...lo que me da rabia es que expongas en público TU verdad como si fuera LA verdad
Mi tía A. lo ha entendido bien: escribo cuentos. Nada de lo escrito es verdad, nada es mentira. O si preferís, todo es verdad, todo es mentira.
Bajo la nieve que no cuaja, parecen las ovejas copos gigantes. Un cordero arranca con la boca ramas del jardín; a mi espalda, oigo balidos incensantes como una canción de cuna para un niño que no duerme. A veces toda la verdad del mundo se reduce a un momento como este, porque el blanco de las ocho ovejas y de sus balidos basta para cubrir la tierra de olvido.
La vida es más verdad cuando más irreal parece, como hoy en que el cielo gris no sabe si llorar copos o si reír lanzándolos a carcajadas. Es mediodía pero parece que aún no ha amanecido. Podría ser también la hora del anochecer en que los muertos atraviesan en barca la laguna de la sabiduría. A este lado del valle, nieva el cielo y nos cubre de ignorancia. En medio de la confusión, de la nieve que tiñe la tierra de irrealidad y sueño, a veces se vomitan unas cuantas certezas. Certezas que nunca llegan a ser verdad, sin ser mentira.
La certeza de que siguen balando las ovejas, de que el día triste definitivamente ha optado por seguir llorando. Las ovejas podrían balar frío y desvalimiento, pero también podrían intentar apaciguar el descontento del cielo. Nada es verdad, nada es mentira, y menos que nada lo que en mí provocan las ocho ovejas y sus puntos suspensivos de corderos. ¿Por qué me producen calma y seguridad, por qué me causan tanta ternura los corderos? Porque se ve en ellos la vida segura, natural, que fluye sin dudas de día y de noche, entre el frío y la paja, entre nacimientos y vejez, sin alegrías ni tristezas, con fe, sin cuestiones, con certeza. ¿Son verdad las ovejas? ¿O son copos de nieve que han cuajado y permanecen entre nosotros?
La vida claramente no es verdad, pero tampoco lo es la muerte. Si lo fuera, no nos dolería, no nos daría miedo, no nos traería recuerdos, no nos rebelaríamos contra ella. La muerte es mentira, porque no hay olvido de la vida. Tienen que caer muchas nevadas para que la muerte verdaderamente muera, pero entonces ya no le importará a nadie.
La vida es mentira, porque solo la vivimos a ratos. Porque existe la vida y existe su contrario, porque la plenitud no tendría sentido sin el vacío, la alegría no se explicaría sin la nostalgia, el amor va unido a su frágil equilibrio. Por eso tampoco el amor es verdad ni es mentira. ¿Es mentira que te quiero? ¿Es verdad que sobreviene el olvido?
Nadie lo sabe, porque todo acontece a un tiempo: el presente y el pasado, los balidos y los copos de nieve, la melancolía y la esperanza, las ovejas madre y los corderos, el recuerdo y la desmemoria, la mentira y la verdad, la muerte y la vida, el adiós y el bienvenido.
Todo sucede a un tiempo, y a veces parece que nada pasa. No se puede distinguir entre la ausencia del amor y su presencia, entre lo que se desea y lo que no se quiere, entre el corazón y el pensamiento, entre el orgasmo y la soledad. Todo el pasado siempre sucede en un único momento al que nos aferramos para que pueda haber presente.
Unas tormentas violentas y terribles asolan en estos momentos, según informe astronómico publicado en los periódicos, la superficie solar. Los astronautas se refugian en habitáculos especiales, los sistemas de comunicación de la tierra están en peligro. A pesar del terremoto solar, aquí sigue nevando mientras la luz del sol deambula en guerra por otros planetas vecinos. Todo está interconectado: el sol está a tan solo ocho segundos de la tierra. ¿A cuántos segundos estás tú de mí? ¿Recibo las señales? Todo está interconectado, y las tormentas solares han acabado con la comunicación en la tierra. Se ha perdido toda señal, los signos son ininteligibles, las palabras solo sirven para crear confusión y dolor, ni siquiera se puede confiar más en ojos transparentes y puros de los que quizá un día nos enamoramos, las miradas aparecen veladas.
No hay lugar para la ingenuidad, hemos perdido la inocencia pero seguimos sumidos en la ignorancia. A veces certezas como fogonazos que solo sirven para quemar el corazón. Bajo el limbo de la nieve, del día gris que llora no con lágrimas sino con hielo y que enloquece a las ovejas que balan sin fin, no hay verdades ni mentiras, amor ni olvido, solo hay unos corderos llenos de vida que oyen a sus madres y por primera vez intuyen que también repta la muerte junto a sus tibias pezuñas.
El sol sigue su lucha interna, el cielo se desprende de su blanca melancolía que cae gris sobre nosotros, el pasado queda cada día más lejano y a la vez más presente, el amor camina como un niño columpiándose de las manos de la memoria y del olvido, la nieve de quince años después sigue siendo la misma que la de aquellas nevadas de enero en la imberbe juventud. El fuego y el frío son eternos, el amor es un círculo perenne que siempre huye para retornar, la vida en rueda se acerca y se aleja ante nuestros ojos expectantes mientras nuestros pies caminan sin desclavarse nunca del mismo suelo.
Los momentos se unen en el tiempo, y no existe el hoy ni el mañana, todo es siempre pasado. No existe la verdad ni la mentira, el amor y el olvido se alimentan mutuamente, no es posible la presencia sin la ausencia, la vida y la muerte echan un pulso en el que nunca hay ganadores; tú eres y al tiempo desapareces, mi corazón está lleno porque está vacío, ardo y me hielo, el todo y la nada se acuestan juntos; se echa de menos lo que se echa de más, en el sexo y en el amor cada primera vez es la última.
Y es entonces cuando uno entiende que los puntos que une el tiempo no son verdad ni son mentira, que ni la vida ni la muerte son para siempre, que el amor nunca se olvida y que sin olvido no hay amor, y entonces vemos que en la línea que une esos puntos cronológicos se leen las únicas palabras posibles para el hombre: la palabra ahora, y la palabra felicidad.
No pares nunca de escribir, te da la vida expresarte y hacerlo así de bien
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