Desde hace unas semanas empezaron a surgir flores como esta por las calles. Las descubrí por primera vez un fin de semana en Londres. A mi vuelta a Bournemouth, las flores parecían ir multiplicándose, apareciendo en los lugares más insospechados. Desde luego me las encontraba en el autobús, pero también parecían encontrar terreno abonado en las cajas y en los ordenadores de tiendas y oficinas. Hace poco llegué a ver una saliendo de la matrícula delantera de un enorme taxi amarillo.
Al principio creí notar que solo crecían entre la gente mayor o al menos vestida de forma tradicional. Sin embargo, al poco observé que también parecían proliferar entre las generaciones más jóvenes. De hecho, un día me encontré con una frente a frente, en la solapa de la chaqueta del uniforme de uno de mis alumnos. Le pregunté qué era, y me explicó que la flor se llevaba en recuerdo de los muertos en la guerra. En qué guerra, él y su compañero no llegaban a ponerse de acuerdo: según uno, era en conmemoración de los muertos en primera guerra mundial; de acuerdo con el otro, ahora se llevaba en señal de aprecio por los soldados participantes en todas las guerras. Tampoco sabían decirme a dónde iba el dinero que habían donado al recibir la flor. En principio era para ayudar a las familias de los soldados de la primera guerra mundial, pero después empezaron a dudar, pues el año 1918 parecía quedar muy lejano como para que todavía siguiera habiendo víctimas.
En todo caso, las flores no necesitaban razones exactas para seguir proliferando. Hoy, 11 de noviembre de 2008, 90 años después de la contienda, ha tenido lugar la gran explosión: flores rojas en las americanas de muchos alumnos y profesores. Uno de los alumnos me ha llamado la atención sobre la corona de flores que había en el vestíbulo principal (yo había entrado por ahí esa mañana, pero no la había visto). Cuando volví y la busqué, me costó encontrarla: estaba junto a las escaleras, pero era bastante pequeña. Me comentó este alumno que en la reunión de por la mañana (de 8.30 a 9 tres veces por semana, antes de las clases, los alumnos se reúnen en el salón de actos, donde les hablan de diferentes cuestiones relacionadas con el colegio. No he ido nunca porque en el colegio, que es muy grande, no nos mantienen informados de las actividades, algunas de las cuales sin duda serían muy interesantes para conocer mejor sus hábitos y manera de pensar. De todas formas, un día intentaré ir a la reunión matinal. Tiene sentido que hablen a todos los alumnos a la vez porque no existe un grupo clase, sino que los alumnos se van desplazando por las diferentes aulas según las asignaturas que hayan elegido. Para que os hagais una idea de lo poco informados que estamos los asistentes, el lunes después de las vacaciones nos presentamos el francés y yo en el colegio, y resulta que no había clase porque era un día dedicado a reuniones de los profesores, en las que no estábamos incluidos) les habían estado hablando del Remembrance Day (algo así como día del recuerdo), como llaman aquí al día del armisticio (y repito que hubiera sido interesantísimo conocer el enfoque con el que habían tratado el tema), y la corona contenía los nombres de los alumnos del colegio (fundado en 1905, según pone en la entrada principal) que habían muerto en la primera guerra mundial (fin de los paréntesis).
Como asistente, mi tarea consiste en que los alumnos sepan mantener una conversación con el entrevistador del examen de fin de curso, que les preguntará sobre temas de relevancia social. Lo más importante es que los alumnos tengan o aparenten tener una opinión sobre temas como la inmigración, el cambio climático, los grupos minoritarios en España, etc. El resultado es que acaban diciendo opiniones que no tienen mucha base, pero lo importante es que se pongan a opinar de todo con seguridad, con lo que al final, más allá del examen, acaba por ser más importante la opinión que ya se han formado a partir de unos hechos aislados que la búsqueda y análisis de datos que les permitan contrastar, matizar o profundizar en sus opiniones. Así, terminan por tomar por verdades irrefutables que las ciudades de España son muy sucias, que en el fútbol somos unos racistas (por aquel incidente con un futbolista al que llamaron en una pancarta mono, o algo así, y que tuvo mucho eco en la prensa inglesa), que los mejicanos en el sur de Estados Unidos van matando a negros y blancos desde los coches para recuperar el territorio, o que a todos los españoles les encantan los toros (y por cierto, debido a esta idea, todos están muy interesados en los toros, y algunos hasta dicen que les gustan mucho los toros). Así que como mi labor consiste en desafiar las opiniones de los alumnos para que piensen un poco más y elaboren más sus respuestas, le pregunté a este alumno de hoy qué simbolizaba la flor -“those who have given their lives for the peace and freedom we enjoy today” (aquellos que han dado sus vidas por la paz y la libertad de las que disfrutamos hoy)- y si estaba de acuerdo con esta simbología. Me miró extrañadísimo, pues no creo que jamás se le hubiera ocurrido que podía ni siquiera existir otra forma de pensar. Pues claro, me dijo, es algo que todas las personas del país deben hacer por los que han luchado por nosotros.
