Si pudiera, todo lo borraría. No los recuerdos, puesto que no hace daño lo vivido y extraviado en el tiempo. Suprimiría en cambio las huellas en el cuerpo, recuperaría la tersura de mi cara de niña. Duele el cuerpo de la misma forma que las cicatrices son sensibles al cambio de temperatura. Arrastro las heridas como un mutilado de guerra impulsa con los brazos su silla de ruedas.
No me quedan recuerdos que atesorar u olvidar. No me lastima el presente de flores y libertad. Se trata de la inocencia perdida. No sé dónde buscarla. ¿Quedó en el pasado, regresará en el futuro, se reconstruye en el día a día? No perdono la corrupción del entusiasmo y la fe en la vida.
Yo fui vasija que la contuvo, y la inocencia era yo. Estaba en mi risa y en mi lucha; era mi esperanza y mi piel suave. Decías que el mundo era hostil y áspero; criticabas que en mi ingenuidad optara por saborearlo como un caramelo.
Ahora puedo localizar en el mapa el punto exacto de lo inhóspito y lo duro, de lo impasible y estéril: ese lugar lo llevabas contigo. Ahora sé que necesitabas mi inocencia como los peces precisan del mar, y por eso te la llevaste atravesada por el arpón timorato con el que se extermina a las ballenas blancas.
Hoy, oculta mi desnudez revelada con una sábana áspera, maldigo la felicidad polvorienta. Agonizan los recuerdos: permanece la marca de tus dedos. En la papelera de mi cuerpo, rebota la bola arrugada de la inocencia extinguida.
Si pudiera abandonar este cuerpo, comenzaría de nuevo, inocente y bella. Me dispondría entonces a caminar sobre las cenizas del recuerdo, avanzaría al ritmo de las estaciones hasta sentir la hierba fresca brotar bajo mis pies ligeros. Caminaría entre el sol y el hielo hasta que nadie jamás pudiera volver a relacionar tu nombre con el mío.
Si pudiera, todo lo borraría, hasta llegar de nuevo a la fe primigenia y a la alegría innata. Volvería hacia atrás, hasta el origen de la existencia, hasta que mi sangre no contuviera una gota impura, hasta que tú cesaras de haber tenido un lugar en mi vida. Rejuvenecería hasta conseguir la devolución de la inocencia violada, el elixir eterno de fe y pureza que un día de amor vertí en tus ojos transparentes.