Las montañas nevadas se estrellan contra la luna del coche en un viaje al norte. Aquella nieve en que nos bañamos un día al bajarme del avión. Quería el aire, las montañas, y la blancura de nuestro amor.
Sin pasar por casa, sin apenas lavarme ni descansar, montamos en tu coche y me llevaste hasta la sierra. Eran la nieve y el frío, el sol y el calor.
Entonces, cuando todo era posible, cuando el mundo parecía sólido y real. Antes de que el difícil equilibrio de la felicidad de niña infeliz se desmoronara como mueren las pompas de jabón.
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