El lógico británico John Wilson lo expresaba así con palabras más bien pesimistas: "El deseo de los humanos hacia el conocimiento es más aparente que real. Su deseo básico es la seguridad, y plantearse preguntas conduce a la duda y a la inseguridad. Porque hay que dudar de la veracidad de una frase para que podamos cuestionarnos honestamente esta frase con la mente libre: si alguien está convencido de la veracidad de una expresión, a duras penas llegará a conclusiones diferentes. Esta es la causa por la que mucha gente considera que es más cómodo y sencillo mantener cerrado el entendimiento. Cuando manifiestan y defienden sus creencias no lo hacen con el ansia científica y racional de conocer, sino con el objetivo de persuadirse a sí mismos con la persuasión de los otros: de esta forma crecerá su sentimiento de certeza y seguridad".
Las palabras de Wilson, acaso excesivamente descorazonadoras, nos hablan de un universo diminuto, con unas personas que se pliegan sobre sí mismas y que tienen miedo a la verdad, a vivir en una permanente situación de provisionalidad.
Jesús Tusón, Los prejuicios lingüísticos
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