Quiero un mundo donde suenen las campanas
que regulan una vida sencilla y en orden,
una vida comunitaria donde el espíritu planee
como un ave de rapiña,
una vida que mire hacia dentro, y se vuelque hacia fuera,
(como estas campanas que tocan hoy como cada día en el pueblo,
y que me han despertado;
como los minaretes que en Estambul cinco veces al día llamaban a la oración, íntima y compartida)
un mundo donde no me sienta tan cansada,
donde tenga a room of my own,
donde comparta el desayuno,
donde alguien cocine y yo pueda oír el amor
machacándose en el mortero
donde los padres no mueran,
donde la gente llegue a fin de mes,
donde no haya cinco millones de parados
(o los haya, y el mundo reviente)
donde las ciudades no me ahoguen
(o entienda por qué no ahogan a todo el mundo),
donde la suciedad de las calles no me huela
a incomunicación,
un mundo donde la pobreza del metro me golpee
por la pena, y no
por la fealdad (se me revuelve el estómago: quiero salir y obviar)
donde no exista la calle Serrano,
donde la ropa no sea de usar y tirar,
donde los zapatos no tengan la suela de plástico a pesar de venderse
como artículos exclusivos,
donde el modelo de elegancia no me haga daño
a la vista, y sobre todo al espíritu,
donde no exista el lujo, sino la personalidad,
la clase (que no sabe de clases), y el tiempo
donde los gastos de una sola boda pudieran salvar a aquellos que
durante el evento se han muerto de hambre, donde lo decente no fuera
repartir las sobras entre las ONGs,
donde yo disfrutara como hoy de las fotos, los vestidos
y el glamour de la boda real con desorbitada
coherencia
donde yo descubriera cada vez el libro
que es necesario leer,
donde pudiera mantener la fuerza de una faena de dos orejas, de un toro
embistiendo hasta el fin,
un mundo donde se pudiera vivir con tamañas convicción y presencia
un mundo donde el dinero nos llenara el espíritu ( o por lo menos no nos lo rebane),
donde los vendedores no dijeran medias verdades (o donde yo no
las crea),
donde estemos a la altura de las ilusiones de las jóvenes,
donde los institutos no sean establos
sino hipódromos,
donde no queden alumnos por el camino (o donde sepamos qué falla, y nos importe),
donde no asistamos impávidos a la agonía lenta de las capacidades y el futuro,
un mundo donde los adolescentes de hoy un día nos salven
un mundo donde todos pensemos diferente pero actuemos unidos,
un mundo donde yo escriba,
donde tú estés feliz,
un mundo al que yo me asome de frente
un mundo en el que la gente ame y vierta su amor al exterior,
un mundo que yo acepte, en el que aspire a la serenidad,
en el que vosotros sigáis siendo felices,
en el que yo salga afuera y comparta
la alegría
un mundo donde la vida sí me quepa en el pecho, y aun se triture
en los intestinos,
donde yo sea de nuevo y como siempre una niña guiada
por un viejo sabio a la que el mundo maravilla
un mundo donde me cobijen las encinas milenarias,
donde los árboles no mueran,
donde mis pies se enraicen firmes en la tierra fértil
y en los secarrales, y aun así sigan
a borbotones
el camino
alto
del sol
domingo, 1 de mayo de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Esto que intento aguantar son lágrimas.
ResponderEliminarMe acuerdo de cuando me regalaste "Palabras para Julia"...
Que hay que hacer con los poemas para que puedan usarse? Los tienes que registrar o algo??? Pues hazlo, que luego dicen que es de Borges!!!
ResponderEliminar