viernes, 5 de marzo de 2010

Rumiando

A veces se levanta una ya cansada. Cansada por todas las cosas que se tienen, que se quieren hacer, y desanimada porque el tiempo apenas da de sí.

Siempre he creído que la inteligencia está sobrevalorada. La única manera de desarrollar una habilidad, de ser experto en algo, es dedicar tiempo a esa materia. Pero es muy difícil caminar por la vida en línea recta: hay bifurcaciones que te confunden, recodos de colores suaves que te invitan a adentrarte en ellos, puertas laterales que alguien dejó entreabiertas, paisajes maravillosos que debes contemplar.

Quizá no necesite mucha inteligencia para caminar por el mundo, pero sí que agradecería un poco de capacidad para poder manejar varios asuntos a la vez, para multiplicar así el tiempo y hacer más largos los días ligeros que apenas tienen tiempo de posarse en mi vida.

Pero no es así en mi caso: necesito centrarme en lo que hago para poder sacarle el jugo. De lo contrario, si me disperso, si tengo la atención dividida, si no dedico tiempo a lo que hago, parece que no he vivido, que es otra la que como una máquina escacharrada chirría y avanza a trompicones que no llevan a ninguna parte. Si acaso, al camposanto de piezas oxidadas.

Otros pueden correr, avanzar, lograr objetivos como si estuvieran reventando a velocidad de vértigo las burbujas que dan puntos en un videojuego. Lo mío es el camino largo y lento, en el que necesito disposición para vivir y tiempo para masticar lo vivido. Soy una rumiante de la vida: son más auténticos los hechos cuando los tamizan mis cuatro estómagos internos.

Por eso ahora dejo todo a un lado y me pongo a escribir, a rumiar, a digerir. A poner a funcionar los jugos gástricos y expulsar de mi organismo los restos de esta digestión pesada. Y ahora, solo ahora, puedo regresar a ese mundo que ahí fuera sigue dando vueltas sin mí.

Soy como un viejo tren que va haciendo parada en todas las estaciones. Para otros queda el Ave, la alta velocidad, las grandes ciudades. Yo avanzo por los pueblos, sin llegar a ser nunca experta en nada, frustrada a veces por los altos destinos que están más allá de mi alcance. Pero sigo y sigo dando vueltas a mis ruedas, echando carbón a la maquinaria, porque sé que en alguna esquina me espera humilde la gota de emoción que otros arrojaron con fuerza fuera de sus bolsillos.

1 comentario:

  1. ...total que todo dependería de los colores suaves que me invitan cual duende del bosque?? debo de tener millones de ellos rodeandome......

    jemita

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