Escribo hoy para contar lo orgullosa que estoy de la gente que le gustan los toros. Orgullosa porque en todo este debate toros sí toros no han demostrado una gran serenidad y un tremendo saber estar.
Lo cierto es que en muchas ocasiones aguantan los taurinos insultos y comparaciones odiosas. La última hoy en El País, donde se equiparan a los toreros con chulos, verdugos, borrachos y no sé qué más.
Supongo que nos asiste la certeza de que los que insultan no pueden saber a ciencia cierta de lo que hablan. Y por ello no los tomamos demasiado en cuenta.
Pero aún así, para cualquier persona humana es lo más normal del mundo perder en un momento dado los papeles y descalificarse así a sí misma, lleve o no la razón.
Y sin embargo los taurinos permanecen fuertes y tranquilos, reafirmados en sus convicciones y en su afición. Se dedican a lo suyo, que es tratar de absorber hasta los tuétanos el cuerno de su pasión.
Admiro también a todos los aficionados taurinos que en sus blogs comparten su interés por los toros, que no pueden dejar de publicar entradas con asiduidad religiosa para intentar aplacar al gusanillo de la afición que los carcome. Aunque a veces los veo como pequeñas hormiguitas a las que se les va la vida en inútiles debates. Para muchos de ellos, todo en el mundo de los toros está mal: ganaderos, periodistas, toreros. Y sin embargo luego se desgañitan defendiendo un mundo sin el que no podrían concebir su vida.
Irónico, tierno y desconcertante a un tiempo. Son como niños peleándose y abrazándose al minuto siguiente. Pero me gusta todo eso: su pasión, su constancia, sus convicciones. Su generosidad y su confianza en la vida, que es lo mejor que nos enseña la infancia.
Me siento orgullosa de que a pesar de las diferentes opiniones que puedan tener, les une algo superior, que no es otra cosa que el amor, el profundo amor, por el arte del toreo.
Y me gusta usar la palabra amor porque el sentimiento de los toros no es más que eso. ¿Qué otra cosa podría mover así los corazones y hacer de sus gentes seres buenos?
Porque hay algo bueno en la experiencia de los toros. Sale la gente de la plaza, y ha asistido a un espectáculo catárquico, ha sentido la comunión con el resto del público, ha hecho suya la experiencia artística. Y por eso salen de la plaza los aficionados toreando por las calles los días buenos, o con unas ganas locas de sentir el orgasmo del arte aquellos otros días en los que los preliminares no son suficientes para aplacar el deseo. Sale la gente del fútbol, y destrozan medio mobiliario urbano.
Y me siento muy orgullosa de todos aquellos que han utilizado su inteligencia y su sensibilidad privilegiadas para profundizar en la esencia de los toros. He leído en estos días artículos geniales, brillantes y certeros que analizan los diferentes aspectos de las corridas.
Y como resultado son los toros más reales y auténticos que nunca. Para mí son muy importantes las palabras y las ideas, los razonamientos impecables, los atisbos de profundidad. Y el debate de los últimos tiempos ha dotado a la fiesta de unos argumentos intelectuales que vienen a unirse a los que otros pensadores no tan lejanos aportaron.
Es también esencial para mí el rodearme de gente buena, desprendida y apasionada. De gente deseosa de compartir sus valores, de abrirse a los demás y de aportar buenas vibraciones. Y por ello me siento, finalmente, terriblemente afortunada de encontrar en la familia taurina gente que, más allá del interés común, satisface mis aspiraciones.
Que nos tenías abandonaos maja!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarLa verdad es que las Gentes del Toro, desde el aficionado, hasta un vaquero de una Ganadería, pasando por Toreros, Ganaderos...somos una gran familia romántica...de las que ya quedan pocas...¿Existe alguna afición más sana? No.
ResponderEliminarUn saludo!
Pues si, ahí seguiremos estando para aguantar voltereta tras voltereta. Pero creo que tenemos que dar todos el muletazo para el mismo lado.
ResponderEliminarUn saludo y enhorabuena por el post.