Día 1. Domingo 23 de noviembre
1. Jugar con Lorencito por la mañana. Cubrirlo con el cesto de la ropa sucia, y responder a su sonrisa que pide que acerquemos los dedos, los suyos y los míos, y nos toquemos a través de la tela de red. Qué capacidad de pedir y de esperar desde la alegría, qué maravilla poder sentir y responder a su necesidad, y cuánta luz me da a mí el acercarme a su sonrisa.
2. En la exposición de Sorolla compro un libro básico sobre arte. Lo vengo leyendo en alto en la vuelta en coche, aunque no me entero de nada. Permitirse aprender sin un para qué. Porque sí, porque yo lo quiero, lo disfruto y lo valgo. Últimamente me encuentro un poco atrapada en la tela de araña de qué todo tiene que valer para algo: para ganar dinero, para actuar, para hacer, hasta para ser feliz.
3. Este marido mío más no me puede querer: cada día su escucha y su entrega me hacen recordar que está ahí y me ve tan nítida como siempre incluso en los días de más desdibujamiento y confusión, inmovilidad y humo de otras chimeneas que no son la mía.
Día 2. Lunes 24 noviembre
1. Tener tiempo por la mañana para leer e investigar sobre alternativas a la educación. Busco a ciegas, y pienso que estoy solo al principio de un largo camino. Las bestias acechan del otro lado de los árboles, la vegetación espesa susurra amenazante, en la oscuridad los olores de la selva intrincada atraviesan y sajan las fosas nasales. Pero, aunque sea a ciegas y tan despacio, cada paso es importante.
2. Tener ganas de ir a ver a mis niños del voluntariado. No siempre están todos, y a veces hay otros nuevos, pero sus risas y agradecimiento siempre son los mismos. No puedo hacer mucho, nada más que adaptarme, pero de esas limitaciones también saco lecciones. Menos mal que durante unos años que en realidad no son muchos pero que se viven y graban como infinitos podemos ser niños.
3. Tras venir cansada y hasta sofocada de la calle, y después de un vino necesario para enjugar la desorientación, un ratito de lectura en la tranquilidad del hogar. Que deje alumbrar la luz de mi foco, y que pueda disfrutar de estos ratos de orden, sentido y tranquilidad.
Día 3. Martes 25 de noviembre
1. Un café con leche con un pastel de natas, a solas, en una cafetería portuguesa después de mi siempre disfrutada clase de ese idioma. El tiempo que me concedo, la lentitud, la ponderada selección del producto, el ambiente tranquilo pero estimulante... todo ello hace de esta primera vez ya un rito. Incluso aunque no volviera a tomarme un alto en el camino a la vuelta de la lección. Pero volveré. Y probablemente con un libro o revista para añadir a la escena. Iniciaré así un nuevo rito cada martes.
2. De una segunda sentada, me he merendado enterito el libro del club de lectura. He disfrutado leyéndolo, pero no resistiría una segunda lectura. Demasiado parcial en la necesidad imperiosa de cerrar el círculo, demasiados resquicios por los que el autor ha preferido no mirar para que se convierta en literatura perdurable. Yo incluso dudo de que sea literatura: Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, se lee extraordinariamente bien, pero no acaba por destilar verdad, sino un muy humano deseo de ajustar cuentas con el pasado. La solución final no me convence, aunque la lectura ha sido entretenida y estimulante.
3. Irme a la cama, echarme el edredón por la cabeza, y acabar un día que rueda torpe como un carricoche de niño con rueda de camión sabiendo que mañana traerá su ración de sol.
Día 4. Miércoles 26 de noviembre
1. Hoy disfruto de la tertulia en el club de lectura. Tengo cosas que decir, y escucho la opinión de los compañeros. Expreso mis propias ideas, y profundizo en ellas, y en esa dialéctica me encuentro. Tengo muchas ganas de seguir aprendiendo.
2. Que está Lorencito en la biblioteca. Salgo de una sesión abrupta de coaching con la invitación a no volver, y corro feliz y enamorada al encuentro con mi sobrino. Aquí no hay duda: esto me gusta hacer, así me gusta sentir, hacia esto puedo verter mis energías. Seguiré buscando el cómo.
3. Risas y carcajadas, algunas por exigencia del guion, en la reunión de teatro. Masajes, invitaciones, quedadas, cálida acogida. A Hollywood no llegaré, pero yo creo que me lo voy a pasar bien.
Día 5. Jueves 27 de noviembre
1. Hoy ha sido mi día favorito de los últimos tiempos. Tanto, que pareciera mi cumpleaños: como con Lorencito en el regazo después de sufrir viéndolo llorar todo el tiempo de la mañana que su madre ha tenido que estar a otras cosas; como con mi prima, al café vienen más primas con prima incluida, y encima me traen tarta y una estilosa planta. Ya digo: un cumpleaños. Y el regalo final: mi padre se une sorpresivamente a la merienda. He disfrutado muchísimo del contacto con el calor y la cercanía de la familia.
2. Voy a reunión del voluntariado. Nos hablan de los chicos y de la marcha de los apoyos. Me siento de nuevo profesora ilusionada, pergeñando en mi mente proyectos que respondan a las necesidades de los alumnos, y aprendiendo a tenerles cariño al ir conociéndoles mejor. Es un gusanillo que había olvidado.
3. Termina el día con sesión de cuentacuentos en la biblioteca. Espectáculo y risas, historias y cultura. Desde luego, este día de no cumpleaños no podía haber sido más completo y amoroso.