jueves, 16 de agosto de 2012

Autorretrato de luna

Soy redonda y blanca como luna de nieve. Me gusta llevar diademas de luz esponjosa y amarillenta. Como el astro de plata, tengo cráteres en las mejillas del ánimo. Soy la luna llena en penitente búsqueda de su cara oculta. Con mis zapatos de gitana, bailo en torno a la plata de mi centro.

En las noches claras me baño en las interrogaciones de los charcos y empuño espejos bruñidos en magia. No poseo luz propia; solo un trapo de estrellas con el que pulo mi rostro. Entonces refuljo con el brillo de la emoción hallada, de las palabras certeras, de las convicciones encarnadas en actos. Pequeña y desdibujada, unos pocos también aciertan a reconocerme en la ceguera del día deslumbrado.

Soy el fiel satélite del planeta del agua. Acompaño su movimiento como los nazarenos febriles su paso de semana santa. Piso piedras lechosas de cantos redondeados. Recorro caminos que solían ser ríos. Rodeada de un halo de distancia y alucinación, de perplejidad e inercia, solo mis rayos alcanzan la tierra.

Tuve un amor que era de oro, que era el sol. A los ocho minutos y medio descubrí que los rayos solares ocultaban miedo y dominación. El rey del astro fatuo fue condenado al exilio, y ahora las piedras luna de mi corona irradian destellos de azúcar cristalizado.

En las tardes sin luna estudié la literatura que al menos cada veintiocho días me concede la plenitud, y aprendí a ver el mundo a través de las palabras de plata fértil.

En la oscuridad de un eclipse, en las aguas ennegrecidas comencé a enjabonar cráteres con adolescentes hechos de nubes. Los alumnos son puros y etéreos como marineros, y dejan prendidos en mi alambrada argéntea jirones cándidos de nacaradas ovejas.

Las mareas de la tierra me atraen y repelen en una condena eterna. Desde mi esquina desafecta, grito envuelta en tela de lago en calma. La tierra necesita restituir la pureza de sus mares.

Me pongo mis pendientes de fulgor argentino para celebrar el amor más acá del sol. Visto cota de malla engarzada en hilos de plata para librar la batalla de los oceános. Con las tareas del curso y el ejemplo de todos empiezo a juntar palabras para poner nombre a mi cara oculta y lograr que brame la hierba azul en cada uno de mis cráteres.

Ilustración: Carlos SB ("Princesa de Luna")




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