lunes, 15 de febrero de 2016

Bajo la nieve

Llego a casa a las tres. Llueve, casi nieva. La sierra ya muestra las primeras canas. Mis hermanos trabajan bajo el agua. Mi padre sale de la furgoneta con cara de frío. Hoy vengo satisfecha del trabajo. Puede que nada vaya a cambiar, pero yo sé que he hecho lo que debía, y eso hay días que basta. En el campo la vida es lucha, y es pasión, y es también, muchas veces, sufrimiento. Todo con la singular idea de que una tarde de arte todos los esfuerzos se den por buenos. Ahora caen con fuerza los copos entre las encinas. Parece que tiraran confeti. Todo quedará sepultado y olvidado. Pero hoy uno de mis alumnos sufre, y yo siempre sabré al lado de quien está mi corazón. Justificamos tan bien nuestro propio dolor, y parece costarnos tanto comprender el ajeno. Otra vez dejó de nevar. Hay quien piensa que tengo un carácter difícil, y hay a quien le resulta fácil quererme por ese mismo temperamento. Hay quien ve queja y pesimismo donde otros encuentran fe e idealismo. Yo en ocasiones como esta siento que no hay nada comparable con ser fiel a uno mismo. Entonces no tienes duda de que es necesario que te importe, y tanto, lo que otros ni siquiera saben que existe. Es esta visión en la que me empeño con tanto ahínco y convicción que a veces me lleva al dolor. Hoy me da igual el mundo, y solo me importa lo que yo hago y siento. Esa coherencia tiene una fuerza que de alguna forma tiene que llegar a los que sufren, y a los que no saben, y a los que tienen toda la vida por delante para pensar y elegir. Yo ya he elegido. Han dejado de caer copos del cielo inexplicablemente radiante de luz.

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