En la ceremonia celebrada hoy, como todos los años, en Londres, se ha leído un poema de Siegfried Sassoon. Sassoon es uno de los poetas británicos llamados poetas de la guerra: una serie de jóvenes idealistas que respondieron a la llamada del patriotismo y la lucha por la libertad, y que pronto conocerían el horror de la guerra, cambiando su visión ante la misma. Sassoon es conocido por su heroicidad en el frente, una heroicidad que rozaba el suicidio, pues parece ser que fue la única forma que encontró de poder sobrevivir en el absurdo. Vio morir a hermanos y amigos, y pasó años tratando de superar sus vivencias. Condecorado por sus actos heroicos, tiró sus galones a un río. Decidió -había vuelto a Inglaterra convaleciente de una herida- no volver al frente y se posicionó contra la guerra: las autoridades lo recluyeron para que se recuperara de su "neurastenia".
El poema se titula "Aftermath", el después. Todos parecemos olvidarnos rápidamente del horror de la guerra, como basta un segundo para olvidar las imágenes de hambruna y sufrimiento que vomita cada día el telediario. Pero Owen nos pregunta cómo es posible que olvidemos las ratas, y el hedor de los cadáveres pudriéndose en el frente, "and dawn coming, dirty-white, and chill with a hopeless rain?". Nos pregunta si alguna vez nos paramos a pensar si todo esto va a volver a suceder de nuevo, nos hace visualizar de nuevo las caras agonizantes de los hombres que mandamos a la guerra, hombres que antes eran entusiastas, buenos y alegres, y la compasión ciega que entonces se apoderó de nosotros. Acaba preguntando de nuevo si hemos olvidado, y nos exhorta a alzar nuestra mirada, y jurar por el verdor de la primavera, que nunca olvidaremos:
Have you forgotten yet?...Look up, and swear by the green of the spring that you'll never forget.
Creo que habla de compasión ciega porque una y otra vez olvidaremos.
Hoy pueden conmemorar en Francia y en Inglaterra el final de la guerra, pero creo que nos equivocamos si a donde esa compasión ciega nos lleva es a recordar a los muertos como héroes. Si el horror que no somos capaces de digerir nos conduce a crear un marco de sentido y dignidad hacia lo que en realidad no somos capaces de entender. Pienso que no somos capaces de visualizar el horror, de entender hasta qué simas el hombre puede caer. A veces una imagen, una película, unas palabras nos pueden acercar por un momento a parte de ese horror, pero nuestra mente no está diseñada para apresar intelectualmente la esencia del sufrimiento y la bajeza moral. Una décima de segundo dentro de esa realidad, y nuestra mente dejaría de funcionar para siempre.
Como no podemos entender el horror, tratamos de apresarlo ensalzando la lucha, necesitamos a toda costa meter por medio valores e ideales. Tanto horror no puede ser en vano.
Quizá puede parecer extremo el pacifismo a ultranza, el oponerse a cualquier guerra. Una película que creo debería ser obligatoria en el currículo escolar es Hotel Rwanda. Un genocidio como tantos que están ocurriendo ahora mismo en África, y en el que la ONU solo decidió intervenir cuando ya era demasiado tarde.
Quizá puede haber guerras necesarias, pero nunca jamás una guerra justa. Una guerra siempre es el resultado del fracaso humano, y el simple hecho de que los dirigentes, los gobiernos, los pueblos, contemplemos la posibilidad de una guerra indica que en el fondo pensamos que es un recurso más, quizá el último, pero la amenaza está siempre presente. Y cuando tenemos el poder, como individuos y como países, es muy fácil que el último recurso aparezca muy pronto en la lista.
