La foto de un tío atrapado en una vía de metro. El vagon de tren a punto de pasarle por encima. El hombre intentando encaramarse al muro. ¿De qué vale una foto como esta? ¿Qué premio pensaba llevarse el fotógrafo?
Sin duda, un documento sin igual: la foto recoge la indiferencia de la sociedad. El fotógrafo se limitó a darle al botón de la cámara; el resto de la gente en el andén parece ser que se quedó donde estaba.
Habría que saber qué le pasa ahora a esa gente por la cabeza, después de haber presenciado (¿atónita, impasible, paralizada, con miedo?) la muerte de un hombre.
Quizá ocurre todo tan rápido que es muy difícil reaccionar. Y, sin embargo, tuvo tiempo el fotógrafo de accionar su cámara.
Puede que a diario nos enfrentemos a situaciones parecidas. Menos impactantes, pues por fortuna no todos los días dejamos a morir a un hombre delante de nuestras narices. Pero de alguna manera igualmente letales.
¿Qué permitimos que muera cada día? ¿Qué actos de omisión condenan a otros a la soledad y a la desgracia? ¿Qué no somos capaces de ver? ¿Cómo podríamos salvar a otros, y salvarnos a nosotros mismos de la culpa y la vergüenza, y ni siquiera nos damos cuenta?
¿Cómo se tiende la mano al que ha caído en las vías, al que ha perdido la seguridad del andén, la protección de las reglas del mundo en orden? ¿Podemos imaginarnos desde nuestra posición tras la línea amarilla la angustia y el aislamiento entre las vías?
Creo que situaciones así se multiplican con cada nuevo recorte. Uno tras otro vamos cayendo a las vías, y no hay manos que nos salven.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/12/05/actualidad/1354739676_137775.html
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