le pertenecían desde sus orígenes-,se nombró en el año 1900 una comisión parlamentaria para que dictaminase sobre ellas. Usted sólo en contra de la comisión entera, logró usted hacer que triunfara la fe. Cuánto me complace aquella frase que usted dijo a sus adversarios, y que suena al triste acento de Séneca: "Se comprende que los hombres tengan tan pocos amigos cuando los animales tienen tantos."
Quizá se acuerde usted aún de otra frase: "Las corridas de toros han contribuido y no poco a mantener el vigor de la nación española." Pero indudablemente, Juan Jacobo Rousseau, que la escribió (en el Gobierno de Polonia), será también un bruto inhumano, un sostén de la regresión.
Ha nacido usted, se ha criado usted en la religión del toro. En Nimes la violenta, esa Roma de las Galias, la catedral, el arco de Augusto, el circo, donde se luchaba con los cornúpetas en tiempo de Suetonio, las piedras tienen esculpida la bestia mágica. He visto a veinte mil almas, en la plaza, aclamando al Sol, al salir de entre las nubes. Si no con su inteligencia, con sus entrañas, sabían que desde hace treinta siglos adoran al Sol y al toro, que es un signo solar. "En el Mediodía taurino la pasión de los toros tiene raíces aún más hondas que en la misma España", como usted mismo ha dicho, Sr. Presidente.
A principios del siglo XX se logró que la tradición y el rito se reconocieran legalmente, y el Presidente francés consiguió que se aceptaran las corridas con muerte del toro.
Se cita ya entonces a aquellos que se ponen del lado de los animales ignorando al ser humano. El nombre que hoy se dan los antitaurinos, el de "animalistas", me parece muy adecuado. Porque para mí no tienen que ver con los ecologistas o con el amor a la naturaleza. Es la defensa bobalicona y mojigata del animal, al que vienen a salvar a pesar de sí mismo. Al que se han propuesto defender sin tener ni idea de lo que el toro implica, de lo que su mundo encierra. Ni idea tienen, ni el más mínimo interés en tenerla, que para eso son superiores moralmente.
¿Que es difícil de entender? Pues sin duda lo será. Pero vamos, yo lo entiendo y tampoco es que sea Einstein. Lo que me irrita profundamente es el desprecio por entender, y el fanatismo de llevar la ignorancia por bandera y no dudar en cargarse todo a su paso. Decía Nietzsche que lo contrario de la verdad no es la mentira, sino el prejuicio, y yo añado que lo que más daño ha hecho al hombre son los ideales. Los ideales que guían el comportamiento y que impiden ver la realidad, que siempre es compleja, profunda e infinita.
Se cita a Rousseau, que interpretaba la tradición taurina en clave histórica. Tantos otros filósofos y artistas han comprendido la esencia de los toros. Pero muchos se empeñan en equiparar toros y garrulismo, como leía el otro día en un artículo carente de todo rigor en El País. El articulista explicaba que desde Andalucía se invitaba a los parlamentarios catalanes a conocer el mundo de los toros. Pero el periodista, o lo que fuera, respondía que los catalanes podían ahorrarse el viaje, pues ya se sabe cómo es el mundo de los toros: castizo, atrasado, cateto... y en suma, representante de unos valores caducos de los que afortunadamente las generaciones nuevas se han liberado. ¿Alguien da más prejuicios y cerrazón mental?
Las corridas de toros son un espectáculo absolutamente actual, vivo y moderno. Es más, para mí, es el espectáculo que mejor representa la posmodernidad. Y es muy astuta la campaña de presentar los toros como algo caduco y que ya no interesa a nadie. En la encuesta de La Sexta, nada sospechosa por tanto, se reconocía que un tercio de los españoles tenía interés en los toros. Se interpretaba estos datos añadiendo que "sólo" un tercio mostraba interés. Pero para mí es un dato positivo: ¿cuánta gente tiene interés en la pintura o en el teatro? Y no porque la gente ni sepa de arte ni la pintura tenga la más mínima relevancia en sus vidas, se le ocurre a nadie que la pintura vaya a desaparecer. Cuanto menos un espectáculo que significa tanto para tanta gente. Pero la campaña de los abolicionistas está muy calculada: tú di, di, que algo queda.
Me topé en un blog con un artículo en la misma línea. En este, un profesor de universidad trata a los taurinos de incultos y atrasados, asegurando que gracias a la educación y a la escuela logrará acabarse con la lacra de los toros. Una cosa es que trates de debatir sobre por qué los toros son o no una crueldad, pero que empiecen con tantas bobadas es que me pone mala. Al menos este hombre hasta cierto punto se ve sorprendido por la incongruencia de su planteamiento, pues reconoce que no se explica cómo pensadores y artistas de reconocidos talento e intelecto han podido sentirse fascinados por los toros. Pero lo arregla pronto: no es que estas personas de amplia cultura y gran capacidad intelectual hayan podido comprender algo que él no es capaz de ver. No. Es que están todos engañados, y punto.
En la dedicatoria Montherlant sigue describiendo la fuerte presencia de la figura del toro en Nimes. Y yo tengo ganas de que llegue mayo y llegue Nimes, con su calor, su pasión, su respeto y su absoluta modernidad. Un espectáculo del siglo XXI y para el siglo XXI, una muestra de que desde las enseñanzas de la tradición y la historia, se puede disfrutar de un espectáculo contemporáneo y para gente de hoy en día.
Si a principios del siglo XX los franceses del sur hicieron comprender sus argumentos a la mayoría francesa que no participaba de esa realidad, a principios del siglo XXI tenemos la maravillosa oportunidad de que se reconozcan y respeten nuestros derechos a seguir disfrutando de una fiesta absolutamente viva y moderna, a pesar de los que tratan de echar paladas de oscurantismo, buenismo y pseudoprogresismo sobre ella.
Seguiré leyendo, y seguiré compartiéndolo con vosotros, porque es importante que expliquemos de una vez quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos.
Seguiré leyendo, y seguiré compartiéndolo con vosotros, porque es importante que expliquemos de una vez quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos.
continuemos con tu catedra de toros ole su defensa
ResponderEliminarseguiremos en ello, cogiendo el toro por los cuernos. Unidos, podemos.
ResponderEliminarAnimalistas, mmm, voy a dejarlos de llamarlos antitaurinos.... Lo que más miedo da es que cuando dicen "toros no" es exactamente lo que quieren, y no se dan cuenta o no quieren ver o qué se yo...
ResponderEliminarAupa!!
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