Ayer se publicó esta viñeta sobre toros en El Mundo. Me ha llamado la atención porque me ha parecido chocante al principio, e incongruente tras reflexionar un poco sobre qué es lo que me había parecido raro.
Miradla un momento: ¿veis vosotros algo extraño?
¿Qué mensaje nos quiere transmitir el autor? Una padre, una madre y un hijo con pinta de querer aparecer como ejemplo de la familia media, charlando en un momento también de lo más cotidiano y normal. Tenemos a la madre comiendo a carrillo lleno, el padre encorbatao recién llegado de su trabajo representativo de la clase media urbana, y el niño con pinta de sabihondo y un tanto cargante.
Conversan igualmente sobre cualquier cosa intrascendente y cotidiana. Entre bocado y bocado, el padre comenta sobre la mejoría del torero tras su cornada, pues la espeluznante cogida ha sido portada de todos los noticiarios.
El niño, la nueva generación, replica enseguida y se preocupa por el toro. No es baladí que sea un niño quien pregunta por el toro. Es una pregunta retórica: ya sabemos todos que el toro está muerto. El niño, en su mundo ideal, no puede concebir el destino del toro, y opone su preocupación por el animal al comentario del padre sobre la recuperación del torero.
Son dos generaciones separadas por la mesa camilla, y por el tiempo histórico. El niño trae los nuevos ideales, la nueva conciencia ideológica, el despertar de una nueva sensibilidad. Y se opone aún más a las viejas formas e ideas del padre, heredadas del pasado. Seguramente el padre no tiene ni idea de toros, y le dan absolutamente igual. Pero nunca se ha planteado abolirlos o no, simplemente ha aceptado esa realidad sin más, de la misma manera que ha aceptado la corbata y su trabajo insustancial como moneda de cambio.
¿Quedamos, pues, en que -como parece- la viñeta ofrece un mensaje antitaurino?
Volví a mirarla con detenimiento porque no me parecía todo tan simple: me había parecido que algo no encajaba, y tenía que descubrir qué era.
El padre se preocupa por un hombre que, contra todo pronóstico, ha salvado la vida. El hijo se interesa por un animal que, como cabía esperar, está muerto.
Y todo esto -la vida de un hombre y la de un animal- se contrapone en la misma frase.
Alexander Pope, escritor británico del siglo XVIII, describe la hipocresía y trivialidad del mundo que le rodea de la única forma que le queda, convencido de que la razón es insuficiente para cambiar la situación, o para hacérsela entender a sus contemporáneos: con ironía demoledora. Según Pope, los valores de la sociedad están trastocados, pues se da importancia excesiva a la belleza y a las apariencias en detrimento de la sensatez.
Pero esperad que os explique por qué he pensado en Pope al leer esta viñeta. La técnica concreta que usa en sus versos es oponer en la misma línea o en líneas sucesivas, usando el paralelismo, un hecho nimio con otro importante. Trata de ridiculizar con este recurso estilístico a una sociedad incapaz de diferenciar lo trivial de lo fundamental, así como de ocuparse debidamente de lo importante.
Os pongo un ejemplo: un duendecillo o espíritu previene a la protagonista de uno de los poemas de la amenaza que se cierne sobre ella. No está muy claro todavía cuál es el peligro, pero se trata en todo caso de algo muy grave: puede que le arrebaten la virginidad, o que una jarra de china se descascarille; puede que mancillen su honor, o su nuevo brocado; puede que olvide sus oraciones, o quizá se le pase una fiesta; puede que pierda su corazón, o tal vez el collar, en un baile.
¿Conclusión? Pues que me parece que en esta viñeta el antitaurino Ricardo sin darse cuenta está revelando lo trivial y vacuo de su argumento: pone a la misma altura, en la misma línea, la vida de un ser humano y la de un animal.
Y eso, en el mundo de Pope y de la razón, más allá de la opinión que cada uno tenga sobre los toros, supone equivocar la perspectiva.
Leo en Burladero unas declaraciones de Fernando Savater sobre los toros:
Preguntado sobre la moralidad de los toros y sí consideraba acertado prohibirlos, Savater fue claro: "Claro que no se debe prohibir. Los animales no son humanos, así que esta idea de que son como nosotros, pues no. Son seres vivos pero no tenemos obligaciones morales con ellos, sino quizá otro tipo de obligaciones.