Ayer estaba hasta los huevos, así que me pareció mejor dejar lo de escribir para más tarde. El problema es que hoy la indignación y la pena han dado paso al aburrimiento y a un cansancio absoluto. Cansancio que está relacionado con la impotencia.
Muchas veces me imagino qué podrán hacer todos esos a los que la justicia condena injustamente y no pueden demostrar su inocencia. Es más, a nadie le importa su inocencia. Porque están condenados de antemano, y todo lo que traten de decir o explicar será utilizado en su contra. Una situación como la que describe por ejemplo El Proceso de Kafka, o alguna de las obras de Ismael Kadaré.
Y cuando la injusticia no acierta en nuestro país, el condenado tiene además que soportar la humillación y la vergüenza pública. Salimos a la calle a gritar nuestra rabia aún antes de oír las explicaciones y conocer las pruebas en un juicio, les insultamos y escupimos, les lanzamos objetos. Aunque luego el tribunal superior de no sé qué demuestre su inocencia, al acusado siempre le acompañará la sombra de la duda, y quedará ya marcado de por vida. Apestados hasta la muerte.
Porque el hecho de que haya un juicio ya implica una acusación. Y entonces viene la necesidad de defenderse. Y a veces los argumentos chocan contra la fuerza de la mayoría bienpensante. Los distintos tienen poco sitio en la sociedad, y sólo pueden ganar sus derechos a través de una lucha en la que caerán muchos en los caminos. Así han ganado trabajadores, mujeres, homosexuales sus derechos. Pero aún hay otros a los que la sociedad considera apestados, y deja caer todo el peso de su moralina sobre ellos.
¿Acaso podían aquellas mujeres acusadas de brujería evitar la muerte a la que la inquisición o los primeros americanos en las colonias las condenaban?
¿Tiene alguna fuerza el amor de padres del niño obeso gitano? ¿Será este el único niño gordo de España? Gorditos y padres de gorditos, avisados quedáis, cualquier día viene papá estado y os separa a la fuerza, porque no sois capaces de llevar vuestros asuntos como las mentes superiores disponen. Aunque bueno, quizá vosotros los ricos no tengáis de qué preocuparos. Ya se sabe que la obesidad es cosa de pobres, que no saben alimentarse correctamente y gastan el dinero sin conocimiento. Y ya se sabe que los gitanos son los peores de entre los pobres. Ignorantes y descarados, ¿cómo no van a ponernos nerviosos?
Pero hoy la que se siente una apestada soy yo. Y no sé por qué tienen que ofenderme, por qué tengo que verme en la necesidad de defenderme, por qué siento que me dejan sin voz, por qué colocan un grueso muro que no pueden atravesar mis razones, por qué salen con palos y hachas dispuestos a acabar con mi mundo. Por qué ellos se arogan el derecho a pensar por mí, a decidir por mí, a decirme qué es lo correcto, y a llevarme por el buen camino aún a costa de mí misma. Por qué tengo yo que aguantar a todas estas mentes moralistas y pseudopogres que se erigen en defensores del bien y la verdad absolutos, y no dudan en destrozar todo lo que encuentran a su paso con tal de imponer su superioridad moral, en llevarse por delante a todos nosotros.
¿Y dónde está el Estado que no me defiende? Ah, no, que es precisamente el estado el que ofrece la vía a todos esos fanáticos para que legitimen sus ideas con el sello de lo políticamente correcto y social y moralmente aceptable.
Y yo, una apestada en esa sociedad de ignorantes y cortos de miras. Como siempre, la mediocridad al poder, la falta de pensamiento riguroso y la capacidad para sobreponerse a prejuicios e intereses.
Me gusta mucho Amaral. Ayer mismo encontraba el título a mi entrada de blog en una de sus canciones, que en algunas ocasiones han dado forma a mi mundo. Y al escribir lo del universo que cae sobre mí, me acordé que me habían comentado que eran antitaurinos, y busqué la canción. No he sido capaz de escucharla, porque si lloré sólo con leer la letra, cómo voy a soportar el sentimiento de la música oponiéndose tan fuertemente a mis sentimientos más profundos. Sería una mezcla fatal, un torbellino para alguien a quien las cosas del alma dan mareos. Y lloré porque el ataque me pilló por sorpresa, o más bien por sentirme atacada por ellos. Había oído antes esa canción, pero no había reparado en la letra.
Claro que no voy a dejar de escuchar a Amaral, ni a dejar de leer y apreciar las obras de Saramago, que por lo visto también es antitaurino. Pero me rebelo contra la canción de Amaral porque no entiendo por qué tienen que ofenderme, si por ejemplo estoy en un concierto y se ponen a cantar la canción, ¿qué hago? ¿Me subo al escenario a confesar mi pecado y a redimirme en público? Sé que Amaral no me iban a tirar piedras porque condenaron a aquellos que profanaron la tumba de Julio Robles. Ellos eligen su manera de protestar contra los toros, y es de forma pacífica, y están en su derecho de tener su opinión. Y entonces escriben una canción, de la que dicen que "es solo una canción/ para calmar mi corazón/ lo que yo siento/ lo que yo quiero".
