domingo, 10 de enero de 2010

Las cosas que he visto hoy

A Ina, porque sé que leer esto le va a provocar punzadas de hiel.

Hoy tenía unos planes estupendos en la ciudad. Pero cuando me levanté caía la nevada que desde hacía un tiempo nos andaba esquivando. Tantas veces anunciada en vano, que me sorprendió muchísimo que esta vez de verdad estuviera todo blanco. Una nevada en condiciones, como esas pocas que cayeron de pequeña y que nunca olvidas.

La nieve se veía tan nueva y esponjosa que no podía esperar a salir fuera y ponerme a hacer fotos. El resultado no ha sido como esperaba. Contra lo de no ser una gran fotógrafa, no puede hacerse mucho (excepto combatir quizá la impaciencia y la falta de práctica); pero esperaba al menos haber contado con la cámara "buena". Esta mía no tiene zoom, y además se me puso a nevar en las fotos de los churros, y luego directamente se estropeó la cámara; después se arregló en casa y volví a salir, pero ya no quedaba apenas luz, y los pájaros y los caballos no estaban donde yo los había dejado. Y el colmo es que ahora que bajo las fotos, me las estropea el horrible rótulo diciendo la hora que era.

Pero nada consigue estropearme un magnífico día, ni todavía se me ha borrado el color de las mejillas, ni la sensación vivificante del frio. Salgo a la calle, y el mundo renovado sólo para mí. Nadie más en millas a la redonda dispuesto en un domingo a hollar la nieve. Todo el manto inmenso sólo para mis pies. Y para los de los perros, que no cesaban de brincar durante el paseo, presos de la misma excitación que yo.

El mundo aparece nuevo, todo lo sucio, feo e imperfecto oculto por un día. Se nos ofrece en cambio la inocencia y virginidad que casi nunca son posibles. Cae la nieve, y trae el olvido. Y se nos despiertan los ojos, y todo nos sorprende y nos fascina. La misma realidad de siempre como no hemos aprendido a verla. Me llevan con el todoterreno a hacer las fotos, y en medio del campo, donde nadie más puede llegar, lejos de carreteras y edificaciones, se abre un mundo secreto. Los animales nos vigilan en la distancia, nos observan antes de salir corriendo, las encinas viejas lo parecen aún más cargadas de nieve, las montañas se alzan imponentes y profundas, parecen haber crecido, y contemplarlas es como ver el mundo hace millones de años. Es la sensación de que el paisaje conecta con un mundo extraño y antiguo que duerme dentro de mí. Las fotos aparecen en blanco y negro, a veces un tono iridiscente y azulado, y de vez en cuando una mancha mágica de color.

No pueden reflejar las fotos lo que he visto y sentido hoy- hablo de sentir con los sentidos corporales. La nieve blanda y suave abriéndose ligera bajo mis botas; los toros como bolas gordas y negras, dejando constancia de su poderío, su fuerza y su imponente presencia aún en las condiciones más adversas, aumentando de tamaño como lo han hecho las montañas; las vacas finas resignadas bajo la nieve, siguiéndonos inmóviles con la vista, que es su modo de implorar comida; los becerritos juntos al lado de los troncos, sin entender por qué la madre naturaleza rompe su promesa de vida lanzándolos al mundo en los meses más frios (si veo un churro muerto por el frio, iba a odiar la naturaleza por siempre jamás). He visto los caballos claros como luz de vela, apenas distintos de la nieve; los he visto también comiendo hierba debajo de la nieve, haciendo un hueco en la nieve y formando un cerco de tierra y verde alrededor de sus cabezas inclinadas sobre el suelo; he visto bandadas de pájaros pardos como copos infinitos sobre las ramas desnudas de los fresnos; he visto el cementerio más humilde y digno que nunca; he oído a los toros mugir y a las madres desgañitarse, las voces de las reses llamándose entre ellas, dirigiéndose solitarias al mundo clamando por entender el secreto del frio, que se yergue sobre ellas como una amenaza de muerte. Las he oído clamar como si sus voces vinieran de otras épocas, de lo más hondo de la tierra, y como si fueran lo único que quedara de un mundo que la nieve ha hecho desaparecer.

He pensado en la inmensa suerte de vivir en el campo, y he tenido la certeza de que en días como este los cantos de sirena de las ciudades no pueden ofrecernos sustituto alguno.

Os dejo con alguna de las fotos:







6 comentarios:

  1. Jooooer, ahora que me voy va y se echa a nevar, yo que tenía una ilusión tremenda de tirarme con los esquís por el camino del chalet...
    Pero más me fastidia haberme perdido tu excursión, jo, qué rabia.
    Menos mal que al menos he metido gol en el último segundo de partido, y que eso nos ha servido para empatar... a pesar de que tengo el tobillo echo una m.
    En fin, me voy a poner al día con el blog que te tenía abandonadita...

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  2. Bueno, bueno, pues ya es la segunda que te pierdes!! el domingo tienes tu última oportunidad, lo del esguince ya m va sonando a escaqueo..

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  3. Si, si, una leche escaqueo.
    Por cierto, una petición...; a ver si escribes una entrada de cine, de tus pelis favoritas, o de las últimas que has visto, o algo así.
    Y que cuentes algo de Ávatar y de ese sueño que me robaste!!!!!!!!!!!

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  4. Espero no ser yo la Ina de la dedicatoria, pero sí, a mí me da una envidia que pa qué!!!!! Me dice hoy Pepa que por qué vengo tanto aquí y no me quedo en mi casa -en Madrid, dice-, pero, ¿será posible??? mi Puerto es mi casa!!!!!
    Carolina.

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  5. Toma! y por qué no kieres ser tú la de la dedicatoria?!

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  6. Porque, joooo, yo no quiero tener que sentir envidia, no quiero descubrime de mala leche allá por los Madriles porque está nevando en el Puerto y yo no toy...

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