lunes, 26 de diciembre de 2011

El árbol de Jenifer

Pensamiento para el día 24 de diciembre del libro de Robin Sharma Una inspiración para cada día, que antes perteneció a otra persona que también transmite paz y sentimientos puros.

Perdonar a alguien no es lo mismo que aprobar su conducta. Perdonar a alguien es, simplemente, ver que las personas dolidas hacen cosas que duelen. Te animo a comprender que las personas que hieren a otras es porque antes las han herido. Las personas que no se aman no pueden dar amor a otros. Y las personas que no se respetan no tienen ni idea de cómo mostrar respeto hacia los demás.

Como el libro, el padre Ángel de la Peña de Francia tiene siempre la palabra exacta. Dice que le preguntan a menudo si esa virgen hace muchos milagros, y que él responde que milagros no sabe, pero que de lo que sí está seguro es de que abre los corazones de la gente.

Yo en la Peña no pido milagros, solo fuerza y un corazón abierto para saber interpretar los designios divinos, o si preferís llamémoslos simplemente caminos espirituales. Quizá a veces lo que yo deseaba no es lo que mi espíritu necesitaba ni lo que la vida/ el destino/ dios tiene reservado para mí.




En 1995 Elisabet y Jenifer plantaron sendos árboles y les dieron sus nombres. ¿Por qué 16 años después el de Elisabet ha tirado para arriba, frondoso y de grueso tronco, y del árbol de Jenifer solo queda la señal de que alguna vez estuvo allí?

El día de Navidad hablaba el Padre Ángel de la alegría de tener un recién nacido en brazos y del nacimiento del amor en nuestro interior representado en el niño Jesús. Hablaba también de la bendición de la vida familiar vivida desde los valores. De lo felices que venían a dar gracias las parejas que habían cumplido los cincuenta años de casados, y del valor de la fidelidad entendida no como un mandato de fidelidad por la simple fidelidad en sí misma, sino explicada desde la alegría, la fuerza y el trabajo de creer en la familia y disfrutar de sus valores. Cuanto más atención se preste a estos valores, venía a decir, más sencillo será encontrar y disfrutar de las maravillas y la belleza de la vida.

¿Qué le pasaría al árbol de Jenifer? ¿La semilla no fue lo suficientemente fuerte? ¿El delgado tronco no supo defenderse ante los envites del hielo? ¿Vino un viento suficientemente fuerte para derribar sus ramas mientras que la de los jóvenes árboles vecinos lograron aferrarse con más fuerza a la vida? ¿O simplemente el árbol un día sin previo aviso apareció seco?

Pero lo que más me duele a mí es asumir que alguien tuvo que venir a talar los restos muertos que quedaron del árbol, hacer desaparecer las señales de que un día allí hubo vida. ¿Tuvo que venir Jenifer, que plantó su árbol con la emoción de un nacimiento, a recoger los despojos de muerte y quemarlos en un ataúd cerrado?

Quizá pasó días mirando cómo el árbol decaía, como poco a poco iba perdiendo vida, y Jenifer se empeñó inúltimente en regarlo un poco diariamente, sin saber nunca si lo regaba suficiente o demasiado, si la hora apropiada en verano era por la mañana, si quizá regarlo con las heladas era contraproducente. Y cuando finalmente el árbol murió, puede que se resistiera desesperadamente a aceptarlo, a despedirse de sus endebles pero frescas ramas, de su  tronco nudoso y áspero al tiempo que fino y orgulloso.

Y tal vez tuvo que pedir ayuda para talarlo, quizá vinieron una mañana los operarios del ayuntamiento sin ni siquiera avisarla. Pero lo que no sé, de lo que no tengo ni idea, es qué fue de los leños muertos, dónde pueden llevarse, qué sitio pueden ocupar, cómo hacerlos desaparecer sin vileza ni resistencia.

Quizá Jenifer entienda un día que su árbol, plantado con todo el amor, no pudo resistir las heladas, el calor ni los vientos, y puede que haya perdonado al frío, al aire y a la torridez del verano. Quizá Jenifer haya aprendido a amar a su árbol muerto igual que lo amaba cuando estaba vivo, quizá haya aprendido a ver la belleza de su árbol en cada nuevo árbol del camino.



Yo me aferro a la belleza de una Nochebuena pasada en familia donde los valores se reflejan en el cuidado de la mesa, en el cariño de la comida, en regalos que son recuerdos de días felices del pasado, en regalos que son una puerta para días felices en el futuro.

Y disfruto del paseo matutino en un día soleado de Navidad, donde los churros ya están despiertos

las encinas muestran su esplendor


algún eral mira con fijeza

las plantas comienzan a deshelarse

el campo se pone a tono con la navidad

los perros acuden fieles

y se comparten momentos cotidianos, momentos especiales con familia y amigos

Todo esto es empezar a saber qué es el amor verdadero, el amor que empieza por uno mismo, que mira con los ojos propios y únicos hacia el mundo exterior, que se abre y recibe, que se vierte y da.

Quizá el árbol de Jenifer podría haber sobrevivido con esta receta, pero ahora todo lo que queda es un nombre pisado y olvidado en medio de una fila de árboles altos y fuertes.

¿Dónde están los restos del árbol? ¿Será verdad que ya no hay vida en ellos? ¿Qué puedo hacer con ellos si me sigo aferrando a todo el amor con el que se plantaron?

1 comentario:

  1. Gracias por tus palabras!
    Aunque pienses que te ayudamos, nos ayudas tú más a nosotros con tus reflexiones!
    Y muchas gracias por las fotos! Ya están colocadas en su sitio!

    ResponderEliminar