Y bueno, parece que están dando su opinión personal, y sienten la necesidad de escribir la canción para tratar de encontrar la paz ante todas las cosas que no entienden en el mundo, como los toros y los "paparazzi sin conciencia", y en general todo lo que echan por la televisión. Se sentían como nos sentimos cualquiera al ver el telediario con atención, y tomar conciencia de las barbaridades que pasan en el mundo, y contra las que nada podemos hacer, más que cerrar los ojos para poder seguir con nuestras vidas. Niños que mueren de hambre, guerras absurdas, crueldad gratuita... y gente que mata toros, y gente que disfruta viendo cómo matan toros.
Están en su derecho de expresar su antitaurinismo, pueden hacer lo que les dé la gana en sus conciertos y seguir convocando a la gente a manifestaciones antitaurinas; deben regalarnos su música que calme nuestra ansiedad, que apacigüe el sinsentido de todo lo que no entendemos y nos hace sufrir, deben seguir dando forma a nuestro mundo.
¿Pero por qúe siento yo que todo el peso de la canción cae injustamente sobre mí? ¿Por qué me siento excluida, por qué me señalan con el dedo? ¿Por qué tengo que dejar que destruyan aquello en lo que creo?
Y por eso escribo esto, a pesar del cansancio infinito de sentir que la lucha está perdida incluso antes de que empiece. Porque es hora también de que se oiga nuestra voz y de que se respeten nuestros sentimientos. Pero no puede haber verdadero respeto si antes no hay entendimiento. Y no puede haberlo cuando Amaral canta que no quiere entender: "Y el matador acaba la faena/ con sangre sobre la arena/ No quiero entender por qué hay que matar/ a veces siento que soy ese animal".
A veces siente que es ese animal. ¿Le costaría mucho sentir que es yo? Sí, porque no quiere, porque se niega de antemano. Su decisión está tomada. Por muy bonito que quede, es imposible sentir como un animal, absolutamente imposible.
Si no hay entendimiento y empatía, no puede haber respeto. Por ahora me conformo con que haya tolerancia, que es soportar y legitimar aquello con lo que no se está de acuerdo, asumir que los demás tienen derechos aunque nosotros no compartamos su situación. Aunque no tengo mucha fe en la tolerancia que el estado nos va a conceder. No tengo mucha fe en que los políticos consideren el asunto de la prohibición de las corridas de toro como una cosa seria. Ahora la pelota está en el tejado del Parlamento Catalán, y es su responsabilidad, no la mía.
La mía es escribir a pesar de mi cansancio y de mi pena, o precisamente por mi pena, porque tengo derecho a mis sentimientos, y a pedir respeto, y no sólo tolerancia, hacia ellos. Aunque cada día gente como Amaral me lo pongan más difícil al extender no sólo el odio, sino lo peor de todo, la ignorancia y la indiferencia.
...vivimos en un mundo cada vez más globalizado... y no cabe duda de que las referencias y los modelos de vida de los países del norte, especialmente anglosajones, están en vía de imponerse a los demás pueblos... La corrida no tiene cabida en estas sensibilidades norteñas, sobre todo por el espectáculo de la muerte, y muchos quieren acabar con ella. Es la razón por la cual los aficionados hoy en día no pueden mantenerse en una actitud pasiva. Frente a sus adversarios empedernidos tienen la obligación de defender y justificar, pacíficamente pero con firmes argumentos, su amor por la Fiesta.
François Zumbiehl
...que nosotros, los aficionados de los ocho países, reconozcamos y afirmemos la legitimidad de nuestra afición, seamos conscientes de los valores éticos y estéticos inherentes a la Fiesta.
François Zumbiehl
Yo siempre he estado con los marginados, con los proscritos. En Roma hubiera sido cristiano; en la Alemania nazi, judío. Por eso he sido torero en la España posmoderna.
Esplá, discurso en la Sorbona.
Qué nos podíamos esperar, Amaral son de los de la ceja, hay que ser progre y tal y tal.
ResponderEliminarHablando de canciones, sabes que me encanta esa canción de Huecco en contra de los malos tratos (Se acabaron las lágrimas)... Pues me pone de mala leche ver el video y comprobar que la mayoría de personalidades que salen (periodistas, actores y actrices, presentadores/as, políticas...) son descaradamente de izquierdas. Y luego sacan carteles diciendo "Nos duele a todos/as"...
No lo pareciera.
Quizá tienes razón con tu enfoque. Puede que todo sea blanco o negro, y la gente venga ya con el chip de lo que tiene que pensar. A ver cuando superamos de una vez la guerra civil, los complejos... y nos ponemos a pensar en serio. Claro, que mientras tanto tenemos la clase política q nos merecemos, q no deja de embarrullar la cosa a ver si levantan jaleo y mientras los demás nos tiramos los trastos a la cabeza, ellos arramplan con lo que puedan
ResponderEliminar....yo tampoco me habia parado a parar en la canción, la verdad, pero quizas Carlos lleva razón en el sentido de que "esta de moda"...
ResponderEliminarjemita