El domingo fuimos de excursión a un pueblo cercano. Ese día se celebraba en las iglesias el día del armisticio, y nos encontramos con un desfile de la legión. Había muchos civiles, ancianos en silla de ruedas a resultas de alguna guerra, niños vestidos de marinerito. Algunas compañeras compraron la flor o poppy para ponérsela en el abrigo; yo siempre soy reacia a estas manifestaciones colectivas. Por un lado, tiene algo de hipnotizante el hecho de que tanta gente, unida por la flor roja, comparta unos ideales y lo haga con respeto y solemnidad, convencidos de que están sacando lo mejor de sus corazones, sus sentimientos más puros y desinteresados. Por otro, no puedo evitar tratar de leer entre líneas. Los sentimientos que vienen en bloque y en compartimentos estancos muchas veces nublan la razón y las buenas intenciones se quedan en sentimentalismo barato. Otra compañera dijo: "sí, será que hay paz y libertad para ti, no te digo". Y pensé que tenía razón.
Quiero terminar con otro poeta de la guerra, Wilfred Owen, quien al contrario que Sassoon no sobrevivió (al igual que no lo hicieron la mayoría del resto de poetas del grupo). Murió el 4 de noviembre de 1918, a los 25 años. Dejó un poema muy conocido titulado "Dulce et decorum est". Es una frase del poeta romano Horacio sobre lo dulce y noble que es morir por la patria. El poema de Owen describe la muerte por asfixia de uno de sus compañeros que no llegó a ponerse a tiempo la máscara ante un ataque con gases tóxicos. La imagen le acompaña noche y día como una pesadilla, no puede quitársela de la cabeza. Si nosotros vieramos ahogarse al soldado en su propia sangre, si nosotros oyéramos los borbotones de sangre, cada uno de ellos, precipitándose por la garganta desde los pulmones corruptos y obscenos como un cáncer, dejaríamos de creer en la vieja mentira de que es dulce y noble morir por la patria. Y lo que es más, dejaríamos de meterles estas ideas en la cabeza a jóvenes, no más que niños, ardiendo por conseguir alguna gloria desesperada.
Los poppies son nuestras amapolas. Para griegos y romanos simbolizaban el sueño y la muerte, pues de ellas se puede extraer opio. También he leído que simbolizaban la resurrección, debido a su color rojo (esta relación la entiendo menos, aunque puede que en la iglesa sea también el rojo el color de la resurrección).
Los campos de batalla de la guerra se llenaron de amapolas, pues pueden crecer en terrenos con la tierra removida, como quedaban los campos después de la lucha. Las flores rojas se confundían con la sangre de los muertos, y de ahí que se convirtieran en el símbolo de los soldados muertos.
¿Qué resurrección puede haber para los muertos? No la de ensalzar su valor y su entrega, sino la de reconocer que puede que muchos hayan muerto en vano, de forma que como pedían Sassoon y Owen no dejemos que el horror se repita. No me importan las razones de una guerra, si son más o menos justas. Puede que altos ideales entren en juego en algunas guerras, pero lo que yo no quiero olvidar es que esos ideales entran en juego en el sitio equivocado. Sólo si no olvidamos, las muertes de Owen y del soldado ahogado no habrán sido en vano.
Y puede que sea sensiblería barata, pero ningún ideal vale la vida de un hijo, de uno de mis hermanos.
Bueno, el cambio climático no es el único problema medioambiental que existe en este cochino mundo. Y créeme que los problemas ambientales son los verdaderos problemas del futuro y del presente. Se habla demasiado de chorradas: política, economía... fútbol, etc... somos muy garrulos todos. Así nos va. Veremos cómo les va a los que vengan.
ResponderEliminar¿Entonces debo entender por el comentario del espontáneo que lo que nos está comentando nuestra queridísima Lucía son chorradas? No me parece justo.
ResponderEliminarPero alabo tu implicación e interés con el tema del medioambiente.
(Iba a hacer un comentario de fútbol para explicar cómo surgió lo del racismo en el fútbol, pero mejor otro día; hoy no me siento garrulo)
Bueno, bueno. Salvando estos pequeños baches, diré que cada cual hace sus propias reflexiones, y como todo queda en casa, a mi me gusta leer las reflexiones de cada cual, me parece muy interesante saber lo que pasa por la cabeza de cada uno, todo es respetable
ResponderEliminarasi que besotes para todos
muaks
"Una guerra siempre es el resultado del fracaso humano."
ResponderEliminar